Transcurrido más de un mes de Javier Milei en el poder, la apuesta libertaria por refundar las bases de la Argentina parece encontrar su cauce en un escenario legislativo signado por la fragmentación y la ausencia de liderazgos opositores nítidos. Frente al ambicioso proyecto de reformas impulsado por el Ejecutivo, la oposición naufraga entre el rechazo explícito o el acompañamiento bajo algunos condicionamientos.
En este marco, conversamos con Mayra Arena, militante, referente peronista y analista política. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Tres de Febrero y Ciencias Económicas en la Universidad Nacional de San Martín. Actualmente dirige su propia consultora: “Arena Consultoría”.
Debido a sus ocupaciones, Arena no da entrevistas sistemáticamente en los medios. En esta ocasión, Revista Zoom accedió a una charla con ella en la que se habló sobre el rol que le cabe a la oposición y especialmente al peronismo ante el avance del proyecto económico libertario.
-¿Cómo evaluás el primer mes de gestión de Milei? ¿Hizo algo que no esperabas que hiciera o, al revés, esperabas que hiciera algo que no hizo?
-Creo que está haciendo lo que esperábamos que hiciera y que está teniendo más facilidad de la que incluso muchos de sus votantes pensaban que iba a tener. Mucha gente lo votaba con la seguridad de que no iba a poder romper todo; gente que lo votó y no sabemos por qué. Y, sin embargo, se está encontrando con una parte del aparato político que le allana el camino. En Argentina es mucha la gente que piensa que rompiendo todo lo público, lo privado será posible. Que rompiendo todo lo estatal, el capitalismo y el desarrollo del mismo será inminente. Para mí es un grave error de concepto, ya que el capitalismo no se desarrolla por arte de magia. Todos los países desarrollados tomaron decisiones estratégicas en ese sentido –casualmente, inversas a las que está tomando Milei— porque casi siempre se protege a la industria, a la pequeña empresa, o a lo que no puede competir con el exterior. Así que creo que se le está haciendo más fácil de lo que incluso muchos de sus votantes querrían.
Una cosa que sí me está sorprendiendo es que lo veo a él y a todo su aparato de comunicación muy vulnerable a la crítica, y su armado político no lo protege porque lo que salen a comunicar siempre es respaldando toda esa sensibilidad y la imagen que él pretende dar. Ahora, por ejemplo, lo están atacando con su hombría, con su virilidad –algo que todos sabemos que para los varones es un mundo aparte—, y lo veo muy vulnerable a esas balas y creo que tener una desprolijidad o una tan alta sensibilidad a cuestiones tan banales lo puede hacer perder legitimidad o lo puede hacer perder fortaleza política por una estupidez. Entonces, no se te cae el gobierno por un ajuste o una devaluación del 50% y se te cae porque quizás, no sé, mostraste una foto de tu intimidad para mostrar que no sos lo que todos dicen. Creo, entonces, que el mayor enemigo de Milei es su volatilidad, que el riesgo más grande es su carácter volátil y su tendencia hacia los extremos. Institucionalmente está muy poco cuidado y da una imagen muy poco cuidada.
-¿Cuál consideras que debe ser el rol de la oposición en estos momentos?
Primero: ordenarnos. No estaría apareciendo un conductor. El gran problema que tenemos es que no hay alguien que pueda unir la gran fragmentación que hay, y el peronismo se encuentra en un momento de gran debilidad. Creo que hay dos grandes espacios, uno más peronista cristinista y otro peronista no cristinista, y aún no podemos superar las diferencias internas. He tratado de amainar esa bronca que hay entre los dos sectores, de minimizarla, porque creo que el gran problema es que hoy gobierna un tipo que puede hacer cualquier cosa. Pero no están saldadas las broncas y como no están saldadas todo el tiempo nos tiramos algo por la cabeza. El desencanto y el silencio nos han traído hasta aquí, entonces legítimamente nadie se quiere callar tampoco. Pero si no aparece alguien que una esas dos partes y de nuevo nos quieren llevar de los pelos para un lado o para el otro, no vamos a estar fuertes para ganar porque no va a haber una militancia convencida. Yo creo que el que surja tiene que tener legitimidad y para eso se tienen que empezar a dar debates y disputas que aún no se están dando. Y sí creo, contrariamente a lo que se ha dicho desde el sector más cristinista, que hay que mostrarse políticamente. Yo no estoy especulando con unas elecciones o con quemarme como sí especula algún sector, y creo que si no se muestra nadie y Milei arrasa con todo, mucha gente va a sentir que el presidente está haciendo lo que tiene que hacer porque políticamente tampoco hay nadie que muestre otra cosa. Por supuesto, uno no puede negar la legitimidad del presidente, pero eso no quiere decir facilitar el desguace del Estado y de políticas públicas que llevó décadas, sino un siglo entero, consolidar.
