Resultó extraño que Córdoba marcara la agenda nacional más por los resultados electorales de la ciudad capital que por el de toda la provincia. Ambos escrutinios sacaron la misma conclusión: se retornó a un panorama político previo al cambio del milenio, donde nueve de cada diez votos se distribuyeron entre dos fuerzas. Si en los ochenta y noventa, lo fueron el PJ y la UCR, ahora son Hacemos Unidos por Córdoba y Juntos por el Cambio.
Se habló más del triunfo oficialista en la contienda municipal que en la provincial, por su atractivo televisivo. Así quedó patentado entre el discurso eufórico del electo gobernador Martín Llaryora hablando de los “pituquitos de Recoleta”, y un perdedor radical Rodrigo de Loredo que le regaló a las cámaras presentes no solo a las principales figuras nacionales de la fuerza opositora nacional con caras tristonas, sino también la frase patentada en el zócalo: “Los hice venir al pedo”.
Sobre “los pitucos” que mencionó Llaryora se generaron diferentes lecturas en los medios nacionales. Desde una línea oficialista al gobierno nacional subrayaron que los dichos fueron para marcar la supuesta inoperancia de la coalición derechista, con la expectativa de que eso se replique en las PASO y en las generales. Mientras que los más cercanos a ese frente opositor no se lo perdonaron y le recordaron que quienes dirigen al Frente de Todxs también tienen sus habitaciones en Recoleta.
Quienes más se sintieron ofendidos –en particular una parte de quienes trabajan en La Nación más—, se apresuraron en exponer una fotografía de una coqueta vivienda, afirmando que se ubicaba en la ciudad de San Francisco, donde fue dos veces intendente Llaryora, y que estaría siendo alquilado por el actual jefe capitalino. Resulta que esa imagen fue extraída de un informe periodístico publicado el verano pasado y elaborado por su humilde servidor, para el portal Striptease del Poder. La mansión, en realidad, está a nombre de la esposa de Luis Juez, con la curiosidad que ella es monotributista de categoría D, y que no se encuentra en San Francisco, sino en el Cañuelas Country Golf, en el sur de la capital. Durante un día entero, lo más comentado en Twitter fueron “Luis Juez” y “Martín Llaryora” por este desliz periodístico, que fue utilizado por algunos programas de C5N para burlarse de sus colegas.
El sanfrancisqueño marcó agenda y eso lo llevó a tener el pecho más envalentonado, dispuesto ahora a disputar el sillón de Rivadavia. Si será en cuatro u ocho años, dependerá de cómo piloteará su primera gestión como gobernador, que tendrá la anomalía no solo de tener como vicegobernadora a una afiliada del radicalismo –a la cual los dirigentes de la Unión Cívica Radical están analizando si logran desafiliarla o no antes de la asunción del 10 de diciembre—, sino que además no tendrá quórum propio en la Legislatura, y encima no tiene mayoría en el Tribunal de Cuentas, con lo que se pronostica algunos carpetazos judiciales y legislativos en su contra.
Gritos o insultos
“Él se está refiriendo al centralismo que hay en la Argentina y la falta de federalismo”, aclara insistentemente Juan Schiaretti, en su traje de precandidato a presidente, cuando desde Buenos Aires le preguntan sobre los comentarios de su delfín. En su provincia, el “Gringo” empezó una fuerte campaña por distintas regiones para mantener un núcleo duro de votantes que le garanticen el 1,5% para pelear las elecciones de octubre. Se calcula que entre una tercera y cuarta parte de los votos válidos cordobeses lo apoyarían, lo cual le daría una base del 2%. Distinto es cuando tiene que hacerlo por fuera de los límites geográficos provinciales, y más si se acerca a los canales de televisión de CABA. “No es responsabilidad de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires”, insiste el actual gobernador a la hora de criticar esa porteño-centralidad. Finalmente, calificó a Sergio Massa como parte del fracaso de las políticas del actual gobierno y mantuvo firme su postura de no bajar su candidatura, pero reconoció estar dispuesto a volver a dialogar con Horacio Rodríguez Larreta, siempre y cuando gane la interna contra Patricia Bullrich.
La garganta poderosa de Llaryora no comenzó en los resultados electorales de la capital sino en el acto de lanzamiento de Schiaretti en Córdoba. Ahí, en el Espacio Quality, al sur de la Ciudad Universitaria, fue donde se destacó por ser el más gritón, además de que también fue duro con el Frente de Todos, sabiendo que el día posterior se iba a inaugurar el Gasoducto Néstor Kirchner: «¡Nosotros hicimos los gasoductos troncales! ¡Ahora inauguran el gasoducto de Vaca Muerta, cuando no pudieron poner un solo caño en cuatro años! ¡Inoperantes!». Habría que decir que en el caso de las tuberías cordobeses tardaron una década y media, con una licitación que tuvo que volverse a repetir una o dos veces y que para solventarla se emitieron bonos de deuda que casi llevaron a la provincia al default, además de que en el medio apareció muerto un empleado de una subcontratista, frente a la casa de gobierno (con rasgos de tintes mafiosos), y que encima el gran ganador fue Odebrecht, siendo quizás su única obra local que no generó una causa penal.
