Lugo, un clivaje estratégico en la vida política

La autora es politóloga. Aquí, analiza los desafíos que enfrentará Lugo para sostener su alianza de gobierno y los obstáculos que deberá sortear ante una dura oposición.

La característica de la dinámica política paraguaya en las últimas seis décadas, no ha sido, precisamente, la alternancia de color político en la cúspide del Poder Ejecutivo. Al indagar sobre la naturaleza y el rol de los partidos políticos, hallamos definiciones teóricas que parecerían no explicar el caso puntual de la funcionalidad que ha tenido el Partido Colorado —ANR— en Paraguay.

Dicho esto, surge un conjunto de interrogantes que, aunque difíciles de responder, permiten dar cuenta de la complejidad del sistema partidario paraguayo y de la multicausalidad que explica el suceso acaecido en las elecciones del corriente año; a saber: el triunfo de un candidato outsider completamente ajeno a la tradición política del país, que irrumpe en el escenario, resquebrajando las seis décadas de partidocracia colorada.

¿Cómo puede enriquecerse una democracia cuando un partido político permanece en el poder por más de sesenta años y la mitad de los mismos corresponde a una feroz dictadura? ¿De qué manera la oposición va quedando excluida de la dinámica política cuando su participación en la misma se ve acotada por un “mega-partido” que avanzó estructuralmente en toda la geografía del país?¿Qué función cumplirían los partidos que representan los intereses diversos de aquellos individuos que no están contemplados en la plataforma de la ANR?

La República del Paraguay fue escenario de un ciclo de elecciones presidenciales en las que salió triunfante el Partido Colorado de manera ininterrumpida e inalterada: todos los procesos electorales presidenciales existentes posteriores a la caída de Higinio Morínigo (en 1948) llevaron al poder a un candidato del coloradismo, lo que deja un saldo claro de excluidos de la política nacional. A modo de ejemplo, uno de los candidatos a las internas de la ANR dijo en una entrevista: “Primero hay que ganar las internas del partido… y después ya se es presidente del Paraguay”, con la total certeza de que la elección que valida el poder es la de los afiliados al partido y no la de la masa ciudadana.

Es preciso mencionar que esta organización, ofició de respaldo legislativo al Presidente Stroessner, quien dirigió los hilos políticos del país durante mas de tres décadas, dando forma a una cruenta dictadura patrimonialista, que contó con un número importante de exiliados y desaparecidos. Una vez más, se confirma que el proceso de perdurabilidad de la ANR superó incluso los momentos autoritarios del país.

El desarrollo partidocrático paraguayo se rompe con el triunfo luguista en abril del 2008. Sin embargo, el deterioro de la democracia —jamás consolidada— (“democracia perenne”, Soler, 2002) y de las instituciones que hacen al funcionamiento de la misma es notorio. El país muestra marcadas falencias no sólo en la dinámica política y en el rol del ciudadano, sino en otros aspectos que influyen definitivamente en la fluctuación de votos; a saber: nivel de escolaridad, inserción en el mercado laboral, índices de urbanización, satisfacción de necesidades básicas, entre otros.

Frente a estos planteos, los desafíos del nuevo gobierno son numerosos y de difícil superación: reconstruir las instituciones democráticas para poder dar forma a la transición —quizás nunca finalizada o quizás nunca iniciada— y forjar los lazos de una conciencia ciudadana, que implique gestar la idea de pertenencia a un país y a una nación, no necesariamente aliada a la idea de ser parte de la ANR. Junto a esto, no puede dejarse de lado la acuciante necesidad de mejorar la calidad de vida, mediante la creación de nuevos puestos de trabajo, la reactivación del sistema de salud público, el logro de los mayores niveles de escolaridad alcanzables, la reactivación de las empresas públicas, la mejora de los contratos energéticos internacionales, la promoción del turismo y otras actividades económicamente rentables.

Si las tareas anteriormente nombradas son sumamente intrincadas, igualmente dificultoso será sostener la cohesión interna de la Alianza Patriótica para el Cambio; lograr quórum parlamentario mediante negociaciones con partidos opositores —incluyendo al propio Partido Colorado—; modificar un sistema burocrático que se formó, creció y estableció bajo mandato colorado: establecer intereses comunes con el partido liberal para evitar un resquebrajamiento poco estratégico del bloque parlamentario – ejecutivo y; sobre todo, mantener y reforzar el apoyo popular para hacer posibles todas las metas de mediano y largo alcance propuestas por la plataforma luguista.

El camino por venir es complejo, pero Paraguay ha comenzado un nuevo proceso histórico, marcado por el clivaje electoral del 20 de abril del corriente año. El logro de cambios tangibles o el regreso al status quo coloradista depende, entonces, del desempeño y la capacidad de gobernabilidad del reciente mandatario y de su habilidad para mantener firmes aquellos pilares que lo llevaron al poder.

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