“Néstor tenía una sensibilidad increíble”

Tras la muerte del ex presidente Revista Zoom entrevistó a uno de los hombres que desde el 2003 lo acompañó siempre. “Estaba en todo, no se le escapaba ni un detalle. Era un tipo hiperactivo, hiperlaburador y a los que trabajábamos con él nos tenía a full todo el día”, nos cuenta Abarca y agrega: “tenía una claridad ideológica impresionante, una capacidad militante como pocos y era un trasgresor nato”.

Néstor Kirchner falleció y una marea humana se movilizó para despedirlo. Como pocos hombres en la historia de nuestro país, su nombre y sus acciones quedarán en la memoria popular de un pueblo que resurgió luego de la fiesta neoliberal.

Para conocer algunas características del ex presidente que sacó del infierno menemista a la Argentina, Revista Zoom entrevistó a Walter Abarca, secretario privado de Kirchner durante los cuatro años de gestión y secretario privado de la Presidenta Cristina Fernández hasta que a mediados de 2009 fue nombrado Subsecretario de Relaciones Institucionales de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

Abarca, es flaco y alto como su Jefe, nació el 12 de marzo de 1973 en Saladillo, Provincia de Buenos Aires. Hizo la primaria en la Escuela Nº 37, a la que asistía a caballo. Una vez terminada la primaria se mudó al pueblo para seguir el secundario en la Escuela Técnica. En el 1992 se radica en la ciudad de La Plata para comenzar sus estudios en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Cinco años más tarde asume como presidente del Centro de Estudiantes Universitarios de Saladillo (CEUS). A fines de 1998, la Unión de Centros de la Provincia de Buenos Aires pasó a llamarse Federación Universitaria Bonaerense, y Abarca es elegido como primer presidente de la misma. En el ’99 se aleja de su cargo de presidente de la FUB para formar parte de la lista de concejales de Saladillo por el PJ. No completa su mandato porque en 2003 pasaría algo que cambió para siempre su vida: se instala en Buenos Aires y comienza a trabajar en el sector de Documentación Presidencial para luego pasar a ser Secretario Privado del entonces Presidente Kirchner. En 2007 fue candidato a Intendente de Saladillo por el Frente para la Victoria, elección que no ganó pero obtuvo un 40 por ciento contra 48 por ciento de la UCR.

¿Cómo lo conoció a Néstor Kirchner?

A Kirchner lo conocí a mediados del 2000, yo estaba en La Plata y era presidente de la Federación Universitaria Bonaerense, y había un grupo de amigos que desde el año ’97 nos juntábamos a comer asado y hablar de política. En esa época hacíamos peñas en las que venían jóvenes y veteranos, a las que a veces venía Carlos Kunkel, y una vez él nos dijo que quería invitar a comer un asado a Kirchner, el gobernador de Santa Cruz. Recuerdo que nos dijo que se lo había cruzado en el aeropuerto y que Kirchner le había dicho que quería empezar a armar algo nacional. Nosotros le dijimos que sí, no había problema, aunque yo ni en foto lo conocía todavía. A los pocos días vinimos cinco a Buenos Aires a conocerlo e invitarlo a comer el asado, nos juntamos en un café cerca de Retiro, y a mí ese día Kirchner me impactó porque decía cosas muy contundentes sin saber quiénes éramos nosotros. Recuerdo que habló de la política y de varios políticos con una claridad impresionante. Nos dijo “que la política no era para hacer negocios”, que “hay muchos gobernadores que presupuestan obras que jamás se hacen y se roban la plata” y una catarata de cuestiones que lograron que yo me vaya de la reunión pensando que ese flaco iba al frente en serio. Y esa primera impresión que tuve no fue desacertada, los años me demostraron que no era un canto de sirenas sino que lo que había escuchado esa tarde era en serio.

Los invitamos a comer el asado a La Plata, que al final no fue asado porque él llegó tarde por un compromiso que había tenido, y nos reunimos por la tarde 20 ó 30 jóvenes con él. Esa reunión, fijate lo que son las vueltas de la vida, fue el 26 de octubre del 2000. Me acuerdo que habíamos armado una mesa con sillas y le habíamos dejado la cabecera. Y él llegó y dijo “no, che, hagamos algo en circulo así charlamos mejor”. En esa reunión estaban junto a él Francisco “Paco” Larche (el dos de la SIDE) y Pepe Salvini (amigo de él desde el jardín), que lo acompañaron siempre en Santa Cruz, y ellos cuando terminó la reunión fueron los que se encargaron de recolectar todos nuestros teléfonos para quedar en contacto. A las dos semanas nos llamaron para invitarnos a las reuniones que se venían haciendo en el Hotel Castelar, que luego daría forma a los que fue la Corriente Nacional y Popular.

