Golpe blando es el nuevo nombre que se utiliza en Estados Unidos para mencionar las acciones desestabilizadoras utilizadas por el poder económico, con apoyo extranjero, y de los viejos elementos de las dictaduras militares y policiales. Ya no resulta imprescindible sacar las Fuerzas Armadas a la calle: se van minando lentamente las bases de un gobierno popular cuando se han logrado controlar la mayoría de los medios de comunicación.
Mientras en Bolivia, gobernada por el dirigente indígena Evo Morales —un hecho histórico en la región— se escenifica una escandalosa “guerra sucia” y las agencias de Estados Unidos trabajan abiertamente para la fragmentación del país, en Argentina está en marcha también un “golpe blando” o “suave” desde la asunción de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre pasado, después de ser elegida por una mayoría de argentinos.
“Golpe suave o blando” es el nuevo nombre que se utiliza en Estados Unidos, en la jerga del lenguaje de la Guerra de Baja Intensidad, para mencionar las acciones desestabilizadoras utilizadas por el poder económico, con apoyo extranjero, y de los viejos elementos de las dictaduras militares y policiales. Ya no resulta imprescindible sacar las Fuerzas Armadas a la calle porque se van minando lentamente las bases de un gobierno más popular y menos dependiente de Washington, cuando ya han logrado controlar la absoluta mayoría de los medios de comunicación.
Estos medios que han sido claves para la criminal invasión y ocupación de Irak, por ejemplo, ahora también lo son para aplicar los golpes mediáticos, como bien se demostró en Venezuela en abril de 2002. Los medios dirigieron la acción golpista, como quedó registrado incluso en filmaciones que dieron la vuelta al mundo.
El caso argentino
En Argentina, los mismos medios que ampararon las acciones criminales de la dictadura militar —léase la mayoría— hoy actúan contra el gobierno democráticamente elegido de Fernández de Kirchner mintiendo abiertamente. “Masivas movilizaciones” dijeron la noche del 16 de junio, cuando había unas dos mil personas haciendo sonar cacerolas en los barrios de clase alta.
En realidad las acciones desestabilizadoras habían comenzado mucho antes. Vale recordar la aparición por ejemplo del periódico Perfil en junio de 2005.
En realidad, la acción golpista comenzó muy tempranamente contra la presidenta actual. Prácticamente en los primeros días de su asunción. El asesinato del prefecto Héctor Febres, cuando estaba detenido bajo proceso, debe ser visto como un mensaje mafioso de fuerte contenido. Como antes se utilizaron las desapariciones de Jorge Julio López en La Plata en 2006, —cuyo destino se ignora hasta hoy— así como de Luis Jerez, en diciembre de ese año y Juan Evaristo Puthod, quienes aparecieron con muestras de torturas, también como “mensajes” mafiosos de un poder en sombras. Vale recordar que todos ellos eran y son peronistas.
De la misma manera, la conspiración de “la valija” con casi 800 mil dólares, que traía un “inocente” viajero, ligado a la CIA estadounidense como es el venezolano-norteamericano Guido Antonini Wilson. El estudio de lo actuado en Miami en este caso, “precisamente” cuando asume la presidenta y se la quiere forzar a quebrar su alianza con el Mercosur, aparece el curioso armado de que ese dinero provenía de Venezuela para la campaña presidencial local. Si un experto en analizar las “guerras sucias” estudia este caso, no tiene dudas en su conclusión final, porque están todos lo elementos básicos de ese tipo de acciones conspirativas.
Luego comenzó instalándose en los medios la constante alusión al “autoritarismo” de la mandataria o mencionando la palabra “dictadura”, para el gobierno más democrático que conoció Argentina desde su larga y difícil transición hacia una democracia —obstaculizada por muchas impunidades, que tiene diversos señalamientos por algunas medidas tomadas, como la Ley Antiterrorista que deberá ser derogada algún día.