El griterio llaryorista se contrapone con la pasividad del verdadero ganador de la contienda municipal, el actual vice Daniel Passerini, caracterizado como alguien más sereno, como su despeño como médico que atiende en un consultorio en un barrio donde la violencia urbana es recurrente. Passerini no ha tenido problemas en hablar en vivo con algunos medios afines a la fuerza de Unión por la Patria. Incluso, tuvo su cruce con Luis Caputo, donde el ex-ministro de finanzas de Mauricio Macri lo calificó de “pelotudo” en las redes sociales. El oriundo de Cruz Alta se limitó a responder que le generaba orgullo que esos sean sus rivales, mientras ponía cara ligeramente alegre en los programas de Cristóbal López.
No hay dos sin tres
Algunas lecturas transversales de quienes integran el frente oficialista nacional no descartan la posibilidad futura que el “llaryorismo” se integre a su proyecto venidero, sea dentro o fuera del poder ejecutivo nacional. Así quedó de manifiesto, casi en simultáneo, en boca de sus precandidatos competidores. Por un lado, desde San Juan, Sergio Massa prometió en un acto que no habrá «ningún pituquito de Buenos Aires que les diga qué hacer» a los sanjuaninos o cualquiera que viva lejos del puerto. Mientras que en Córdoba capital, Juan Grabois realizó también su acto proselitista, quien habló ante la prensa local afirmando que “Llaryora no es lo mismo que Schiaretti”.
Por tal motivo, podemos apurarnos a contemplar tres posibles variantes del peronismo hegemónico cordobesista, diseñadas en base a las especulaciones que tienen en el panorama nacional. El “schiarettismo” es aquel que no descarta la integración de Juntos por el Cambio –siempre y cuando cambie de nombre— para ensanchar la avenida del centro, poniendo como riesgo la unión entre Patricia Bulrrich y Javier Milei, pero con la efectividad de que eso lleve a que el kirchnerismo quede dejado de lado. Este último punto es compartido con el “llaryorismo”, solo que quizás no aceptaría darle la espalda a un Sergio Massa como presidente –dispuesto a todo por sacarse de encima a la figura de Cristina Fernández de Kirchner y sus aliados—, y teniendo el presente que el ala “delasotista”, más disperso, aceptaría encolumnarse por quien fue el aliado de José Manuel de la Sota, al compartir un frente en común en el año 2015. Por último, quedaría la duda si emergería el “passerinismo”, forjado por un electo intendente capitalino, que ocupó distintos cargos provinciales de la mano de Schiaretti y que a la vez siendo el vice de Llaryora nunca tuvo un cortocircuito a la vista. Un pragmatismo con buenos modales manteniendo la cautela de no apurarse en sacar conclusiones y asomando de a poco a un posible amanecer.
Pesada herencia
Mientras se contaban los votos de aquel domingo, el segundo tema importante para la provincia fue el inicio de la temporada de incendios, que arrancó en el cerro Uritorco, donde centenares de bomberos, brigadistas y vecinos/as autoconvocadas de la zona estuvieron cinco días seguidos combatiendo las llamaradas, y atendiendo a familias desalojadas en el faldeo, a la altura de Capilla del Monte, ante el riesgo de la quema de viviendas. En distintos puntos serranos, con la llegada del calor, la baja humedad y los vientos veloces, la cuestión electoral no será lo que siempre atraiga atención ante una comunidad sensibilizada por las amenazantes llamaradas, y atenta a las respuestas institucionales.
Por otro lado, se espera que en los próximos días se dicte la sentencia por el asesinato de Joaquín Paredes, el adolescente muerto por una serie de disparos efectuados por un escuadrón policial en el pueblo de Paso Viejo, Cruz del Eje, contra un grupo de pibes que violaban la cuarentena. Son seis los uniformados que están sentados en el banquillo de los acusados. Es el tercer juicio de este año sobre casos de gatillo fácil que ocurrieron en el actual mandato de Schiaretti, junto con los de Isaías Luna y Valentino Blas Correas. Los tres ocurrieron en el mismo año 2020. Mientras se realizaba la primera audiencia, una de las madres de víctimas asesinadas comentó en una radio abierta: “El responsable de la policía es el gobierno de Córdoba. El electo gobernador Martín Llaryora prometió que se venía una nueva era para Córdoba. Espero que cumpla con su promesa”.