¿A partir a de ese momento usted empezó a acompañar a Kirchner?

Me fui sumando, luego fui Concejal en Saladillo y pasé a tener “chapa” (se ríe). Y como éramos dos concejales en toda la Provincia de Buenos Aires en cada reunión Kirchner me presentaba como el Concejal y así chapear un poco… Una vez fuimos a Navarro, a fines del 2000 o principios del 2001, e iba Cristina nomás. Entonces me llama Paco Larche y me dice: “che, mañana va Cristina a Navarro, ¿a cuánto te queda a vos?” Le respondí que me quedaba a ciento y pico de kilómetros, entonces me dijo que la acompañe. Entonces llegué a Navarro y había 15 ó 20 personas y ningún concejal de ahí. Hicimos una conferencia de prensa Cristina y yo. Y en Brandsen fue igual, de nuevo me llama Paco Larche y me dice “va Kirchner a Brandsen, ¿a cuánto estás vos?” Y le digo que también me quedaba a ciento y pico de kilómetros y me dice “bueno, andá para allá y lleva algunos compañeros”. Fuimos algunos compañeros en dos autos y cuando llegamos a Brandsen empezamos a preguntar dónde era el acto de Néstor Kirchner y nadie tenía la mínima idea de quién era Kirchner ni de que hablábamos. Pero un hombre nos dijo que le parecía que era en un club que estaba en las afueras de la ciudad, entonces fuimos y cuando llegamos había cuatro ó cinco tomando algo en la cantina del club. Le preguntamos al encargado y nos dijo que era ahí y que empezaba a las 18. “¿Y dónde es?”, le preguntamos. “Ahí atrás, en el salón del fondo”, nos respondió. Entramos, estaba todo armado, pero faltaban diez minutos para que comience y no había nadie. Nos fuimos a la cantina a tomar un café y al rato llegó un poco de gente, luego Kirchner, e hicimos el acto con los que éramos. En 2001 hicimos un acto en Saladillo y ahí Néstor quedó muy emocionado porque vinieron 550 personas. Para él eso era un acto masivo, porque en general, si no era en su provincia, no metíamos más de 80 personas. De todas formas, él siempre decía y eso me quedó grabado, que así hubiese cinco personas teníamos que hacer el acto igual, quedarnos charlando con los compañeros, como si fuera un acto de masas. En Santiago del Estero, no recuerdo el pueblo, había ocho personas y armamos una mesa redonda y nos quedamos discutiendo una hora y media con los compañeros. Así era Kirchner.

¿Cuál era el objetivo en ese entonces?

El proyecto era 2007. Él ahí lo que intentaba era posicionarse y recorrer. Hubo puntos que fueron decisivos, como cuando Duhalde le ofreció la jefatura de Gabinete y Néstor no agarró porque él quería seguir trabajando de cara al 2007. La idea era intentar armar una estructura para poder ser candidato.

Pero los hecho se precipitaron y Kirchner gana las elecciones del 2003 y entra a la Casa Rosada por la ventana.

Pero Kirchner tenía un programa de gobierno y sabía muy bien las medidas que tenía que tomar. No hablaba demasiado de lo que pensaba hacer porque sabía que primero tenía que llegar para luego poder llevar a cabo lo que tenía planificado. Muchas cosas de las que hizo no las dijo públicamente pero él lo tenía totalmente claro. Sabía muy bien, y eso es fundamental, cuáles eran los factores de poder instaurados en el país y con quiénes tenía que hacer pactos coyunturales para poder establecerse y luego dar el cambio. Por eso arregla con Duhalde. Kirchner tenía muy claro que tenía que llegar y a partir de allí construir poder para transformar la argentina.

