“Los procesos de cambio siempre han sido realizados por la juventud”

Por Causa Popular.- Esta frase, que Juan Carlos Domínguez (*) cita y hace suya, pertenece a Don Arturo Jauretche y es el pensamiento de fondo que refleja la propuesta que esboza en este reportaje. Pero en una buena parte de la llamada “sociedad” se alientan otros aires. Tanto el Código Contravencional Porteño como las marchas impulsadas por Juan Carlos Blumberg apuntaron a la excarcelación de los menores de 18 años como una de las principales causas de la inseguridad, el aumento del delito y de los secuestros extorsivos. En esta entrevista, este psicólogo clínico y forense de 64 años, criminólogo y experto de Naciones Unidas, refleja su lucha militante y su compromiso con los jóvenes oprimidos desde la primera persona.

A continuación una verdadera radiografía del sistema carcelario de menores y de las injusticias que sufren desde la perspectiva de uno de los especialistas más comprometidos con el reconocimiento de los derechos humanos en el sistema penal.

Hasta setiembre pasado fue el coordinador general del Programa Nacional de Justicia Juvenil para Adolescentes y Jóvenes en Situación de Vulnerabilidad sociopenal, dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación.

50/50

El año que viene cumplo 50 años de militancia, que nunca abandoné ni interrumpí y mi generación es la de los años 50 y de Morón. Yo entro en psicología con la tercera promoción del país: venía de las organizaciones estudiantiles y las organizaciones barriales que protagonizaron la Resistencia al golpe del 55.

Con la revolución libertadora, que liberó a los intereses de explotación y de venta del país, se cercenó la posibilidad de que la gente que provenía de escuelas industriales pudiera entrar a carreras humanísticas. Yo, que empecé a frecuentar la Facultad de Derecho donde estaban muchos de los republicanos españoles exiliados que venían de las escuelas psicoanalíticas.

Así me fue naciendo la vocación criminológica, y empecé a estudiar criminología antes que psicología. Empecé por la neurosis de los hombres célebres, con otros compañeros que por ese entonces hacíamos trabajos barriales. También trabajé como psicólogo en el Hospital Ramos Mejía y más tarde tomo contacto con la realidad penitenciaria en las cárceles y como docente en las Universidades de La Plata y Buenos Aires, entre otras actividades gremiales y políticas.

En el 73 me toca preparar el Informe de las cárceles por la Amnistía de los presos políticos, siendo informante como presidente de la Confederación de Psicólogos de la República Argentina de las condiciones de vida de los presos para dar la fundamentación del indulto desde las condiciones de salud y básicamente de salud mental. Lo hicimos nosotros conjuntamente con la Federación Argentina de Psiquiatras.

Los nuevos abordajes nacidos de la experiencia

En el 76, después del asesinato del mayor Alberte con quien militaba en la Corriente 26 de julio -ex delegado personal de Perón y 1er muerto de la dictadura a las 2 de la madrugada del 24 de marzo – vino el exilio. Como había trabajado mucho en diagnóstico criminológico, en Costa Rica me llamaron para trabajar en la reforma del Sistema Penitenciario, donde conocí e intercambiamos nuevos criterios con el “flaco” Zaffaroni.

Los resultados fueron tan exitosos que la metodología se aplicó luego -con adaptaciones- al sistema de Menores en Conflicto con la ley. Con otros compañeros empezamos a elaborar toda una forma de cómo trabajar a partir de las experiencias militantes de aquellas épocas. Descubrimos toda una forma de abordaje, en un momento en que los yanquis insistían en una forma de abordaje conductual que consiste en reprimir los síntomas e impedir su aparición y declarar en 1978 la inutilidad del tratamiento.

Nosotros decíamos que la expresión de los síntomas permitía efectivamente poder trabajar y las formas de convivencia debían ser grupales, porque nuestro origen mestizo-marginal es la marca que hace que las pautas de grupalidad sean las únicas válidas para trabajar produciendo transformaciones personales duraderas.

De esos años de trabajo con la población carcelaria, compartidos con mi otro amor que era la psicología clínica, nunca vi “diferentes”, sólo vi gente como uno que vivía y sufría distintas circunstancias de vida. De allí, me quedaron dos convicciones claras: una, que ninguna persona es irrecuperable y la otra que nadie es peligroso para sus semejantes si antes no fue vulnerable.

