Ombliguismo porteño

Ni la tragedia de Cromañón, ni la destitución de un Jefe de Gobierno, ni la rotunda victoria electoral de Macri han servido para despertar del autismo político y la inacción a la centroizquierda y a los espacios “nac&pop” de la Ciudad. La postergación de la elección de Comunas a 2009 marca otra gran batalla perdida. En medio de la crisis del armado albertista-ibarrista nacido en 2003, la participación popular sigue siendo la más grave asignatura pendiente.

Como si fuera una profecía autocumplida y a poco del arranque de la segunda mitad del año, la coyuntura confirmó una mala noticia que el equipo de esta revista viene anticipando desde 2007: Macri no quiere comunas y hará todo lo que esté a su alcance para evitar la descentralización de la ciudad. En la Legislatura ocurrió lo menos pensado durante la semana pasada: la oposición al macrismo trató de sumar el número de legisladores suficientes para forzar al gobierno porteño a convocar a elecciones para representantes comunales este año, pero el kirchnerismo no dio el quórum necesario. Aunque parezca difícil de creer, el Frente para la Victoria acordó con el PRO congelar el debate comunal hasta el año que viene, como si alguien creyera que en 2009 seguirá existiendo el mismo marco institucional para las comunas que en la actualidad. Hay razones para dudar, especialmente porque Macri quiere reformar la Constitución porteña con tal de recortar la existencia de las comunas y transformarlas en una mera extensión administrativa del gobierno central. Pero además de la puja institucional, hay otras formas de construir la participación popular frente a la feroz restauración conservadora de los gerentes de Macri.

Lejos de los vecinos

La posibilidad de convocatoria a elecciones comunales en agosto de 2008 fracasó en la tarde del último 15 de mayo. La caída de la sesión ,especial se produjo en medio de denuncias de un «pacto» entre el oficialismo y el kirchnerismo para evitar su tratamiento y después de que sólo 20 diputados bajaran al recinto. El reglamento interno exige 31 miembros para el debate y como mínimo 34 son considerados opositores. Aunque se trata de una de las herramientas políticas más avanzadas para desarrollar experiencias de participación comunal (en el complejo marco institucional de una ciudad tan problemática como una provincia), todo sucedió dentro de los muros de la Legislatura, bastante lejos de los vecinos, los presuntos principales beneficiados.

Ante la ausencia de los diputados K, fue más notoria la asistencia de los representantes de Diálogo por Buenos Aires que encabeza Aníbal Ibarra, el bloque de la Coalición Cívica conducido por Enrique Olivera, los socialistas y Patricia Walsh, entre otros. Quizás no sea una contradicción, pero no deja de ser llamativo que Aníbal Ibarra estuviera presente en el intento, cuando durante sus más de cinco años como jefe de gobierno sus acciones para la implementación de las comunas no tuvieron resultados. La movida sucedió mientras procura despegarse del kirchnernismo ventilando una serie de críticas al gobierno nacional en plena disputa con el agro por el aumento de retenciones a la exportación.

Ibarra se desmarca

Las declaraciones del ex fiscal, que algunos consideran una traición y otros una estrategia para seducir a un electorado esquivo, provocaron un revuelo en el PJ Capital y se conocieron luego de que la Casa Rosada hiciera las primeras mediciones para saber quiénes son los hipotéticos candidatos mejor posicionados para el 2009. Apenas Ibarra supo que está empardado con Elisa Carrió y es, junto a ella, el único por debajo del macrismo (aunque a diez puntos), salió a diferenciarse del oficialismo. Sus declaraciones dejaron aún más malherido al maltrecho jefe de Gabinete Alberto Fernández, uno de sus principales aliados, quien ahora debe enfrentar una dura andanada de críticas porque el peronismo porteño está peor que hace 4 años atrás y con una dolorosa retahíla de derrotas electorales que le permitieron al ex empresario Mauricio Macri llegar a controlar la ciudad. Alberto Fernández, otrora confidente directo de Néstor Kirchner, atraviesa un duro trance tras sus desaciertos en la puja con el campo. Parte del daño sufrido, sin embargo, ha podido revertirse gracias a sus gestiones para llegar a un acuerdo con el Grupo Clarín, el multimedia que suspendió su amorío comunicacional con la Casa Rosada por más de un mes, y cuyas repercusiones fueron más importantes que varias elecciones provinciales.

Más allá de las peripecias de la coyuntura, nada impide concluir que existe una coincidencia insospechada que emparenta a Fernández con su aliado Ibarra. Radica en el llamativo desinterés por la construcción comunal y la posibilidad de descentralizar y transformar al segundo distrito del país en un escenario proclive a la participación popular. Más allá de las declamaciones y lisonjas para simular una vocación ligada a las preocupaciones populares, lo cierto es las comunas nunca estuvieron en el listado de sus prioridades políticas. Hoy no puede leerse el oportunismo de Ibarra sin tener presente que su derrotero está signado por guiarse muy poco por los mandatos colectivos y por valerse de un viejo recurso, evidente durante toda su gestión: hablar y gobernar sólo para la opinión pública. No han sido la participación ni la convocatoria los atributos que lo pueden catapultar a liderar la oposición a Macri, sino un sondeo de opiniones que parecen otorgarle una curiosa patente de corso para hacer y deshacer a gusto. Eso sí: sin preguntarle a nadie y haciendo gala de un autismo indirectamente proporcional a los niveles de participación y convocatoria que la fuerza que lo llevó al gobierno aspiraba construir hace casi una década atrás.

