La semana comenzó con los anuncios del gobierno luego de la gira por Washington. El equipo de Massa logró adelantar los desembolsos de dólares previstos con el Fondo Monetario para aliviar la presión sobre las cuentas públicas. El organismo exigió acelerar la devaluación, pero en el oficialismo creen que la caída abrupta del valor del peso puede precipitar una derrota electoral.
La pregunta que queda abierta después de un fin de semana agitado es si el acuerdo con el staff del FMI no volverá a impactar en los precios de la economía doméstica. La inflación continúa siendo el mayor flagelo que condiciona la voluntad de los electores, golpeados por una suba que en siete meses acumula 114%.
Con estas novedades dando vueltas abrimos el ciclo de entrevistas económicas de Revista Zoom. En esta oportunidad, dialogamos con un protagonista que hasta no hace mucho tiempo tuvo incidencia en las decisiones del oficialismo, además de participar en los principales debates internos, y sostuvo el Frente de Todos durante buena parte de su gestión.
Matías Sebastían Kulfas es economista, docente de la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires (UBA), integró el directorio del Banco Nación entre 2008 y 2012, es autor de los libros Los tres Kirchnerismos, y Un peronismo para el siglo XXI (ambos por Siglo XXI editores), y desde el 2019, hasta el 2022, fue ministro de Desarrollo Productivo de la Nación.
La inflación y las negociaciones con el Fondo Monetario
En varias entrevistas explicaste que la principal causa de la inflación se encuentra en el déficit fiscal motivado por la emisión. ¿Podés profundizar esta definición?
El punto central tiene que ver con la financiación de manera persistente de ese déficit a través de la emisión monetaria. Mi posición no es dogmática. No estoy de acuerdo con los monetaristas que plantean que la emisión siempre es inflacionaria. Pero tampoco estoy de acuerdo con los que consideran que se puede tener déficit fiscal financiado con emisión y que en cualquier circunstancia, eso no genera inflación. Ambas posiciones extremas son equivocadas.
Hay que analizar el total del déficit para observar varias cosas. Por un lado, cuánto está financiado con colocaciones de deuda del mercado local y, por otro, cuanto es lo que está financiado con emisión. Cuando hay exceso de emisión una parte termina presionando al dólar.
En el caso argentino esto hace que suba la cotización. Es el mecanismo de transmisión por el cual se acelera la inflación. Hay que buscar el equilibrio fiscal y la emisión tiene que ser una fuente de financiamiento esporádica sobre situaciones particulares con mucha precaución.
Durante la etapa de gestión que compartiste junto al ex ministro de Economía, Martín Guzmán, se los criticó por el acuerdo que cerraron con el Fondo Monetario. Se dijo que el acuerdo es inflacionario y que es la principal causa de la escasez de dólares. ¿Qué interpretación tenés del acuerdo?
Creo que es el mejor acuerdo que se podía lograr en esas circunstancias. Primero, es un acuerdo que trajo alivio financiero y permitió postergar muchos pagos imposibles de abordar. En segundo lugar, no trajo ninguna de las clásicas reformas estructurales que el organismo acostumbra a exigir, es decir, reformas de corte neoliberal. En resumen, el acuerdo no implicó ninguno de los tradicionales recortes de gastos. Más bien fue un proceso gradual y paulatino de convergencia macroeconómica.
Decir que el acuerdo es inflacionario me parece un error. En todo caso Argentina ya venía con un esquema de inflación de moderada a alta. Su aceleración se generó a partir de la guerra de Ucrania, un escenario que se replicó en varios países del mundo. Me parece casi un infantilismo asociar la inflación al acuerdo con el FMI.
De todos los errores que cometió Macri, el más grave fue firmar un acuerdo con el FMI. Le tocó a este gobierno reestructurar y creo que, de todas las opciones, el camino elegido fue el mejor. Quienes criticaron el acuerdo no tenían una alternativa. Decían que hubiese sido mejor seguir negociando, pero continuar las negociaciones, en el marco del default, habría ahogado la reactivación que tuvo la Argentina.
La gestión de Alberto Fernández
Sobre el final del gobierno de Alberto Fenández, ¿qué cosas crees que se han hecho bien y cuáles no se han resuelto de la mejor manera?