En base a las experiencias de desinstitucionalización que luego completé en el área de salud mental y de prevención a través de la organización comunitaria en Argentina se desarrolló un modelo que llamamos «Clínica de la Vulnerabilidad» en el que se basa la metodología de trabajo de la Operación comunitaria e institucional
El trabajo de lo que la gente llama absurdamente prevención, no es más que la protección y restitución de los derechos de la gente, de los cuales el derecho madre es el de vivir en comunidad.

Si vas trabajando para la reconstitución de derechos de la gente, más allá de las eventuales situaciones de violencia, eso te da un resultado óptimo. El hombre de la sociedad industrial desapareció hace por lo menos 50 años y muchos no se avivaron. Esto trae muchos problemas, porque ahora las estrategias de supervivencia tienen que ser aprendidas.

En la Argentina hemos tenido muy buenos resultados en trabajo con las comunidades mas vulnerables, pero desde el Estado no han podido generalizarse ni sostenerse en el tiempo ya que aparecen distintas barreras políticas y corporativas, que reflejan una resistencia cultural de dependencia colonial que impide la institucionalización de las experiencias de recuperación de identidad nacional y de justicia social.

Aunque también hoy fuera del país, ocurren circunstancias parecidas. Es el síndrome de lo que Antonio Carlos Da Costa, -pedagogo con el que trabajé en Brasil- llama la “Doctrina de la Ambigüedad”. Aunque en los nombres de los programas, los discursos y las normativas que los recogen cada vez mas el lenguaje se vuelve mas “sensible y preocupado por los derechos y la sociedad”, la prácticas se mantienen igual que siempre y a veces es peor, ya que el deterioro social masivo erosiona las instituciones pensadas para otro momento histórico.

Es decir las reformas no pasan a los hechos, y muchos “profesionales y especialistas” hace como si todo hubiera cambiado y pasa de ser funcional a ser cómplice pasivo o activo de la injusticia, la tortura y los malos tratos.

El “descontrol” social

El sistema de control social formal e informal está históricamente impregnado de una visión represiva que busca sostener el gerenciamiento de los imperios. Recordemos que recién tenemos 20 años de democracia, el período más largo que ha tenido en la historia el país. Esto marca que el imaginario colectivo está impregnado que hay que reprimir. Entonces pueden haber manifestaciones como las que organiza Blumberg que moviliza a determinados sectores y rápidamente se pide la represión.

El famoso metan bala a los delincuentes de Ruckauf o endurecer las penas de Cassanova, todas aquellas consideraciones que en realidad han demostrado ser el total fracaso de la política social. Son políticas de exclusión: primero no cumplo con tus derechos y no te protejo del maltrato, y después te pido disciplina y acatamiento, a pesar de que el Estado se construye principalmente en base a los impuestos del consumo que pagan todos los habitantes para gozar de sus derechos.

Todas las cosas por las que nosotros estamos peleando tienen su base en las Resoluciones de Naciones Unidas que son las viejas reivindicaciones libertarias de nuestro país, de San Martín, de Artigas, de Dorrego, de Rosas, de Irigoyen, naturalmente de Perón.

Nosotros estamos inscriptos en la historia y este proyecto está inscripto en la historia. Por lo tanto va haber gente que no le guste y lo sabemos, pero es la misma gente que dice que se debe privatizar la enseñanza, se debe regular la atención de los pibes y que deja morir a los pibes de inanición o de hambre o sufrir en cautiverios injustos e inhumanos.

El mayor desafío es la recuperación de la capacidad humana de trabajo porque el neoliberalismo impactó muy fuerte sobre las clases medias, sobre todo en la juventud de clase media, que puede acceder a ser técnico y profesional. Los pibes de clase media que tenían 10 años en el ‘89 mamaron mensajes terroríficos respecto al corte de la solidaridad. Pero de repente volvieron a reaparecer las resistencias, porque Argentina tiene una capacidad de regeneración de la gran puta.

El neoliberalismo tuvo su mayor logro en la fragmentación. Pero en su último gran coleteo que fue el de fines de los años 90 y el 2001, el grado de convocatoria política a la demanda de necesidades fue creciendo progresivamente aún en los momento más jodidos. Esta espiral de inclusión de organización de la demanda social viene creciendo después de los años 40 a pesar del miedo y de la represión cada vez mas generalizada.

