Por Causa Popular.- En momentos en que se ratifica que EE.UU. voto por la guerra y que se prevé un fortalecimiento de su política conservadora y expoliadora, en la América sur se viven procesos inversos. En Venezuela Hugo Chávez, conquistó 20 de los 22 gobiernos estaduales y el 81 por ciento de las alcaldías, reafirmando el apoyo de la población. A pesar de la guerra mediática y acciones desestabilizadoras de la oposición, por novena vez consecutiva gano Chávez. Algo más al sur los uruguayos llevaron a la presidencia a Tabaré Vázquez, candidato del Frente Amplio – Encuentro Progresista. En Chile las fuerzas más derechistas también sufrieron una derrota en las elecciones comunales y de igual forma ocurrió en Brasil, como prueba del rechazo popular a las posiciones propiciadoras de políticas neoliberales. Lo mismo pareciera va a ocurrir el domingo 7 de noviembre en Nicaragua. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) es favorito para triunfar en las elecciones municipales, según las últimas encuestas.
Aunque Uruguay se incorpore a esta ola anti conservadora de América Latina, cabe preguntarse si esta alianza de países y movimientos alcanzará para hacer frente a un imperialismo tan voraz como el de EEUU.
Aún no se sabe si, aunque sea en lo esencial podrán hacer un bloque coordinado. Pero lo que sí es seguro es que el nuevo gobierno de Bush proseguirá con, y esta vez reforzada, su política ofensiva de estrangulamiento y chantaje para impedirlo.
Esa política será aún más recia y despiadada en el caso de los dos países que le resisten de frente: Cuba y Venezuela. A Cuba no le perdonan no haber podido derrotarla en más de 47 años de intentos contrarrevolucionarios. Además, porque esta ahí nomás, cruzando el charco, de quienes se suponen amos del mundo.
A Venezuela no le perdonan que les haga frente y, sobre todo, que para conseguirlo el gobierno de Chávez ande movilizando sin cesar al pueblo.
Lo otro a tener en cuenta es lo siguiente: poder enfrentar tal poderío no significa solamente juntar determinadas cabezas que piensen algo, sino que el pueblo esté detrás. Y todavía eso no ha ocurrido. Quizás el lugar donde esto esté más cerca de lograrlo es, obviamente después de Cuba, en Venezuela. Como dice Julio Marenales, de la dirección del M.L.N. Tupamaros: “A mí hay mucha gente me ha dicho sobre Chávez: pero ¿ese hombre no es un demagogo?. Y les contesto: no lo sé, pero si es demagogo perdió como en la guerra, porque la gente se lo tomó en serio.”
El otro proceso que pareciera encaminarse en ese sentido es el uruguayo.
Se debe considerar que, a pesar de que es una corriente progresista latinoamericanista, esta corriente no es homogénea.
No es lo mismo el fenómeno de esta fuerza política de Uruguay o lo de Venezuela, a lo que pasa en Argentina con Kirchner o en Brasil con Lula. Hay matices y diferencias fuertes.
Cómo construir un puente político y económico entre estos gobiernos y pueblos, dados sus diferentes formas y grados de confrontación, sus diversas configuraciones políticas internas, se vuelve ahora una cuestión de vital supervivencia.
Nada positivo se puede esperar del nuevo gobierno de Bush, fortalecido en la “rectitud de sus convicciones” por el voto del 2 de noviembre.
Mejor hacer las cuentas cuando aún es tiempo y tomar iniciativas en consecuencia. Porque van a querer venir hoy más que nunca, entre otras cosas, por el petróleo y los recursos naturales.
Crisis neoliberal y acceso al gobierno en Uruguay
La crisis del neoliberalismo aceleró el fin de los gobiernos de la derecha, pero en realidad el triunfo de la izquierda era sólo cuestión de tiempo, ya que tendencias presentes en la sociedad, históricas pero también generacionales, fueron erosionando de forma irreversible la hegemonía de los partidos tradicionales. Es lo que aconteció en Venezuela, las crisis de Argentina, el triunfo de Lula en Brasil, entre los ejemplos más palpables.
La crisis económica de 2002, fue letal para la derecha. Una idea del tamaño del cambio en curso, es el desmoronamiento del Partido Colorado, en Uruguay que pasó en pocos años de más del 40% del apoyo popular a un raquítico 10% de las intenciones de voto. La recesión se instaló en Uruguay en 1999, de la mano del estancamiento de la economía argentina.
Entre enero y julio de 2002 el riesgo país pasó de 220 a 3.000 puntos; la corrida financiera se llevó el 45% de los depósitos bancarios; el precio del dólar se duplicó y el producto bruto interno cayó a la mitad del de 1998. La desocupación trepó al 20% y el porcentaje de la población por debajo del índice de pobreza alcanzó el 40%.
En Uruguay la crisis del modelo no generó una situación de crisis política ni de desestabilización, y fue canalizada hacia el terreno electoral, en un país donde el Estado, aún debilitado, todavía funciona; donde la cultura política desplazó, hace mucho tiempo, el centro de gravedad de lo político-social, a lo político- electoral.
¿Podrá esta izquierda cambiar el país?
Depende qué se entiende por cambiar. Si se trata de gestiones estatales más honestas, más ordenadas y más favorables a los pobres, ello está fuera de duda. Si se trata de salir del neoliberalismo y contribuir a implantar un modelo de desarrollo más justo y equilibrado, parece dudoso que una izquierda moderada en un pequeño país muy endeudado, pueda gestionar cambios de rumbo de larga duración.
La impresión es que todo dependerá de la relación de fuerzas regional -en particular de los papeles que decidan jugar Brasil y Argentina-, pero también de que el debilitado movimiento social – centrado aún en los trabajadores con empleo fijo-, consiga superar su crisis e incluir a los nuevos pobres, que son los más interesados en cambios radicales de largo aliento.
Sería muy malo que pasara lo que pasó en el PT de Brasil, del cual Lula excluyó a los discrepantes una vez que llegó al gobierno.
El Gobierno del Frente Amplio – Encuentro Progresista y su base de apoyo social
Muy pocos presidentes en el mundo -Hugo Chávez es uno de ellos, François Mitterrand en su primera presidencia, otro- han recibido un respaldo tan grande como el que acaba de recibir Tabaré Vázquez.
Ese patrimonio debería hacer la diferencia en el gobierno, puesto que la misma gente que respalda es la que lo exige y controla. El Frente Amplio tendrá mayoría propia en el Congreso. Lo cual constituye un logro histórico en la región.
Otra victoria, no menos importante y poco difundida, fue el rechazo a la privatización del agua, lo que es también es un fuerte precedente para toda la región. Y otro elemento importante a considerar es que, la fuerza mayoritaria en la coalición gobernante la tiene el Movimiento de Participación Popular – MPP- Tupamaros.
Jorge Brovetto, vicepresidente del Frente Amplio, estimó que el alto nivel de conciencia logrado en el pueblo, su unidad y el fracaso en el país de las políticas neoliberales, contribuyeron al triunfo de Tabaré Vázquez.
Señaló que una de las primeras medidas que tomará el Ejecutivo será restablecer las relaciones con el Gobierno y el pueblo cubanos que,- dijo- nunca debieron interrumpirse.
Como dice Eduardo Galeano:
Tremenda responsabilidad para los triunfadores. Para quienes fueron votados, y para quienes los votamos. Habrá que cuidar, como la hoja que cuida al fruto, este renacimiento de la fe, esta refundación de la alegría. Y recordar cada día cuánta razón tenía don Carlos Quijano, cuando decía que los pecados contra la esperanza son los únicos que no tienen perdón ni redención