Similitudes
Pero el llamado “conflicto del campo” es exactamente un calco de los paros patronales con desabastecimiento que se hicieron contra el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile en los años ‘70, que en ese caso culminaron con el golpe militar de 1973.
Ese mismo accionar fue aplicado contra otros gobiernos democráticos. El paro patronal en Venezuela antes del golpe militar de abril de 2002, tiene las mismas características y también está siendo utilizado como una serie de conflictos aparentemente sindicales o estudiantiles, cuya génesis no es genuina. Así se ha visto en los últimos tiempos en Bolivia y Ecuador.
Recuerda Almeida que “exactamente 30 días después de haber firmado la Ley que creaba Petrobrás, Vargas fue llevado al suicidio el 24 de agosto de 1954 bajo presión de una fuerte campaña terrorista mediática que hablaba de corrupción y acciones nunca comprobadas de su gobierno.”
Aunque Vargas había creado la radio pública, “había cometido el error de permitir que la televisión naciera privada en Brasil, e inmediatamente asociada a los intereses económicos extranjeros, que jamás han aceptado la nacionalización del petróleo, de las riquezas minerales, las leyes de protección al trabajador, y que estaban determinados a no permitir que su gobierno siguiera adelante.”
En este caso el cerco mediático, de TV, radio y periódicos “fue determinante para desmovilizar a la población, y crear un clima de terror”.
En Brasil se cita también otra experiencia trágica con el terrorismo mediático utilizado en 1961, cuando renunció el presidente Jânio Quadros “y los mismos que antes habían derrocado a Getúlio Vargas no querían permitir que João Goulart, vicepresidente electo, asumiera el cargo presidencial, conforme la Ley” acusándolo de comunista, “tal como ahora se acusa a los presidentes populares y progresistas de encubrimiento al terrorismo” o de otros cargos no comprobados”, señala Almeida.
Fue determinante también la intromisión de Estados Unidos en la política brasileña, con ayuda del poder económico, la distribución de dólares para la compra de diputados, medios de comunicación, como lo confesó el propio ex embajador norteamericano en Brasil en 1964, para la organización del golpe de estado contra Goulart. “Las manipulación mediática creó también entonces un clima de terror en la sociedad.”
Una respuesta a la acción popular
Simplemente citamos estos casos para entender los elementos del llamado “golpe blando”, para formar un cerco y minar las bases del gobierno, confundiendo a la sociedad en su conjunto. Los organismos de
Por estos días en Argentina ya se mencionaron varias veces algunas ideas para un “reemplazo de la presidenta”. El periódico La Nación sugirió hasta el posible sucesor post golpe contra el gobierno actual, en este caso Carlos Reutemann, ex gobernador de Santa Fe que estuvo ligado al ex presidente Carlos Menem, el hombre que entregó al país a los capitales extranjeros.
Los “golpes suaves” son parte del esquema de la Guerra de Baja Intensidad (GBI), el plan básico de contrainsurgencia que abarca lo político, diplomático, cultural, informativo, militar, en el esquema actual de recolonización de América Latina, elaborado por Estados Unidos.
Para este nuevo tiempo la GBI fue reciclada en los años ‘90, después de haber sido “exitosa” en la siembra de dictaduras en los años ‘70, y en las numerosas operaciones criminales que llevó adelante en cumplimiento del plan general de la Doctrina de Seguridad Nacional durante la Guerra Fría.
Se necesitó su readecuación después de la caída de la Unión Soviética, y esa adecuación “dialéctica” al analizar los posibles conflictos de los años 2000, es lo que estamos viendo ahora con la creación de un enemigo tan ambiguo y por eso mismo tan fácil de usar en cualquier circunstancia como el “terrorismo” o el “narcotráfico” y estas nuevas fórmulas golpistas, para lo cual hablando de “reconciliación” e impunidad “democrática” mantuvieron casi intactos en todos nuestros países a los responsables y actores de las pasadas dictaduras.