Tiene muchos puntos a favor. Hizo un buen manejo de la pandemia. Logró que no faltaran insumos. Reaccionó rápidamente con una política de hospitales modulares, políticas para cuidar el empleo (ATP, IFE). Estas políticas permitieron cuidar a la población en lo económico y en lo sanitario. Cuando ves las estadísticas agregadas, se observa que Argentina está entre los países con menor incidencia de muerte por COVID de América Latina.
Además de lo anterior, logró gestionar el acuerdo con el Fondo Monetario que, dentro de las posibilidades, fue un buen acuerdo. Cabe tener en cuenta la reactivación económica y las agendas productivas que el gobierno incorporó.
Tiene otros puntos en contra. Quedó encerrado en las internas que impidieron darle más contundencia a algunos avances y en un problema de alta inflación. La situación era muy complicada al comienzo y se terminó agravando por algunos factores que ya mencioné, la pandemia, la guerra de Ucrania y la sequía. Creo que el momento del plan de estabilización era para el 2022, sin embargo, quedará pendiente para el próximo gobierno.
Las diferencias con el kirchnerismo
¿Qué diferencias tuviste durante tu gestión con el kirchnerismo?
Tuvimos varias diferencias, pero me voy a concentrar en tres puntos. La primera se relaciona con la política económica. En el “cristianismo” impera una visión en donde todo pasa por un estímulo a la demanda. Si estimulás la demanda, pero al mismo tiempo no apuntalas la oferta productiva, terminas aumentando el precio de las importaciones, generando un problema del sector externo, un problema de balanza de pagos. Te quedas sin dólares. Se vio durante los gobiernos kirchneristas y volvió a aparecer como diferencia en este período.
En segundo lugar, hay diferencias en la política energética. En el sector cristinista hay una defensa muy férrea de los subsidios. Está bien para los sectores que lo necesitan, pero subsidiar la energía y el gas para sectores de altos ingresos y medianos ingresos es un grave error. Sobre todo en la ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires. Hubo una clara obstaculización en la racionalización del esquema de subsidios.
Hay que tener una política energética mucho más contundente respecto a promover la inversión. Estoy convencido de que la energía puede ser un camino para equilibrar las cuentas externas, para tener superávit de balanza de pagos que te permita acumular reservas y, de esa manera, ayudar a estabilizar la economía.
El tercer punto es nuevamente la visión de la inflación. Para el “cristinismo” la suba tiene orígenes oligopólicos o monopólicos. Es decir, cómo las empresas formadoras de precios buscan aumentar sus márgenes, eso termina impactando en la inflación. Sin desconocer la existencia de monopolios y oligopolios, no está ahí la causa de la inflación.
La inflación tiene que ver con un montón de fenómenos que son de origen macroeconómicos. Vamos a poner un ejemplo. Si sube el precio del trigo, que es un insumo clave para hacer harina y la harina para hacer fideos, la empresa que fabrica fideos va a tener que subir el precio y eso es independiente de si es un monopolio, un oligopolio o una empresa pequeñita.
En todos los casos lo que tenés es una suba de costos que presiona sobre los precios de la economía. Hay un montón de macroprecios que están desatados por un problema de inestabilidad de la macro que no se puede responder de otro modo que con políticas macroeconómicas. Para esto los controles de precios no te sirven. Pueden ser una buena herramienta de ayuda pero no son la solución al problema inflacionario.
Estas diferencias se relacionan con el análisis histórico que hacés sobre los tres gobiernos kirchneristas. ¿Qué crees que falló durante aquel período para llegar al escenario actual?
En mi libro Los tres kirchnerismos yo hago hincapié en las debilidades de la estructura productiva del país. Se pueden enumerar algunas. En la política industrial no hubo una transformación de la agenda productiva sino más bien un crecimiento con base en los patrones previos. De este modo se consolidaron muchas industrias demandantes de divisas generando una dificultad adicional ya que no se trabajó sobre lo nuevo.
En segundo lugar, falló la política energética del período. Este aspecto es muy relevante, uno de los grandes talones de aquiles. Mientras la demanda de energía aumentó 50% motivado por el crecimiento industrial y mayor conectividad en los hogares, al mismo tiempo se observaba una caída persistente del 8 % por año de la producción del gas, el principal insumo para la generación eléctrica en la Argentina.
