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Milei le paga al FMI y se burla del país

En nombre del orden fiscal, se sacrifica el porvenir de un país que vuelve a pagar sin recibir nada. Por Julián Denaro.

El gobierno de Milei y Caputo se jacta de pagar un vencimiento por intereses de deuda desembolsando 825 millones de dólares al FMI, poco después de anunciar que no va a aplicar las leyes de financiamiento universitario, discapacidad y pediatría, argumentando que nadie le indicó de dónde obtener los fondos necesarios para dichos financiamientos.

Las leyes de financiamiento universitario y emergencia pediátrica acarrean juntas un costo anual aproximado de 800 millones de dólares, mientras que la ley de emergencia en discapacidad conlleva un costo fiscal de 1.300 millones de dólares. Pero ¿cómo podemos entender todos estos números?

Para medirlo en bienes, 800 millones de dólares equivalen a 25.000 casas de tres ambientes, 350 hospitales de alta tecnología o 4.000 kilómetros de líneas férreas que aportarían a recuperar y ampliar nuestra red ferroviaria de apenas 37.000 km. Pero la dimensión de la estafa del gobierno contra el pueblo argentino es mucho mayor.

Por un lado, vale destacar que los intereses de la deuda usurera concertada por Caputo no producen nada constructivo, no generan riqueza, no impulsan la actividad ni crean empleo; solo generan ganancias para el sector financiero. De hecho, los intereses generados por la deuda que tomó Caputo con el FMI solo pueden leerse como un robo ejecutado por el Fondo Monetario Internacional a través de Caputo, quien, cabe suponer, fue beneficiado por la operación.

Este año, solo de intereses, el gobierno de Milei y Caputo pagó 1.650 millones de dólares al FMI. Es menester tener presente que la deuda de Caputo, tanto durante el gobierno de Macri como durante el de Milei, está comprobado que solo tuvo como destinataria la fuga de capitales financieros, es decir, el retiro de dinero del país por parte del poder financiero. Indudablemente, una pérdida cuantiosa, pero el reporte es aún peor.

El informe sobre el Balance Cambiario del Banco Central de la República Argentina expone que la Formación de Activos Externos alcanzó máximos históricos en octubre de 2025 con 6.577 millones de dólares. Aunque la situación es tan grave que el reporte indica una Fuga de Capitales Financieros desde abril del presente año por 24.496 millones de dólares, representando el 169% del total de desembolsos realizados por el FMI, que totalizaron 14.469 millones de dólares. En criollo: nos están robando a toda velocidad. Se aclara, por las dudas, que “formación de activos externos” refiere a dinero extraído del país que se esconde en guaridas fiscales en el exterior.

¿Es para algo bueno? Veamos. La Inversión Extranjera Directa (IED), que reporta inversiones productivas aplicadas a la actividad generadora de empleo y que alimentan la economía real —no la financiera—, fue negativa por 1.446 millones de dólares desde diciembre de 2023. En septiembre de 2025 se registró un egreso de 437 millones de dólares. En síntesis: se está destruyendo el entramado productivo para enriquecer al poder financiero a toda velocidad.

Incluso podría afirmarse que el plan de desaceleración inflacionaria con el tipo de cambio congelado también constituye un programa deficitario. En breve, si la inflación es baja pero más alta que la devaluación, lo que se precipita es una inflación en dólares que deteriora la competitividad exportadora, al mismo tiempo que habilita importaciones baratas que destruyen la industria nacional.

Para comprenderlo, propongamos un ejemplo básico. Un precio de 130.000 pesos cuando el dólar vale 1.300 equivale a 100 dólares. Luego de un año con una inflación del 2,5% mensual (34,5% anual), ese precio sube a 175.000 pesos. Pero si el dólar solo aumentó a 1.500 (un 15%), el valor en dólares pasó de 100 a 117. El encarecimiento en dólares de nuestra producción nacional la vuelve menos competitiva para el resto del mundo, mientras abarata las importaciones, cuyo ingreso irrestricto destruye nuestra industria generadora de empleo.

El resultado de este proceso se traduce en un déficit comercial que disminuye exportaciones y aumenta importaciones, no solo desprotegiendo la industria, sino también generando déficit financiero al abrir un flujo creciente de pagos al exterior en lugar de fortalecer la producción, el empleo y las finanzas nacionales.

Respecto al turismo, hasta mediados de 2024 Argentina era un destino atractivo que se beneficiaba de la competitividad cambiaria. Pero desde entonces, aquel superávit se transformó en déficit por la inflación en dólares más alta de la historia argentina. En poco tiempo, un país competitivo que generaba un superávit comercial se volvió deficitario y padece hoy un fuerte desequilibrio por cuenta de mercancías. El balance cambiario del BCRA muestra que la balanza turística —viajes, consumos con tarjetas, operadores, transporte de pasajeros y otros rubros— acumuló en lo que va del 2025 un saldo negativo de 8.000 millones de dólares.

Aquí resulta necesario reflexionar sobre un punto clave. La canasta básica ronda los 1.200.000 pesos, mientras que el salario mínimo está por debajo de los 400.000. Por consiguiente, ¿a qué porcentaje de la población le resultaría favorable una eliminación de la inflación con la consecuente rigidez de precios y salarios? Obviamente, a la mayoría no le conviene mantener la relación actual de precios, dado el achicamiento del salario real.

Como se aprecia, esta es otra de las mentiras que el gobierno de Milei instala a través de los medios, sugiriendo que la baja inflación es buena para todos. No lo es: solo beneficia a quienes están en posiciones ventajosas dentro de las cadenas de producción, distribución y comercialización.

Sin embargo, vale pensar en las condiciones que producen la desaceleración inflacionaria. ¿Todavía hay quienes creen que la baja inflación en pesos es producto de la magia del gobierno? No. Primero, la baja emisión nunca existió, ya que el aumento de la base monetaria sigue alimentando, a través de los intereses, los mecanismos de especulación financiera. Luego, el déficit fiscal crece por los intereses de una deuda creciente, que solo encuentra su correlato en el superávit primario —que no contabiliza intereses—, al tiempo que el gobierno se enorgullece de recortar la inversión social del Estado.

Aun si se creyera en los mitos del déficit cero y la emisión cero, basta una pregunta: ¿qué pasa si sube el dólar? Obviamente, suben todos los precios.

Por lo tanto, la desaceleración inflacionaria está sostenida en la quietud del tipo de cambio, que a su vez depende del endeudamiento creciente. Y el dólar quieto solo asegura las ganancias del sistema financiero, que percibe tasas de interés superiores a la devaluación.

En definitiva, solo la parte corrupta de la prensa sigue defendiendo a un gobierno que promueve una estafa financiera sin control, en lugar de exponer cómo son las cosas en realidad.

(*) Julián Denaro, Economista (UBA), Psicólogo (UBA), Doctorando en Ciencias Económicas (UNLaM), Profesor en Universidades Nacionales (UBA y UNLaM), en el Instituto Universitario River Plate (IURP) y en la Universidad de Morón (UM). Investigador Sigeva–Conicet. Autor de ocho libros, siendo los cuatro últimos “Del país dividido a la revolución cultural” (2017), “Argentina entre las disputas de poder 2012–2019” (2019), “Las aventuras de Aztequita por Argentina” (2023) y “De la pandemia a la reconstrucción: Argentina 2020–2024, Liberación vs. Liberalismo” (2024). Columnista económico en televisión y radio.

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