Kirchner nos decía siempre, un año antes de ser electo presidente, “nosotros tenemos que recaudar cinco mil millones de pesos y largar un fuerte plan de obras públicas”, esa es una de las cosas que más me quedaron grabadas en la cabeza de aquellos tiempos. Y me acuerdo, cuando ya era presidente y le trajeron la hoja con los datos de la recaudación y el crecimiento, y él dijo “ya tenemos los cinco mil millones de pesos, ahora hay que largar un fuerte plan de obras públicas porque esto va a generar un efecto virtuoso en la economía, la va a poner en movimiento, va a reactivar el país, aumentar el consumo, la producción, el crecimiento”. Y largó el Plan Federal 1 de Vivienda y dijo que teníamos que tener 50 mil viviendas ya.

¿Usted fue secretario privado de Kirchner desde le comienzo?

Yo arranqué a trabajar con él en octubre del 2003. Estuve un mes o un mes y medio en el área de Documentación, donde recibíamos y nos hacíamos cargo de las cartas que le enviaban, y la gente escribía mal su apellido, o de nombre en vez de Néstor le ponían Eduardo porque lo confundían con Duhalde… Nadie lo conocía. Es como si yo me lanzara mañana a candidato a Presidente, aunque es cierto que él era gobernador de una provincia, pero en ese momento era muchísimo menos conocido que cualquier gobernador de la actualidad de cualquier provincia.

Una vez fui a un acto en el Salón Azul, que obviamente trabajando en la Rosada no me perdía ninguno, al cual llegué tarde y cuando ingresé me vio y me saludó levantando su mano. A los cuatro días me informan que Kirchner iba a reestructurar la privada, ya no quería que sus secretarios sean los edecanes como históricamente habían sido, y me proponen integrar el equipo. Yo llevaba un mes en Documentación y atendía las cartas de los dirigentes políticos, intendentes, concejales, gobernadores, etc. Cuando me llamaron pensé que me había mandado una macana y que venía un reto de aquellos. Pero me habían llamado para proponerme ser uno de los cuatro secretarios privados, los tres restantes serían de Santa Cruz. Me dijeron que la única condición era que tenía que estar full time y que cuando Kirchner me necesitara, no importa que esté haciendo yo, tenía que estar. Acepté, me dijeron que me traiga mis cosas, Kirchner estaba en una reunión y a los 15 minutos salió y me dijo “Bueno Walter ¿te contaron cómo vamos a funcionar acá?”. Si, le respondí. Y me dijo que lo único que me iba a pedir es “respeto y seriedad”. Y empecé a trabajar como secretario de privado.

¿Cómo era Kirchner en el trabajo, como jefe?

Néstor estaba en todo, no se le escapaba ni un detalle. Era un tipo hiperactivo, hiperlaburador y a los que trabajábamos con él nos tenía a full todo el día. Él todo el día estaba laburando, no paraba nunca y tampoco se cansaba. Desde las 7.30 de la mañana hasta pasadas las 23 horas estaba laburando. La agenda normalmente la terminaba a las 20 horas y luego siempre se reunía con algún intendente del conurbano, dirigentes, siempre se quedaba hasta tarde charlando de política con alguno. No paraba, vivía para la política, para la construcción. Además, era una persona muy amable, claro que algún día malo tuvo, pero en general era un tipo con el que daba gusto trabajar. Nosotros le decíamos Doctor. Y quizás, en algún momento de distensión en la intimidad, le decíamos Presi. Estaba en todo. Si alguno llegaba a la mañana medio con cara de dormido le preguntaba qué había hecho anoche.

El intentó siempre diferenciarse del menemismo en todo sentido, en la política, en la forma de llevarla a cabo, en la manera de relacionarse, de comunicar, etc… Siempre aparecía algún periodista que te quería sacar alguna información, que te quería filtrar, y en eso era muy cuidadoso. Recuerdo que el primer año de gobierno, la gente de ceremonial, que continuaba desde el menemismo, organizó una fiesta en un crucero y nos invitaron a todos nosotros. Bien menemista el estilo de fiesta. Y salió en el diario Ámbito Financiero. Entonces nos llamó y nos preguntó quién lo organizaba. Ni idea, le dijimos, simplemente nos invitaron. “Ninguno va a una fiesta así, estamos sacando al país del infierno y organizan una fiesta en un crucero. Mientras yo sea presidente esto no sucede más”, afirmó y el crucero no duró ni diez minutos más.