El obrero varón era la clave de la protesta hasta los años 60 donde se incorporan masivamente los jóvenes de la clase media. Emergen los movimientos de derechos humanos, encabezando la protesta contra la dictadura y en los 80 se integra muy activamente los docentes donde la mujer tiene un papel activo, y ni que hablar del movimiento de Madres y Abuelas desde la época mas dura de la represión.

En los noventa, se manifiestan los jubilados y los gremios estatales y se va ampliando la conflictividad. Y finalmente se incorporan los desocupados en las marchas piqueteras donde la movilización en términos de integración etérea en la formulación de demandas es total. Se encuadran en esa tarea viejos, hombres de mediana edad, mujeres de mediana edad, jóvenes, adolescentes, pibes y hasta bebes. En el 2001, en el máximo pico de la crisis marchan también los sectores de clase media con sus cacerolas y se abre paso al proceso actual.

La visión sobre la Seguridad

Nuestra orientación doctrinaria está en el enfoque de Seguridad Humana de los Habitantes que es la seguridad basada en el cumplimiento de los derechos humanos para todos los habitantes, y eso es clave ya que la de habitantes es una condición que alcanza a todos y antecede a la ciudadanía.

Sobre esta base nosotros presentamos un plan para Argentina, en la reunión de expertos de Naciones Unidas en Costa Rica en abril del 2004 para el Congreso Mundial de Criminología del 2005- que contempla el área metropolitana: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, primer y segundo cordón.
Combatimos permanentemente la creación del sentimiento de inseguridad pública y de acciones que, muchas veces, hay que ser muy ingenuos para pensar que no están programadas.

Cuando uno viene de la criminología, tiene 30 y pico de años de estar en la práctica y la reflexión teórica y ve que para la acción, en las formas de compromiso de deterioro de la comunidades marginales, se utiliza un modus operandi típico de las acciones del proceso, y que quienes han hecho los operativos no son los “cuidadores” sino que dejan las personas en villas o barrios al cuidado de gente humilde.

Creemos que el sentimiento de inseguridad pública es una de las acciones políticas que tiene como objetivo provocar el debilitamiento de los relativos avances que se han tenido en la recuperación de la memoria, la justicia y la verdad.

Pero lo que más temen es la recuperación de la movilización juvenil, por lo tanto hay que atacarla violentamente como cuando se dice «hay que bajar la edad de imputabilidad«. Además esa visión tiene errores conceptuales. Imputar es asignar un hecho a alguien, un bebe puede ser imputable.

Otra cosa es el grado de responsabilidad que tiene: lo que está en juicio es la responsabilización. ¿A qué edad se puede responsabilizar a un chico y en qué medida, de acuerdo a su maduración y desarrollo?.

Pero mediáticamente no suena dicho así. A un bebe lo puedo imputar, pero no le puedo asignar responsabilidad por su acción.

Lo terrible y absurdo es que el sistema de encierro viene fracasando desde prácticamente hace 50 años, y cada vez que se busca una solución se piden más cárceles como si eso no fuera a subir el fracaso en forma exponencial, como si fuera un problema de cantidad y no de calidad.

Entre los intereses económicos es bastante clara la visión privatista en el plano educativo y en el plano de salud. Es decir, en el plano del cumplimiento de derechos.

La privatización de las cárceles, una vieja aspiración que los hermanos chilenos tienen desgraciadamente, bastante avanzada, sólo significa pérdida de soberanía de parte del Estado, pérdidas de la esperanza en su propia juventud.

Allí están disfrazados montones de intereses políticos, que no son exclusivamente transnacionales, hay socios y gerenciadores nacionales, tanto mas culpables.

En el año 80′ en Naciones Unidas los participantes de la corriente de la Criminología Latinoamericana, a instancias de Juan Mayorca y Lola Aniyar de Castro empezamos a marcar un tema central que es el de la imputabilidad social. Es tanto más imputable, no sólo quién tiene determinada edad, sino quién mayores recursos tuvo. Por lo tanto aquel a quien la sociedad le dio más beneficios es tanto más responsable.

