Los socios del silencio

El escritor y músico rosarino traza una semblanza sobre los dos referentes santafesinos con proyección nacional. En el telebeam emocional, uno de ellos saca una luz de diferencia, pero el diagnóstico es categórico: «Ambos son callados, ambos apenas hablan, ambos son presidenciables, ambos no entusiasman.»

Las pintadas hace rato aparecieron en la ciudad y aluden a un Reutemann inundador y represor por los hechos del 2003 y 2001, respectivamente.

Casi 200 muertos en total es lo que le debe Carlos a la comunidad. Hermes, experto en salud, dio a la ciudad de Rosario, mientras estuvo como intendente, una cobertura hospitalaria digna de un país avanzado. Cuando puede, el gobernador alude a la represión, a los desaparecidos. Para el Lole ni existieron. A instancias de Binner se dejará de concesionar un inmundo bar de Dorrego y Córdoba, Rockefeller Center, donde antes funcionaba un centro de detención. A él, se debe el Museo de la Memoria también.

En la contienda espiritual de lo ético parece ir ganando el socialista. A los afiches mugrosos que rezan “Binner: un año perdido” o “Lole, volvé”, una súplica fantasma y pagada, los de la rosa de Boero contratacan con una eficiencia y agilidad mental de jovencito, y le anteponen con aerosol el sujifo De para formar la palabra devolvé . Lo que convierte al ex corredor en un sospechado aquerenciador de bienes ajenos. Así las cosas.

Binner apenas sonríe y Carlos parece un cadáver con las mejillas sonrosadas por un maquillador de funeraria. Ambos son callados, ambos apenas hablan, ambos son presidenciables, ambos no entusiasman.

Porque hay una verdad a gritos -que ellos nunca profieren-. Binner tienen un aire gerencial, dogmático y pausado, del tipo de patrón con el cual uno “puede hablar”. Reutemann está irreconciliable y en las aguas tenebrosas del peronismo, donde puede aparecer desde un barco encallado con los restos de Perón a la lancha despedazada de Scioli, ahora parece querer atar su barquito de eslora diáfana. Es un apretón de huevos el peronismo, un terremoto o maremoto en marcha y él, Carlitos, usa pilotos caros, es cierto, pero no para capear tormentas. Binner luce detrás, seco, cauto, poco aliancista -eludió la foto con la llameante mística a dieta Lilita Carrió- y mucho menos entusiasta, pero uno deduce que se trae algo entre manos, resfregándolas pausadamente con alcohol en gel como corresponde a un sanitarista.

A ver la sensación: de Binner se puede esperar poco, pero también que no te va a dejar en la ruta con la goma pinchada. El Lole, en cambio, se interesará por las levas de tu auto mientras entrás en coma, por el refrigerante que usás, y de ser posible mandará a alguno de sus morochos asistentes a pedirte un bidoncito de nafta si te sobra. Es aburrido, poco audaz y taimado el peronista. El otro solo puede ser llano («amigo, le recomiendo un poco más de pierna dura, de cinco en una final, ¿me entiende?») pero no voraz. Y eso, en política, es un puntazo a favor, por más que las rosas rojas de Estevez Boero estén ya marchitas a la luz de una administracióin centrada o desplazada a Santa Fe y un magro interés por todo lo emblemático de esta provincia: el arte, la salud, la esperanza, fundamentalmente en Rosario.

Si me dan a elegir, tomaría un café con Hermes, pero nunca con el de eterna campera roja segundona y europea. Nunca me cayó bien el Lole, debo admitirlo. Binner, desde sus comienzos se interesó por las muestras de pintura y hasta por entender el idioma de los graffittis. No es que ande con rastas o que farfulle el idioma tribal, o que se enloquezca con Hendrix, pero tiene un poquito más de horizonte. El otro, y William Cooke me perdone, tiene pelos hasta en el Rolex.

Cuestión de piel. Ignoro, no recuerdo haber votado a los socialistas con enjundia pero prefiero esta meseta de pastos anhelantes antes que el hedor de aguas putridas subiendo mientras en el gomón va, de capitán, el máximo inundador, el que llega tarde donde nunca pasa nada. ¿Seré un conservador? ¿El pánico por el manicomio peronista me ha hecho temblar hasta darle los porotos a Binner? ¿Importa mi posición? Sí, soy un votante y eso me convierte en un definidor, aunque antes de tomar carrera no advierto con claridad dónde patear el penalcito de mi fe. Y para qué lado se han de mover ambos arqueros, qué punta elegirán para tirarse.

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