La foto que se sacarán Michel Temer y Mauricio Macri en Buenos Aires enmarca el cierre parcial de un ciclo político-económico que atravesó en paralelo a las dos principales naciones del continente en estos primeros años del siglo XXI: el del PT en Brasil y el del kirchnerismo-peronismo en Argentina. Muy a groso modo, ambos procesos pueden ser caracterizados por los siguientes trazos comunes: a) tuvieron una favorable situación en sus términos de intercambio durante la mayor parte de su gestión, b) implementaron políticas activas de distribución del ingreso (Bolsa Familha, Fome 0, AUH), c) propiciaron un heterogéneo y no radical avance de la participación del Estado en la economía (estatización de YPF y Aerolíneas en Argentina, expansión del rol de Petrobras en Brasil), d) ampliaron ciertos derechos civiles (cupos a minorías en el sistema universitario brasileño, matrimonio igualitario en Argentina), e) se vieron deslucidos por ciertos casos de corrupción altamente difundidos y utilizados por los principales medios de comunicación locales y f) no lograron dar respuesta a tiempo a una segunda generación de demandas y políticas más profundas y sofisticadas, como por ejemplo en el área de transporte y movilidad urbana, política industrial y energética.
Lo que en principio se presenta como un “fin de ciclo” redundó en el arribo de dos “espacios”, el de Cambiemos y el de la alianza PMDB et al, que, si bien revisten algunos elementos comunes, también presentan diferencias. La actitud política obliga a estar alerta frente a los retrocesos en materia distributiva, de derechos y en relación a la pérdida de soberanía y recursos en determinadas áreas claves. Aunque también es preciso registrar las similitudes y diferencias entre ambos procesos para no caer en simplificaciones que afecten la articulación de propuestas, programas o proyectos superadores en ambos países.
Historia de dos países
En relación a las similitudes entre los espacios que se sintetizan en Temer y Macri se puede destacar: a) un mayor alineamiento con los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Europea, en detrimento de los BRICS, la UNASUR y el propio MERCOSUR, b) una retórica en favor de una menor participación del Estado en la economía (no tan real en los hechos si se analiza el reciente abandono de los objetivos iniciales de reducción del déficit fiscal por parte de Cambiemos en Argentina y la aprobación de las pedaladas fiscales por parte de Temer en Brasil), c) un marcado apoyo de los principales medios de comunicación, d) el rol de la primera dama, bela, recada e do lar, cual objeto de decoración de la figura presidencial, e) un aparato judicial que si bien les es funcional no pretende hacerse cargo de los costos sociales y políticos que proponen ambos espacios y f) figuras presidenciales que no resaltan por su carisma, sino por formar “equipos” o, más propiamente, coaliciones de intereses.
Las diferencias responden tanto a factores coyunturales como a procesos más estructurales de la historia política y económica brasileña y argentina. A continuación se marcan algunas de estas:
LA POLÍTICA. Existe una diferencia central en cómo llega cada espacio al poder: Macri ganó el ballotage, por poco, más por errores políticos ajenos que por virtudes propias, pero ganó. Temer asumió la presidencia sin pasar por una instancia electoral, en el conocido golpe jurídico-parlamentario. Paradojalmente, el caudal electoral de Dilma y de Cristina, las dos presidentas salientes, también es diferente. Dilma, desde que asumió en 2015, fue perdiendo apoyo al implementar un programa de ajuste que ahuyentó a los propios y nunca fue acompañado por los ajenos. En el caso de Cristina, es innegable que es un cuadro que está por encima de lo que ofrece el ecosistema político local y que aún conserva su sintonía con una porción no menor del padrón electoral, principalmente en la provincia de Buenos Aires, una de las más afectadas en el primer año de la gestión Cambiemos.
LA ECONOMÍA. Los límites del ciclo de crecimiento de Cristina estuvieron principalmente en la administración de la restricción externa y/o financiera. La economía argentina se paró por la falta de dólares, la de Brasil no. Si bien se puede discutir el patrón de inserción comercial brasileño durante la gestión del PT, la restricción externa en sí no era ni es hoy un tema urgente. De hecho, el Banco Central de Brasil hoy cuenta con reservas por encima de los 300 billones. La crisis económica que atraviesa Brasil es una crisis autoinflingida por el PT al travestir su plataforma de campaña asumiendo prácticamente la agenda de ajuste que proponía Aecio Neves en el ballotage, en una muestra del homem cordial brasileño. Para peor, esto dio lugar a los siempre astutos caricaturistas para señalar al caso brasileño como un fracaso de la participación estatal en la economía, cuando el segundo gobierno de Dilma fue, por el contrario, y por más que no guste decirlo, un gobierno de ajuste que llevó a una de las recesiones más prolongadas de la historia brasileña.
LA AGENDA. La agenda económica del propio Temer es radical, con girones pre-capitalistas y senzala: flexibilización laboral con la posibilidad de extender la jornada de trabajo a 12 horas, privatizaciones, recortes en educación y salud, desjerarquización de los Ministerios de Cultura y de Ciencia, Tecnología e Innovación. Si bien Cambiemos parece avanzar en algunos puntos similares, por ejemplo con ARSAT, la intensidad, al menos por el momento, es menor. No parece políticamente viable, al menos en este primer año ni en un 2017 electoral, plantear una agenda abierta de privatizaciones y flexibilización laboral. El endeudamiento externo parece ser un elemento común a las dos administraciones, que sin dudas vendrá acompañado por restricciones y condicionantes sobre la política económica local, al tiempo que plantea interrogantes respecto a la sostenibilidad financiera futura.