-Mencionás el tema de la falta de conducción en el peronismo. ¿De dónde pensás que puede emerger un nuevo liderazgo?
Sea de donde sea que venga ese liderazgo, va a tener que tener la capacidad de enamorar y de lograr una gran legitimidad. El gran problema que tenemos los peronistas no cristinistas es que no ha aparecido un espacio con un conductor que logre que la mayoría de los compatriotas que votan al peronismo sientan ese olorcito como que el poder va para allá. Han surgido muchos de los nuestros que salen en los medios; algunos son híper carismáticos y tienen millones de reproducciones en YouTube. Sin embargo, no logran transformar ese gran carisma en votos o esos grandes argumentos racionales en votos. Este es el desafío de estos dos años: encontrar un personaje que legítimamente encuadre en las características que creemos que debe tener un peronista, que surja legítimamente después de disputas y debates y que, sea de donde sea que surja, que no sea a dedo, que es el gran problema que tuvimos los últimos diez años.
-Entre el DNU y la Ley Ómnibus, hay una enorme cantidad de reglamentaciones y disposiciones y, por lo tanto, una enorme cantidad de planos de la vida social y económica del país afectada por ella, lo cual torna difícil organizar y encauzar el rechazo a su política. Si no se pueden librar todas las batallas, ¿cuáles son las principales batallas que dar?
Yo creo que esa es la trampa de ellos. Sacar un DNU en el que, lógicamente, si hay 700 cosas no pueden estar las 700 mal, y entonces hay que discutir una por una. Esa trampa siempre la han hecho los gobiernos que toman decisiones impopulares, que es avanzar con tres o cuatro y la gente poner el grito en el cielo por una o por dos, mientras avanzan en las otras. Para mí todas las decisiones que Milei y su equipo quieren tomar buscan romper las bases argentinas, las bases del Estado, de la política. Estas decisiones, a mi criterio, implican tomar un camino que significa el fin de la clase media argentina. ¿Cómo logramos tener clase media argentina? Logrando que los trabajadores durante un buen tiempo estén bien pagos y accedan durante un largo tiempo a un montón de consumos que significaron no solo un aumento del flujo, sino un aumento de su capital. Es decir, en Argentina no es anormal que un trabajador pueda tener en algún momento su cero kilómetro. En otros países no se da, pero en este se dio. Eso para mí es tener políticas para que los trabajadores logren ser de clase media. Y no me parece que haya un ranking de cosas en el DNU (más allá de que seguramente las hay, porque todo o casi todo es ordenable), caer en eso es una trampa. Creo que con esta gente no se puede argumentar ni razonar, que no es una época en la que el pueblo busque tampoco una estructura de razón; simplemente estamos en una ola de locura y se perdió el miedo a tomar decisiones ridículas. Por eso, cuesta ser una oposición racional a un gobierno irracional, a un gobierno y a un presidente que muestra todos los días actos de irracionalidad absoluta. Por lo cual me parece que estos compatriotas o estos personajes políticos del partido que muestran una especie de idea de gobernabilidad o de no poner palos en la rueda, no están viendo que es una rueda que va a atropellar la realidad de los argentinos. Para mí hay que rechazar esto completamente.
-En las últimas encuestas de opinión se mostró que Milei conserva una imagen positiva alta. Buena parte de ese apoyo proviene de sectores que se ven seriamente afectados por sus medidas, ¿cómo ves el apoyo popular al presidente? ¿crees que se va a sostener por más tiempo?