Sin embargo nosotros funcionamos al revés. Cuanto menos beneficios tuvieron, más responsabilidad le asignamos y a estos los hacemos chupar cana. Entonces, no importa si vaciaste el país, o provocaste la muerte de tantos semejantes, si perteneces a un grupo social privilegiado

Cambio de enfoque

Desde nuestra experiencia de mas de 30 años, se observa que las formaciones grupales de por sí permiten una expresión de la demanda organizada y consensuada que cambia la esencia del control social.

A finales de los años 50, trabajábamos en villas en condiciones políticas bastante duras donde decíamos, las reglas de juego son así y así, y esas reglas de juego se iban consensuando y ese consenso bajaba siempre la violencia no en la demanda social, sino la violencia interna del enfrentamiento entre pares.

“Endureciéndonos sin perder la ternura”, lo que vimos era que en el terreno institucional y comunitario el resultado era óptimo, desaparecía la violencia, suicidios y pseudo suicidios, motines, agresiones. Y además los mismos muchachos salían con una capacidad de organización que era para ellos. Lo que llamamos el control social horizontal por consenso, participativo y democrático y naturalmente, con el derecho al disenso.

Hoy esa experiencia se ha desarrollado y nos da como resultado la posibilidad de la recuperación e integración de jóvenes a su propia comunidad en una forma que evita la confrontación con el sistema penal. En los programas de comunidades vulnerables, que hicimos en distintos momentos, -en La Plata ya llevamos más de diez años con el trabajo comunal de los estudiantes desde la Universidad Nacional de la Plata-.

Es la recuperación del viejo trabajo de villa, con otras condiciones, y con menos interés en hegemonizar. Lo que para nosotros es la clave para trabajar con éxito en los distintos lugares, es el acortamiento de la brecha social. Cuando se acorta la brecha social, los sectores juveniles medios, se emparentan y se fusionan, con los movimientos juveniles marginales y aún con los excluidos. Allí tenés el momento de máxima tensión para el logro de los objetivos y las metas populares.

Un principio que nos guía es que no hay solución política sin solución para la juventud. Y la solución para la juventud pasa por reactivar cuestiones de esperanzas con cosas muy serias pero firmes y rápidas. Arturo Jauretche decía una cosa: «Los procesos de cambio siempre han sido realizados por la juventud»

A la juventud se la atonta, se le hace perder la capacidad de recuperación, se la fragmenta, y prácticamente no podemos ser tan ingenuos de pensar que es una acción circunstancial provocada por obra y gracia de los medios de comunicación.

A los medios de comunicación los maneja siempre alguien. No hay que perder esa visión, la que nos hizo ser en algún momento a la JP un factor de poder real, no lo digo solo por los peronistas, sino por todos los compañeros del campo popular. Tener ese tipo de unidad y cierta solidaridad nos llevó a tener un lugar por lo menos molesto e inquietante para los grupos hegemónicos de dominación económica y social.

La experiencia en el PRONAJU

Trabajamos en el CONNAF (Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia -Ministerio de Desarrollo Social de la Nación) hasta el 30 de septiembre del 2004 en la entonces llamada área penal de menores, donde se gestiona la reclusión parcial o total a los chicos a los que se imputa y responsabiliza por la comisión de delitos penales.

Primero incorporamos todas las reglamentaciones en lo que es la disposición 199 dentro del enfoque de la Convención por los Derechos del Niño y el cumplimiento de la Doctrina de Protección Integral, y experiencias avaladas por el Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la prevención del delito y tratamiento del delincuente (ILANUD) y por UNICEF.

Porque hay que entender que todavía no están aprobadas las leyes que adecuan el funcionamiento a la Protección Integral y seguimos con las leyes de 1919 en el tema de los niños y adolescentes.

Es evidente que nosotros no podemos seguir esperando, porque el maltrato es hoy, la tortura es hoy, el abandono es hoy. Y no nos podemos equivocar. Por eso creamos un Programa que privilegiaba la justicia social para los jóvenes asistidos y armamos un Plan Nacional de Protección y Restitución de Derechos que se iba a aplicar en el área metropolitana donde el CONNAF tiene su competencia directa.