«Es preciso registrar las similitudes y diferencias entre ambos procesos para no caer en simplificaciones que afecten la articulación de propuestas, programas o proyectos superadores en ambos países»
LA “RESISTENCIA”. A pesar del proceso de fragmentación del peronismo, Macri enfrentó un fuerte paro y movilización por parte de los gremios universitarios a los pocos meses de iniciar su mandato, luego vino la marcha de San Cayetano y la Marcha Federal, y hacia adelante, los gremios, si bien contemplativos en el caso de la CGT y más fuertes en el caso de la CTA-ATE, ya instalaron la posibilidad de un paro general ante el deterioro en el salario real y el parate en el nivel de actividad interna. En Brasil, pese a que el impeachment fue reciente, se trata de un proceso más disruptivo en relación a las instituciones democráticas. No obstante, por ahora, las movilizaciones son principalmente inorgánicas, con mayor presencia en las redes sociales que en el povão. En ambos países la situación aún está abierta. La juventud brasilera parece involucrada y movilizada, al tiempo que recientemente volvieron a surgir los black bloc. De todas maneras, de arranque y por historia, la participación política está más organizada en Argentina.
LA INVERSIÓN EXTRANJERA DIRECTA (IED). Ambos espacios imaginan una mayor participación del capital extranjero en la economía. No obstante, la situación de partida es bien distinta: Brasil, junto a Perú, fue uno de los países de América Latina que más IED captó en la última década. Argentina fue uno de los que menos participación tuvo. Es empíricamente incorrecto señalar que Brasil estuvo “afuera” del mundo. En el caso argentino, si bien la IED tiene cierto margen de incremento, precisa de tiempo, demanda y “reglas claras” para recuperarse, al tiempo que también es empíricamente incorrecto pensarla como el motor de la economía. El principal problema aquí está en que, frente a un mercado interno en retracción y ante la urgencia de recuperar el crecimiento para validar sus credenciales políticas, ambos gobiernos opten por la mera transferencia de rentas (privatización parcial de la Petrobras, de ARSAT, etc.) con el argumento de la reducción de déficit fiscal. Así, en vez de promover la obtención de rentas a través de la innovación, se promovería a los buscadores de rentas, a través del traspaso de activos, capacidades públicas o reservas de mercado.
EL ECOSISTEMA EMPRESARIAL. El rol de las principales cámaras empresarias es y fue diferente. La FIESP (Federación de Industrias del Estado de São Paulo) militó activamente el impeachment de Dilma usando sus pantallas gigantes en la Avenida Paulista para pedir la renuncia já. Por su parte, las posiciones en la UIA parecen ser más heterogéneas. Si bien aportó algunos funcionarios al gobierno de Cambiemos, como lo hace con todos los gobiernos, varios de sus empresarios pertenecen a otros espacios políticos, al tiempo que otros tantos hicieron saber su malestar en la última reunión anual. En Argentina, Cambiemos le dio lugar a la comunidad emprendedora local, que deberá estar atenta tanto a la creación como a la muerte de empresas y a que la creación, en vez de por oportunidad, comience a darse por necesidad. La desnacionalización y venta de empresas nacionales es otro riesgo latente.
LA FUNCIÓN PÚBLICA. Una fuerte diferencia poco destacada en los análisis es que Temer comenzó su mandato dando un aumento a los empleados públicos, lo cual muestra la importancia que en la estructura social brasilera tiene el “servidor público”. En el caso de Macri, se comenzó con una ola de despidos, y la supuesta diferenciación entre empleo productivo (privado) e improductivo (público). Sin embargo, en las últimas semanas se difundió el dato de empleo público de 2016, el cual está en niveles similares a los de 2015. Esto significa que en vez de reducir la llamada “grasa militante”, lo que en verdad se hizo fue limpiar (y estigmatizar) una camada de cuadros para colocar otros, de diferente perfil, seguramente afín. Esto habla de la precaria estructura de contratación y de los precarios planes de carrera dentro del Estado argentino.
A futuro, los espacios tanto de Temer como de Macri coinciden en tener una cosmovisión cercana a la de la década del 90, en la cual la retirada del Estado, la privatización de activos públicos y la IED tuvieron un rol relevante. No obstante, ni Temer es Fernando Henrique Cardoso ni Macri es Carlos Menem. Ni la coyuntura internacional ni la situación local presentan las “condiciones necesarias” para la lluvia de dólares que financie consumo e inversión doméstica. Tampoco parece haber margen para el avance de un proceso de privatizaciones similar al ya experimentado por ambas economías, principalmente porque ya no hay tantos activos para vender. Argentina luce mejor posicionada para atravesar este proceso conservando ciertos umbrales mínimos relativos a la distribución del ingreso, los derechos laborales y sociales y determinados bienes públicos en materia educativa y de ciencia y técnica. Esto se debe no sólo factores coyunturales, sino a una historia político-institucional diferente. La justicia mantiene parcialmente afuera del juego político a Lula y, si bien empezaron a moverse, Cristina y el peronismo aún parecen estar calentando motores. La unidad del peronismo de cara al 2017 aún es un interrogante. El gobierno de Temer luce como un gobierno de transición, que realice el “trabajo sucio”, para darle lugar a un liberalismo más “chapa blanca” como el de Marina Silva o del representante del PSDB que aparezca. La incógnita es determinar cuál será el grado de avance y de resistencia en este proceso. A casi un año de haber asumido, Macri aún parece estar en observación, ya no por los ajenos, sino por los propios.
Dicho esto, finalmente, fora Temer.