Si se hiciera en cada país “aliado” un referéndum, los pueblos no admitirían el envío de tropas al Líbano a cuidar los intereses del imperio yanqui-británico, pero los gobiernos cipayos si lo admiten.
La palabra mameluco es mucho más antigua que el término cipayo. Los mamelucos eran hombres de armas de origen turco que se alquilaban como guardianes de los príncipes de Persia (Irán) y de Egipto.
En este último país llegaron a tener tal poder que se rebelaron, como es tradición en el mercenariado, y partieron a luchar por su cuenta. Frenaron el avance de los mogoles en Siria y también vencieron a los cristianos cruzados (1098-1291). Solo Napoleón los derrotó en 1798, junto a las Pirámides, dejándolos diezmados para nunca más alzar cabeza como fuerza militar.
En el Río de la Plata también a mediados del Siglo XIX se llamó mameluco a las brigadas de extranjeros (la banda saqueadora de Garibaldi entre ellas) que a las órdenes de ingleses y franceses intentaron establecerse en Suramérica como potencias colonialistas, que eran en el resto del mundo.
El pequeño Líbano
Por el pequeño Líbano, hoy de solo 10.400 K2 (la provincia de Buenos Aires es más de 30 veces mayor) pasaron sucesivamente fenicios, asirios, egipcios, romanos, griegos, árabes, cristianos y turcos. Estos últimos hasta que la Liga de las Naciones, una vez desalojado el Imperio Otomano, entregaron Líbano y Siria como “protectorado” a Francia e Inglaterra, respectivamente.
Estas dos potencias acordaron una condicionada independencia. París les redactó a los libaneses una constitución “democrática” que reservaba obligatoriamente la presidencia a un cristiano maronita y la jefatura de gobierno a un islámico sunita. Negaron así todo derecho político a los hoy mayoritarios musulmanes chiitas. De esas arbitrariedades colonialistas, surgieron aun más divisiones y enfrentamientos internos y externos. Sin embargo, una y otra vez, reconstruyeron el país alcanzando un alto grado de cultura y riqueza. De allí, de su perseverancia, patriotismo y capacidad, llegaron a poseer un poderío financiero muy importante, haciéndose más fiables que Estados Unidos y las grandes capitales de Europa.
Por eso, las bancas occidentales trataron por todos los medios desestabilizar al país, cuando Beirut atraía los mayores capitales de los países árabes petroleros. Una etapa de esa malignidad debe verse en estos momentos en que por tercera vez es invadida.
Vuelven los mamelucos “legales”
Para dejar solo tierra arrasada, el Imperio liderado por Estados Unidos está reclutando mercenarios por todo el mundo, “legalizados” por fuentes de poder dóciles y a su servicio, como la Unión Europea con su OTAN, la Alianza Atlántica y hasta la ONU. Esta última está sosteniendo la obligatoriedad de los países miembros de integrar una poderosa fuerza militar de interposición, pero disponiendo que no será una simple misión de paz, sino que estará dotada de armamento pesado y podrá usar esas armas “hasta vencer al terrorismo”.
Eso si, esa fuerza internacional no será integrada con soldados norteamericanos ni ingleses, aduciendo “razones políticas”. ¿Qué razones políticas? ¿O será el recuerdo del sangriento fracaso sufrido por Washington cuando padecieron en carne propia el primer atentado suicida con auto bomba que atacó al comando yanqui mismo de Beirut en octubre de 1983. En esa oportunidad murieron 241 norteamericanos. Paralelamente, otro atentado contra el comando de las fuerzas galas en la misma capital, costó la vida de 58 militares franceses. Por supuesto, pronto, ambas “fuerzas de paz” se retiraron del Líbano. No querían otro Vietnam.
Ambos hechos mantuvieron el record de víctimas de un acto terrorista solo superado años después por las Torres Gemelas de Nueva York También obligó a que todo el mundo cambiara sus métodos de defensa para impedir que un vehículo pueda llegar hasta un edificio u otros lugares sensibles.
España se compromete
Aunque le falte la aprobación parlamentaria para enviar tropas al Líbano, el gobierno español ya ha dejado trascender que está dispuesto a hacerlo. Mandará por lo menos un batallón con 800 soldados, pertrechado con armamento pesado y con autorización para utilizar toda la fuerza necesaria para aplastar al terrorismo.
El diario madrileño “El País” de ayer miércoles 2, refiriéndose a esa fuerza de intervención, informa: “…se da por seguro que el liderazgo corresponderá a Francia”. El país colonialista vuelve al Líbano. Evidentemente, no escarmienta.
España ya tiene en el exterior unos 2.200 militares. En Bosnia-Hersegovina están desde 1992 y no tienen fecha tentativa de retorno. En 14 años los habitantes que han ido a “proteger” están peor que nunca. Esos pueblos se han convertido, por complicidad de fuerzas de ocupación extranjeras asociadas a los señores de la guerra locales, en centros del tráfico de drogas, mercado negro y exportación de prostitución. Igual ocurre en Kosovo desde 1999. En la ex Yugoslavia hay, en total 1.240 soldados franceses.
Otro anuncio oficial nos dice que los 690 miliares ya en Afganistán, serán reforzados, por el aumento de la inseguridad, cuando ese país, donde los talibanes eliminaron las drogas, ahora es el mayor productor y exportador de nada menos que heroína, el estupefaciente inyectable que no tiene retorno para el usuario. También se informó el envío de más guardias civiles para la custodia de las embajadas en Medio Oriente.
En fin, los países que reciben tales colaboraciones humanitarias se derrumban desintegrándolos socialmente y sin proyectos creíbles de solucionar sus gravísimos problemas ni tampoco la duración de la ocupación. Evidentemente, el imperio parece demostrar que continuará destrozando pueblos que deambulan buscando agua y satisfacer sus necesidades más elementales.
Las tropas de mamelucos no podrán decirse desconcertados por las acciones que puedan sufrir de “terroristas suicidas”.