Este grado de falencia de la política que se verificó en el segundo y tercer kirchnerismo hizo eclosión sobre el final. Se observó en el deterioro económico cuya respuesta fueron mayores restricciones cambiarias que agravaron aún más la situación macroeconómica. Este es uno de los grandes problemas que motivó que el modelo productivo del kirchnerismo terminara en una política relacionada con aguantar el modelo más que con profundizarlo.
Es interesante la asociación qué haces entre una administración prolija de las cuentas públicas y la gestión política. Mientras tengas superávit fiscal, más grado de autonomía política tenés. ¿Podes explicarle al público no especializado en economía este planteo?
Existe una visión equivocada que plantea algo así como que tener superávit fiscal sería algo ortodoxo, algo de derecha, mientras que tener déficit fiscal sería algo progresista, de izquierda y heterodoxo. Creo que esa visión es totalmente falaz. Está bien tener déficit si lo podés financiar, No es algo que se pueda hacer de manera persistente, eso tiene un costo.
Lo que planteo es que tener déficit fiscal te obliga a buscar financiamiento dentro de los sectores que tienen excedentes financieros. Esos sectores, en general, no son actores económicos muy amigables con la política del peronismo. Tener superávit fiscal es lo que te da mayores grados de libertad para implementar la política pública.
El futuro económico del país
En varias oportunidades hablaste de la necesidad de implementar una corrección de las variables macroeconómicas pero con un enfoque peronista. ¿Cómo se implementarían esas medidas?
Cuando tenías una inflación de dos o tres puntos por mes la mejor receta era el gradualismo. Con ocho puntos mensuales de inflación no queda otra que estar hablando de un plan integral en formato de shock.
Un gobierno peronista lo tiene que hacer buscando que los costos no recaigan sobre los más vulnerables, generando mecanismos compensatorios desde el punto de vista de la política fiscal.
La estabilización va a generar un efecto muy positivo sobre los asalariados, eso está demostrado porque permite valorizar mejor el salario, aprovechar la baja inflacionaria, poniendo un montón de recursos en valor, mejorando el crédito, etc. Hay varias cosas que son positivas de una estabilización.
Está claro que entre medio hay un montón de problemas que cabe administrar correctamente porque una estabilización no es algo que se haga sin costos. Creo que un gobierno peronista es el que puede lograr justamente un mayor balanceo de esos costos.
¿Estás de acuerdo con la idea de una suma fija al salario?
Hay que fortalecer la negociación salarial. En algunos sectores la suma fija puede contribuir, pero en otros no. Tener una política unificada puede servir como en el 2012, es decir, en plena crisis, pero no en un contexto donde hay negociaciones paritarias abiertas.
¿Estás de acuerdo con el diagnóstico de algunos especialistas respecto de que Argentina tiene por delante un año de bonanza económica debido a la exportación de gas no convencional y litio?.
El año próximo va a ser muy bueno. Va a haber una buena cosecha con la reversión de la sequía. Al mismo tiempo, va a haber una mejora en la balanza energética por el ahorro de gas que se genera con el “Plan Gas” que implementamos en el 2020 y la obra del gasoducto. Todo esto nos va a permitir el abastecimiento energético.
Va a haber una mejora en la balanza comercial, en parte porque el litio puede incrementar su saldo de exportación. Para la exportación de gas va a llevar más tiempo porque implica otra obra de infraestructura. Sin embargo, se han dado las condiciones para iniciar ese camino.
En varias oportunidades mencionaste que estabas en conversación con Daniel Scioli. Ahora que Unión por la Patria tiene una sola fórmula, ¿estás dialogando con alguien? ¿Pensás en la posibilidad de acercar tus propuestas al equipo de Massa?
Estuve conversando con Scioli en un contexto donde parecía que iba a haber elecciones internas en el peronismo. Aquello era una opción para plantear las diferencias que hoy están claramente abiertas en la agenda pública.
Luego ocurrió lo que todos sabemos. Se llegó a una fórmula de unidad que potenció a la coalición de Unión por la Patria. Yo lo dije públicamente, voy a votar a la fórmula Massa-Rossi y mis propuestas están a disposición del peronismo. De hecho, las volqué en un libro que se llama Peronismo para el siglo XXI y, desde luego, como soy una persona que trabaja en el mundo del peronismo, mis ideas están a disposición de está fuerza política.