Paralelamente, nos proponíamos asistir a las provincias para instaurar un verdadero cambio de paradigma, desarmando las instituciones de la doctrina de la peligrosidad y privilegiando la reintegración comunitaria desde el primer momento. Cuando se apunta en esa dirección, se choca contra muchos intereses económicos corporativos con los cuales es difícil la confrontación, pero esta debe darse desde adentro o afuera del aparato del Estado.

Nosotros estábamos teniendo trabajo en 5 Institutos de seguridad que son el Instituto Agote para una población de 18 a 21 años, el Instituto Roca (chicos de 16 a 17 años), es el más grande y está ubicado en Flores; el Instituto Belgrano (16-18 años) en Once; el Instituto Inchausti de las chicas, el Instituto San Martín, (chicos de 13 a 15 años) y en el Centro de Admisión y Diagnóstico que funciona en dos sedes, el poder Judicial y simultáneamente en uno de los pisos del San Martín.

La población de los Institutos es de 510 chicos con privación total de libertad, y 480 no privados de libertad, o sea teniendo residencias de días o de noche, y en tratamiento en sus comunidades de base o de origen. En total más o menos 1000 y muy pocos chicos con condena, algunos ni procesados. La intención era establecer límites a eso.

El Plan de Acción se concentraba en “romper” la lógica de las instituciones de orden carcelario. Es lo que implementamos en la experiencia de Costa Rica (donde disolvimos las cárceles tradicionales, después armamos un sistema de casas en barrios, con unidades preparadas para facilitar el funcionamiento grupal y adaptado a diferentes necesidades de cada grupo: edades, género, etapa de tratamiento, etc.)

Y que aquí está actualmente en la etapa de diseño arquitectónico. La visión siempre debe ser estratégica, porque sabes que a la derecha política este tipo de transformaciones le cae mal, y tiene peso en las decisiones políticas y manejan los medios de comunicación.

Cuando explicábamos el plan en algunos lados decían que nosotros queremos volver a la Argentina donde los únicos privilegiados eran los niños, y no es un discurso fácil, pero es el de la Convención. Y ya tenemos identificado en qué son privilegiados: en que deben tener una familia, en que deben tener identidad, deben tener su propia palabra, deben tener su propia formulación de derechos y eso va a costar, hay mucha gente que no le gusta que las cosas sean así.

Era y es un proyecto político clave para una juventud en un momento muy crítico del país, en donde las posibilidades de ocupación son muy bajas, por lo tanto hay que crear fuentes de ocupación, pero además esa ocupación tiene que tender a vincularse a la restitución de derechos.

En el CONNAF, dentro del modelo antiguo, el sistema de Institutos llegó a tener una eficacia importante, y eso hace hasta más difícil el cambio de paradigma. Porque en realidad el éxito era que no había fugas, porque es un sistema custodial. Pero para que cumpla otras funciones, es necesario un abordaje vincular y de relacionamiento mucho mayor, de integración laboral, de inclusión social mucho mayor, y de integración comunitaria territorial y barrial más importante. Los que vienen de la otra escuela suelen afirmar «pero si lo que nosotros hacíamos ya esta bien«.

Mejor dicho, sigue sirviendo a lo mismo: porque si un 85% de la población penitenciaria ha pasado por un establecimiento de menores, entonces quiere decir que no se hace un carajo. Serviste para contenerlos y custodiarlo, pero evidentemente no les diste proyecto alternativo, los números marcan lo que es casi obvio.

Los choques que tuvimos en principio fue con la gente que custodiaba, pero después también empezó a ser con muchos técnicos que estaban acostumbrados a un sistema de trabajo que no los comprometía demasiado, se ha perdido la relación de contacto y le temen al grupo de pibes en sus propios barrios.

El sistema de control social se resiste aunque ahora se disfraza con discursos de aceptación y no es la primera vez. Hemos encontrado resistencia de todo tipo, desde la amenaza, hasta las presiones directas o tangenciales, y el sabotaje a las acciones que vas realizando.

Que se produzcan acontecimientos que parecen producidos por el ataque de los chicos entre sí, y que en realidad están motivados desde afuera y por adultos; asimismo la eventual promoción de motines. Cabe aclarar que durante nuestra gestión no tuvimos motines, sino solo uno o dos incidentes que no llegaron a ser tales, pese a que no pudimos aplicar en plenitud, la metodología de abordaje.