Creo que sigue teniendo un amplio apoyo popular y seguramente se desgaste mucho más rápido en las clases medias y trabajadoras que en los sectores pobres. La clase media baja es históricamente la gran golpeada de la Argentina. Creo que a ese sector nadie lo entiende o no ha habido políticas que lo entiendan. Es el sector que se va a empobrecer muy drásticamente, que perderá el nivel de vida que conoce y que tendrá que ajustarse muy drásticamente. Y la política social, tal como la entendimos durante los gobiernos peronistas, no entiende a ese sector que no quiere ninguna política social. Es un sector que solamente quiere que su salario vuelva a tener capacidad de compra y que quiere tener empleo. Entonces, creo que tenemos que reordenar las prioridades en el peronismo, reevaluar nuevamente el salario como bien, como logro material de los trabajadores. Tenemos legalizada la explotación y no va a cambiar durante el gobierno de Milei. Además –y esto tiene que ver con una nueva forma de relacionarse con la política de manera muy banal—, creo que se han banalizado o simplificado al extremo cosas que no deberían simplificarse y que no logramos tener los argumentos para torcer esa mirada. La que más me molesta personalmente es la que dice: «la economía de un país es como la economía de la casa. No podés gastar más de lo que tenés». Se dice esta estupidez por todos lados –incluso algunos compañeros la legitiman— y cualquiera que lo dice parece por lo menos anunciar una verdad. Pero la economía de un país no es como la economía de una casa porque precisamente lo que hay es conflicto de intereses; lo que es bueno para algunos condiciona los intereses de otros. Entonces, si vas a simplificar al extremo y vas a decirme que la política de un país es como la política de una casa, por lo menos tené la honestidad de decirme que yo no duermo dentro de esa casa o que me vas a mandar a dormir afuera de esa casa cuando yo te planteo un conflicto. Esta simplicidad absoluta de problemas que son complejos logra ganarse siempre muchos adeptos porque si hay algo que logra la derecha es conquistar el sentido común, y nosotros no logramos salir con respuestas simples a estas simplificaciones extremas para recuperar un poco de legitimidad en la disputa. Creo que, si no tenemos voceros que lo hagan para que lo entienda cualquiera, con estas simplificaciones de moda quizás no sea Milei quien siga conquistando popularidad (quizás se planche o hasta empiece a decaer), pero eso no significa que inmediatamente la otra opción seamos nosotros, tal como sucedió con Cambiemos que se creyó la otra opción al peronismo y resulta que Milei les arrebató ese triunfo.
-Entre los debates y disputas que se dieron en el peronismo –durante los últimos años— estuvo el debate en torno a la política social y a la economía popular ¿Qué pensás de la economía popular como concepto y/o como proyecto político? ¿Qué pasa con ese sector históricamente destinatario de la política social?
Es una de las cosas que para mí forman parte de la gran separación en el peronismo. El concepto de economía popular para mí tiene una matriz gorila, que es la de separar aparte a los pobres. De decir que hay proyectos en los que están ellos y hay proyectos en los que están los otros. En el último tiempo pasaba que ya se daba por sentado que el Ministerio de Desarrollo Social era el de los pobres. ¿Y cuál es el gran desafío que va a quedar para quien gobierne una vez que Milei haga lo que vino a hacer y se retire, como él dice, a leer la Torá junto a sus hijitos de cuatro patas? La que va a quedar brutalmente empobrecida es la clase media y media baja, la clase laburante de nuestro país. Quizás no todos son de trabajos calificados; hay muchos gastronómicos, muchos ayudantes de lo que sea, gente que está empezando en un trabajo, empleados de comercio. Todo ese mundo de laburo que te sostiene la economía nunca se va a sentir parte de una economía popular porque son parte de la economía y no tienen por qué sentirse parte. Son los que construyen las casas, los que atienden los cafés a los que van los diputados, los que manejan los Uber que llevan a la gente, etc. Entonces, el gran desafío que va a tener la política es entender cómo recuperar a ese sector, cómo recuperar el poder adquisitivo de un sector que no quiere saber nada con la política social, y que quiere recuperarse a través del trabajo. ¿Por qué renunciaríamos a ese fin político que es el de generar trabajo, según el propio Perón, y a algunos les haríamos una mesita aparte porque aparentemente no están preparados para competir en el mercado laboral, para la economía real? Cuando es gente que quiere un par de zapatillas real, comprarse un celular real y vivir en casas reales. En ese sentido, creo que si renunciamos a la formación de los trabajadores y a la formación de los hijos de los sectores más pobres estamos diciendo que nos venció el sistema. Ahora, con Milei, los salarios generarán miseria y la miseria solo reproduce condiciones indeseables para la sociedad. Entonces, ahí yo creo que está el desafío político de pensar qué hacemos con los pobres. Porque no van a ser los pobres estructurales de siempre que nunca reclaman y que aceptan lo que se les da, sino que vas a tener a una gran parte del país empobrecida que no acepta el título nobiliario de pobre y que lo único que quiere es trabajar. ¿Cómo ajustas las tuercas de algo destruido para que rápido empiece a haber trabajo y empiece a haber demanda, sin enviciarte con la política de transferencias? Hay un sector del peronismo que pareció creer que con las transferencias económicas y las políticas sociales era inevitable el desarrollo, y no fue así, porque faltó la decisión estratégica de estimular la inversión en algún momento, incluso aunque en algunos periodos cortos hubiese significado sacrificar un poquito el consumo para estimular la inversión y para estimular el desarrollo de las industrias que necesitamos para generar empleo genuino y bien pago. Ese sector a veces parece no aprender de los errores y no solo no aprende, sino que los repite, y cuando pierde piensa que fue por falta de más de eso mismo.