¿Les consultaba algo o tomaba él solo las decisiones?

Nos preguntaba cosas y la mayoría de las veces era para chequear información. A veces preguntaba y si le decías algo con lo que él no estaba de acuerdo te miraba con mala cara, y cuando le interesaba o le parecía bien lo que habías dicho te miraba, te observaba y no te decía nada. Kirchner era así, cuando cometías un error te lo marcaba, te hablaba, y cuando hacías las cosas bien no te decía nada.

¿Qué características le llamó más la atención a usted de Kirchner como Presidente?

Néstor tenía una sensibilidad increíble. Cuando era Presidente y bajaba del helicóptero para ir a la Casa de Gobierno siempre había gente que lo paraba y le dejaba mensajes o le decía cosas. Una vez, una chica que vendía flores en el semáforo, no se dio cuenta de que el auto que se había detenido era el del Presidente de la Nación, entonces Kirchner, conmovido, nos dijo que a esa muchacha debíamos llamarla. Le dimos trabajo, así fue que la sacó de vender flores en la calle y hoy es una empleada administrativa en la Casa Rosada. Casos como eso hay miles. A cada acto que iba o provincia, ciudad o pueblo, él traía una pila de cartas que le daba la gente y nos decía que elijamos 15 ó 20 y los llamemos. Varias veces la gente me cortaba el teléfono porque yo le decía que le iba a hablar el Presidente de la Nación y pensaban que los estaba bromeando.

A mí hay cosas que me marcaron mucho, como por ejemplo lo de Cromañón. Kirchner atendió a los familiares y a los jóvenes afectados, nos llevó a dos secretarios que trabajábamos con él, era una reunión tensa y dolorosa, y les dijo: “Estos son mis dos secretarios y les ordené que los atiendan en todo lo que necesiten”. Y durante un mes atendimos a tres o cuatro personas, que por supuesto tenían historias desgarradoras y estaban en una situación muy difícil.

¿Ideológicamente cómo lo definiría?

Él tenía una claridad ideológica impresionante, una capacidad militante como pocos y era un trasgresor nato. Kirchner jamás iba a arriar una bandera de las que tenía. Quizás buscaba la vuelta para generar correlaciones de fuerzas y consensos que le permitan avanzar, pero nunca iba a dejar un ideal de lado. Eso todos lo teníamos muy claro. Era muy hábil en el manejo de la política, las relaciones y el poder. Kirchner era un hombre de mucha percepción de lo que pasaba en la sociedad, de mucha sensibilidad. Muchas veces llegaba de un acto y decía “hay que ver el tema de la carne porque tres mujeres me dijeron que no se podía comprar carne”. Escuchaba muchísimo lo que le decía la gente. “Un mujer me agarró fuerte la mano, me apretó fuerte la mano, y me dijo que la carne era inalcanzable para los sectores populares”, nos decía.

Cuando fue la negociación con el FMI fue impresionante. Lo llamaban en nombre de Anne O. Krueger y él decía “decile que no estoy”. Así diez veces, hasta que un día atiendo el teléfono y era la mismísima Anne Krueger que quería hablar con Kirchner. Entonces, yo entré al despacho, y con una cara pálida de nervios le dije “Doctor, Anne Krueger al teléfono”. Él me miró como diciendo qué me importa. Entonces le dije que era como la décima vez que llamaba y por el tono de voz no está nada contenta. “Decile que no estoy, a mí el único que me puede apretar es el pueblo”, me dijo sin que se le mueva un pestaña y con una frialdad impresionante. Lo hacía todo con tanta convicción que para él era natural, no lo asustaba nada.

¿Alguna vez usted le dijiste no?

No. Lo único que Néstor no aceptaba jamás que le dijeran es “no se puede”. Si él te pedía correr una silla dos metros, aunque no se pudiera, había que decirle que sí, y luego intentar correrla, y si sólo se pudo correr un metro se lo decías y él te estimulaba para que la corras un metro más, y si no se podía, y él veía que no se podía, entonces recién ahí estaba bien. Pero el “no se puede” no formaba parte de su diccionario.