Todo plan de transformación tiene que tener una metodología, y esta tiene que basarse en el contacto horizontal y en forma democrática y participativa. Porque si a los chicos los pongo contra la pared, tienen que mirar para abajo todo el tiempo, tienen que estar con las manos en la espalda, evidentemente lo único que estoy enseñándoles es la sumisión y el acatamiento.

Si no me pueden dirigir la palabra, o no les genero espacios para dirigir su palabra, no estoy construyendo democracia, estoy construyendo autoritarismo.

El cambio de metodología, entonces, es uno de los primeros pasos. Pero para que funcione primero necesito recursos humanos preparados. Esto implica un rescate de recursos humanos, que es difícil.

Es muy complejo porque si uno sustituye personal, le dicen que se atenta contra la fuente de trabajo, pero si no sustituye no hay posibilidades de un recambio más rápido para la recuperación del derecho de los chicos. ¿Todavía hay que preguntarse cuál es el orden de prioridades?

En realidad tiene que ser una suerte de mix, sin que nadie quede sin trabajo, salvo por incumplimiento o por falta de idoneidad. Es una paradoja, ya que en salud por ejemplo, nadie se operaría con personas que no fueran médicos probados o recomendados, pero resulta que en esta temática, basta tener ocurrencias o una leve idea de que existen chicos en esa situación para que todos se pongan a opinar sobre qué hacer con ellos, al igual que en el caso de los adultos privados de libertad.

Es absurdo pero es real y lo peor es que es consentido por las autoridades políticas.

Para nosotros, los tres ejes de una reforma en serio se basan entonces, en un cambio de metodología, la transformación de los recursos humanos y la creación de una infraestructura adecuada al nuevo modelo.

Y por supuesto no se puede hacer sin una fuerte voluntad política detrás, decidida y convencida. Vivimos un momento de transición con la salida del neoliberalismo extremo pero con un país debilitado, con muchos frentes abiertos y en una lenta estabilización llena de obstáculos.
Las dificultades para coordinar adecuadamente estos ejes de cambio en el momento actual no pueden superarse, al parecer están demorados.

A pesar de los avances parciales obtenidos en el cumplimiento de los Derechos Humanos, la reforma del sistema de encierro sigue pendiente y el gobierno actual, al que suscribo y en cuyas organizaciones milito, deberá enfrentarse, en su gestión, al desafío de cambiar la estructura de exclusión y la anomia social o, la reacción juvenil frente a estas variables, debilitará el andar por un camino correcto.

La prioridad del cumplimiento de los derechos humanos en estos órdenes es fundamental y el cambio es con hechos y no con palabras. Esta lucha debe darse ahora y sin vacilaciones. Aquella famosa frase de mi general Perón que señalaba que “mejor que decir, es hacer y mejor que prometer es realizar…” es entre tantas otras acciones o frases el eje e inspiración en mi vida.

En estos momentos difíciles pero esperanzados, me viene a la cabeza el recuerdo de un compañero de andanzas en las luchas de los últimos 25 años. Me refiero al viejo Goyo Levenson, quien murió este año a los 93 años, y era un verdadero ejemplo en el compromiso y en no aflojar nunca en la pelea por el derecho a ser joven que tienen todos los pibes de nuestra patria.

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– (*)Juan Carlos tiene 64 años, es psicólogo Clínico y Forense, criminólogo y experto de Naciones Unidas para el tratamiento del delincuente y prevención del delito y por sobre todo, militante político desde los 15 años.

– Participó en la conducción de procesos de reformas exitosas de los sistemas de menores en conflicto con la ley y el de penitenciario de adultos en Costa Rica, Brasil y Uruguay y en distintas experiencias en el Estado y en trabajos comunitarios en barrios vulnerables en nuestro país.

– Actualmente es Director del PIFATACS , Programa Interdisciplinario de Extensión de la Universidad Nacional de La Plata y de la Especialización en Psicología Forense en la Universidad Nacional de Buenos Aires.

– Fue fundador y Coordinador General del PRONAJU (Programa Nacional de Justicia Juvenil para Adolescentes y Jóvenes en Situación de Vulnerabilidad socio penal) en el CONNAF/Ministerio de Desarrollo Social- hasta setiembre de este año.

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