La agonía de las Comunas

Como una paradoja letal, esa debilidad es la misma a la que aluden los hombres del macrismo para sellar el destino de las comunas. “Esta discusión no sale de la Legislatura. ¿Vos ves alguna columna de gente reclamando por las comunas en las calles de Buenos Aires?”, se preguntó con alivio un interlocutor legislativo del Berlusconi argentino para justificar las medidas violatorias de la constitución porteña, una ,norma que el PRO quiere cambiar para limpiarla de “izquierdismo”, el mote con el que los neoconservadores empresariales de Macri eligieron para referirse al presupuesto participativo y al mandato de descentralizar el gobierno en comunas.

De aquellas pretensiones nacidas en la pelea contra el menemismo ha pasado una década y a pesar de los esfuerzos por construir más Estado, más democracia y más participación, la instancia que mejor podía garantizarlos ha caído en saco roto gracias a la torpeza política de los antecesores del empresario que acaba de posdatar la elección comunal para darle el tiro de gracia.

“Somos el Gobierno que va a implementar el sistema de comunas, pero después de 11 años en los que no se hizo nada, queremos que las cosas se hagan bien, sin apuros ni desprolijidades y cuidando la plata de los vecinos”, había advertido la semana pasada el jefe de gabinete Horacio Rodríguez Larreta, cuando resolvió convocar a elecciones en 2009 para designar a los integrantes de las Juntas Comunales. Ni lerdo ni perezoso, anunció que el macrismo presentará un proyecto de ley que reforme la legislación actual para que sólo sea rentado el cargo de los titulares de cada junta y que los otros seis comuneros trabajen ad honorem. Si fuera por Macri, que no cobre ninguno y si es posible que ni vayan a trabajar en el caso de que las comunas existan. Pero de aquí a que eso pase, toda la ley de comunas podría correr peligro. Quizás pocos lo noten, ya que todos los ojos están puestos en los posicionamientos para las elecciones legislativas de 2009.

En medio de semejante víspera, vale la pena preguntarse si la participación popular sólo depende de una coyuntura legislativa mañosa que se vale de la indiferencia general.

La participación como salida

Podrán pasar otras encuestas, otros Fernández, otros Ibarras y junto a ellos una larga serie desaciertos, pero todo parece indicar que aun no hay conciencia que delante tienen a un gobierno de derecha recién asumido que se está preparando para llevarse por delante todo lo que pueda. Las comunas y su marco institucional ya fueron deglutidos en el silencio más rampante. Sin embargo, la embestida podría fracasar si pretendiera diluir la participación popular. Por ahora sólo se trata de una ilusión: Macri quiere clientes, no vecinos participando. Pero esta tendencia empresarial se podría revertir si alguien comprendiera que ante la llegada de la restauración conservadora a la ciudad, la única clave para enfrentar su expansión es la reconstrucción práctica del poder popular en cada barrio. No se trata de una categoría perimida, sino de una forma de comprender la política para ponerla a prueba en la calle y con sus principales ingredientes: la solidaridad, la creatividad frente a situaciones adversas, la reconstrucción real de los lazos sociales como mejor forma para debatir y enfrentar los embates de un sistema excluyente; la calle y la lucha como escuela básica de construcción y la firme creencia de que se pueden enfrentar de manera colectiva los desafíos individuales que impone la emergencia de un modelo conservador en la ciudad.

La recuperación de esta forma de comprender la realidad no depende exclusivamente de la existencia de un marco institucional para la constitución de las comunas. Lo más necesario es recuperar la confianza de los porteños en un proyecto que no se proponga resignar conquistas sociales, sino multiplicarlas. La obvia necesidad es contar con la fuerza suficiente para impulsar las transformaciones que los gobiernos anteriores no supieron, no quisieron o no pudieron llevar adelante. En el caso de las comunas es evidente que hay varios que ni siquiera se interesaron, pero semejante negligencia no inutilizó a nadie para que deje de buscar el consenso necesario que rearticule un espacio político que supo ser sumamente prolífico en otro momento, pero que, sin duda, tendrá nuevas formas y representantes más legítimos que los que han capitulado de manera vergonzosa.

La participación es la clave secreta de un viejo acertijo que ha vuelto a oscurecer por una puja institucional que sucede de espaldas a la sociedad. No evaluar semejante dato puede ser el preludio de una derrota social mucho mayor que la que estamos experimentando. Por eso, frente a la adversidad que impone esta coyuntura, vale la pena preguntarse quiénes están dispuestos y cuáles son los esfuerzos que están preparados a hacer los que crean en una salida creadora frente al ahogamiento institucional en el que Macri está sumiendo a la ciudad. Los esfuerzos serán titánicos, pero desde esta perspectiva, las desmesuras de Ibarra y sus aliados no son más que una insignificancia que empalidece frente al compromiso y la satisfacción que provoca volver a poner los reclamos de nuestro pueblo en la calle. No es sólo un desafío, es una excelente oportunidad para crecer en tiempos en que muchos no ven más allá de sus anteojeras.

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