El único desacuerdo que tuve con Néstor fue cuando yo quería ser candidato a Intendente de Saladillo y él me dijo que no. Le dije que iba a ser igual, que no me podía bajar, que si me bajaba no podía hacer más política en Saladillo, y él en ese momento no me dijo nada. A las tres horas me llamó por teléfono y preguntó: “¿Y qué necesitas para ser candidato?”.

¿Por qué no quería?

Por dos motivos: porque sabía que era muy difícil ganarle a (Carlos Antonio) Gorosito y lo iba a exponer a él, y porque me dijo que me necesitaba en la privada. Yo me encargué de aclararle que no lo iba a exponer, que iba por la mía. Y él me dejó ir a hacer campaña veinte días antes nomás, porque me decía que estábamos en la campaña presidencial y tenía que estar trabajando con él. Además, una de las condiciones que me puso fue que podía hacer campaña pero cuando me necesitara tenía que ir. Una de esas que él me necesitaba era los viernes para ir a jugar al fútbol.

¿Todos los viernes jugaban al fútbol?

No todos pero generalmente sí. El fútbol era sagrado. Una vez yo tenía que llevar a Paulita (su hija) al pediatra en Saladillo un sábado a la mañana y Néstor me dice “mirá que mañana jugamos al fútbol”. “No, no puedo”, le respondí. “¿Cómo que no podes? ¿Qué tenes que hacer?, me preguntó. “Tengo que llevar a Paulita al pediatra”, le expliqué. “No, no, llamalo y decile que te atienda a la tarde”. “No, yo no soy el Presidente de la Nación que le puede decir al médico cuando atender a mi hija”, le dije con ironía. “Bueno, entonces que la lleve tu mujer”. Y tuve que ir a Olivos a jugar, no había forma de decirle que no.

¿Y Kirchner en qué posición jugaba?

En general jugaba de defensor y algunas veces de delantero.

¿Jugaba bien?

No, era medio maleta. Ninguno jugaba bien, ninguno se destacaba. Él tenía un estado físico impresionante. Tenía una gran conducta para la gimnasia, para correr, para caminar. En el sur, un fin de semana de descanso, iba a almorzar y a la tarde hacía cinta.

¿Mientras jugaban hablaban de política?

Si obvio. Era un espacio de dispersión: rosca en el vestuario, puteada en el fútbol y en el asado discusiones políticas. Pero mientras jugábamos era patada va, patada viene, bromas, calenturas, como cualquier partido de compañeros de trabajo o amigos…

¿Tenían equipos establecidos?

Si, bastante. A veces rotábamos, pero en general eran los mismos. Éramos 15 ó 16 más o menos fijos los que íbamos. Yo jugaba en el equipo de él. Y teníamos la camiseta de la selección titular y el otro equipo tenía la suplente. Y en el pecho decían 100% K.

¿Máximo Kirchner jugaba?

Si, cuando estaba jugaba en el equipo contrario al de su padre.

¿Tenían buena relación?

Si, muy buena, eran muy compañeros. Pero en el partido se mataban, como todos los hijos y padres. A parte a Néstor le encantaba hacerlo calentar, y Máximo es calentón, más calentón que el padre.

Y otro que se calentaba mucho era Aníbal Fernández. Él jugaba de delantero en el equipo contrario al nuestro, y Néstor y yo éramos defensores y le dábamos para que tenga y se calentaba. Sinceramente era un buen espacio de dispersión en el que la pasamos verdaderamente bien.

¿Kirchner tenía algún pasatiempo?

Su único pasatiempo era la política y la familia. Una de sus debilidades era su hija Florencia, por ella paraba el mundo. A veces miraba una película pero no era algo común en él; leía mucho, de todo, aprovechaba los viajes porque no dormía y no dejaba dormir a nadie. No escuchaba música, miraba muy poca televisión, algún programa político. Kirchner vivía para la política.

Usted también fue secretario privado de la Presidenta Cristina Fernández, ¿cómo fue trabajar con ella?

Cristina es mucho más ordenada que él. También está en todos los detalles. Es muy rigurosa y te dice lo que te tiene que decir sin medias tintas. Es muy capaz, un cuadro político excepcional y una mujer brava.

¿Qué piensa que Néstor Kirchner le dejó al país?

Néstor deja una construcción, un país estable, una heredera que es un cuadro político formidable, y deja también una terrible responsabilidad a los jóvenes de continuar esto y de estar a la altura de las circunstancias.

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