Cuando los imperios -como lo es todavía la etapa actual de la historia de Estados Unidos- eligen sus ministros de relaciones exteriores la prioridad es mantener limitados los poderes de las otras potencias y designarlos por su experiencia colonial.
Donald Trump primero pensó en Rex Tillerson como ministro para el Departamento de Energía, pero luego ascendió en su demanda y lo nombró canciller, a cargo del Departamento de Estado.
Es decir, el presidente de la empresa ExxonMobil, la primera empresa petrolera estadounidense (y con Sinopetrol la segunda del mundo) se hace cargo de las relaciones exteriores de Estados Unidos de América. Parece que ahora no hay designaciones indirectas: quien dirige el petróleo norteamericano en el mundo dirigirá las relaciones exteriores. El dicho que dice que “donde hay petróleo hay guerra” hoy está vigente: Estados Unidos está involucrado en las guerras del Medio Oriente, como en las de África, mientras mantiene su cerrada oposición al gobierno venezolano.
La designación “imperial” resulta de estas circunstancias. No olvidemos que ExxonMobil es con Walmart la primera empresa por sus ingresos por venta en Estados Unidos y es la hija legítima de la Standard Oil Company, que con Shell y British Petroleum (hoy BP) llevan la marca histórica de las guerras petroleras del mundo. Nuestro país participó en dos conflictos con origen o causas petroleras: la Guerra del Chaco y la Guerra y conflicto de las Malvinas. En el primer caso, la guerra paraguayo-boliviana fue una confrontación que tuvo como primeros querellantes precisamente a la Standard Oil (luego Esso, luego Exxon y hoy ExxonMobil) y la británica Shell.
La Shell nos actualiza el caso de la designación del Ministro de Energía y Minas en Argentina hace un año.
«Se dirá que el de Juan José Aranguren es el mismo caso de Rex Tillerson, pero hay grandes diferencias»
Nuestro país en su versión colonial (no olvidemos el eslogan forjista “Somos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre”), a diferencia del país imperial, nombra ministro a un empleado de la petrolera Shell. O sea que entrega la conducción de la energía y el petróleo a la firma británica. El señor Juan José Aranguren fue empleado durante toda su vida hasta jubilarse de la Shell, sin haber conocido desde adentro al sector público ni a empresas privadas argentinas.
Se dirá que es el mismo caso de Rex Tillerson, pero hay grandes diferencias. El funcionario de ExxonMobil también sirvió toda su vida solamente a la empresa petrolera hasta jubilarse (estaba previsto que en el año 2017 dejara la presidencia de la empresa para retirarse) pero para los norteamericanos llega a la función pública desde una empresa multinacional norteamericana. En el caso argentino, llega un empleado de una empresa multinacional de un país en conflicto por las Malvinas, territorio nacional donde en su subsuelo se depositan grandes reservas petroleras.
En las naciones imperiales o en las naciones que gozan de independencia aunque no sean imperiales sus ministros no pertenecen ni son accionistas de empresas extranjeras, como es el caso Aranguren. En las colonias es común que los ministros provengan de las empresas extranjeras. En el nuevo caso de Estados Unidos “ya no se trata de una superestructura sobre el Poder sino la estructura misma del poder. La presencia más conmocionante en ese equipo… es el del canciller Rex Tillerson, el ceo de Exxon” (Marcelo Cantelmi, “Sobre Trump…”, Clarín 17 diciembre 2016).
Esta situación colonial, por lo demás, nos recuerda la anterior situación expresa de Kuwait, donde la Constitución establecía que el Ministro de Petróleo debía ser ciudadano de un país de la Comunidad Británica.