Los valores perdidos se encuentran en los pobres.

Cuando estalló la crisis de 2001 los que más sufrieron fueron los pobres, los excluidos, los que menos tenían. A partir de 2003, el país venía muy bien con crecimiento y más trabajo, pero hubo un antes y un después con el conflicto del campo. En ese momento se empezó a notar un retroceso y a la gente se la nota con más tristeza.

En los comedores empieza a haber más gente y se nota que algunas cuestiones están más difíciles, aunque lo que se marcó en la gente humilde es la esperanza, la expectativa y la mística de que todos tiramos para un mismo lugar. Los errores de los de arriba los pagan los pobres con su desaliento. En ese conflicto el gobierno se equivocó en la forma en que comunicó las cosas, a pesar de que era una medida justa en la búsqueda de empezar a tener una más justa redistribución de la riqueza.

O como en el tema de las AFJP, donde es obvio que esos fondos deben ser administrados por el Estado. Pero como la manera en que el gobierno presenta los temas es un poco desprolija, no se comunican bien sus acciones, aunque estas sean buenas como este caso. Así, después queda preso de las presiones de los medios de comunicación y la oposición que solo busca sacar una tajada de cualquier conflicto que enfrente el gobierno. Igualmente, la coyuntura actual no es tan grave como el conflicto con los patrones del campo donde hubo dos plazas y el país se dividió en posturas irreconciliables. Allí, hasta la clase media estuvo dividida y todo lo que pasó fue algo que a mí me dolió mucho.

Por suerte, con las AFJP no se llegó a tanto. En este caso, es claro que lo privado busca el lucro y no el bien del pueblo, ya que a ellos no les interesan los pobres y para redistribuir a los que menos tienen está el Estado. Por eso, se cae de maduro: el Estado debe administrar todos los fondos de los jubilados argentinos porque es el responsable final del destino de todos los ciudadanos.

Y, aunque estoy de acuerdo con la mayoría de las decisiones que toma, el gobierno nacional creo que todavía tiene una deuda social con la redistribución del ingreso de las capas más humildes. En los barrios pobres sigue el hambre y la marginación, con muchos jóvenes sin perspectiva y donde el paco hace estragos. Ahí no veo una decisión definitiva de terminar con todo esto.

Mucha gente me pregunta adónde quedaron los valores de nuestra sociedad y yo les contesto que siempre la mayoría de los ejemplos vienen desde abajo. Allí donde no hay nada, entre los pobres, el amor y la solidaridad son valores primordiales. Es increíble ver el esfuerzo solidario de los hombres de los barrios pobres, porque en eso la clase media es más individualista y entre los más humildes es más común que te ofrezcan una mano.

La llamada crisis de valores creo que está en la llamada clase media, no es un problema de los de abajo. Allí es el reino de la ternura y el heroísmo diario y de esto sobran historias cotidianas. Como cuando muere un chiquito de una familia que no tiene recursos y no saben de dónde sacan la plata para enterrarlo y de repente, no se sabe cómo, aparece el cajoncito y los vecinos que acompañan a esa familia, aunque sea de a pie, al cementerio. Así, todos juntos, le hacen frente al dolor y se acompañan a sí mismos.

Esas conductas no se repiten en otras clases sociales donde lo material, el reino del individualismo y el sálvese quien pueda son las máximas. Por eso, cuando me preguntan por los valores perdidos, les digo que se fijen en los que menos tienen y allí encontrarán los ejemplos.

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