Alguna vez escribí: “Es la historia la que hace al hombre y él quien la realiza”. Margarita Belén es el nombre de un lugar que signa mi historia de vida. Soy hijo de Néstor Carlos Sala, «el Flaco Salas» y de Mirta Clara. Nací cerca de aquí, mi madre estaba en prisión en Resistencia y fue trasladada clandestinamente a la ciudad de Formosa el 7 de mayo de 1976. En otro convoy llevaron a mi padre sin que ambos lo supieran. A él lo torturaron nuevamente en el camino, a mi madre la alojaron en un calabozo de la Alcaidía de Formosa. Como se desató el trabajo de parto fue llevada posteriormente a la maternidad donde nací prematuramente. Fui y soy un sobreviviente más de la tortura.
Después de un mes y medio en el que estuvimos viviendo en un calabozo ambos dos, incomunicados, aislados y cadenciados, fuimos trasladados a la Alcaidía de Resistencia el 21 de junio. Permanecí junto a ella hasta los 6 meses y medio, cuando la mañana del 19 de noviembre de 1976, fuerzas conjuntas militares-penitenciarias ordenaron que preparen sus monos a 50 ex detenidas políticas. Cuando mi madre iba encapuchada y con esposas llevándome en brazos, fui secuestrado a pesar de los gritos de ella diciendo quién era yo. El juez federal Dr Luis Córdoba y los secretarios y fiscales Carlos Flores Leyes y Domingo Mazzoni le imposibilitaron identificarme en un registro civil pese al pedido continuo de ella. Quedé abandonado en la Alcaidía y fue mi madrina Zulema Maciel quien, al verme perdido en la prisión, le pidió al jefe del penal que llamara a mi familia. Fui llevado a una guardería del Ministerio de Bienestar social sin identidad aún.
Cuando llegó mi abuela, la directora de la guardería Carmen Ayala le dijo que si no venía a buscarme ella “se quedaba conmigo porque era muy rubio y blanquito al lado de tantos negritos”. Muestra de lo que eran capaces los que se apropiaban de los niños. En consecuencia soy un sobreviviente de la falta de derecho de los niños en el impedimento de la libertad. Desalojaron la Alcaidía para desatar la cruel, ominosa tortura y matanza de más de una veintena de militantes que aún no sabemos quiénes fueron ni dónde fueron enterrados.
Hasta los 8 años, que fueron los que estuvo mi madre presa, viví con la familia de mi padre hasta que a fines de 1983 mi madre obtuvo la libertad. Ese fue el comienzo de un largo trayecto de ir conociendo y reconstruyendo, en el transcurso del tiempo, mi identidad y mi historia personal.
En 1994 asistí a un acto en la Facultad de Arquitectura sobre los estudiantes y ex estudiantes desaparecidos y muertos, a partir de 1974 y a lo largo de la dictadura militar, que me provocó una fuerte crisis personal, y que disparó que comenzara a preguntarme nuevamente sobre mis padres.
Elegí estudiar Ciencia Política en 1999 como una manera de tratar de entender no solo la política, y ese ruido que producía dentro mío, sino también a mis padres; coincidiendo con la misma apreciación que, hace tiempo atrás, hizo una compañera de trabajo, Ayelén Oliva, quien estudia lo mismo que yo, y cuyo padre también trabaja en política. Pude ir, de a poco, comprendiendo la política tiempo más tarde, cuando trabajé entre 2000 y 2003 con Tata Quiroz, también sobreviviente de la Masacre de Margarita Belén, quien durante la detención de mis padres salvó a mi hermana Mariana Eva de que la capturasen los militares, y ahora en el Ministerio de Relaciones Internacionales, junto a Jorge Taiana, Luis Franganillo y Juan Kouncurat.
En 2003 se dio la oportunidad de conocer Margarita Belén, en donde permanecí solo unos momentos, para luego llamar a Mario Bosch y encontrarme con él y con Dafne Samudio en Resistencia. Entre mates y mates sentí, al poco tiempo, que tenía la necesidad de abrazar a Dafne; decirle que aunque no la conociera sentía una profunda empatía con ella. Un gesto de ella que aún guardo fue regalarme un poema titulado “Pedacito de hiel” de Amanda Mayor de Piérola, que mi madre llama“nuestra madre entrerriana-chaqueña”, y que conservo entre mis pertenencias más queridas. Luego me fui a recorrer la ruta del Quebracho, llegando hasta Monte Quemado, en Santiago del Estero. Las condiciones de vida de los trabajadores del quebracho me hicieron recordar a la película “Quebracho” de Ricardo Wullicher. Eran las mismas condiciones de vida, de explotación, que padecían los trabajadores a principios del SXX. Allí comencé a entender un poco más la lucha de mi padre junto a otros, durante los años 70.
El filósofo francés Jacques Rancière decía :”La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenia razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde solo el ruido tenía lugar, hace escuchar como discurso lo que no era escuchado más que como ruido”. Justamente, dentro de los procesos de formación de una opinión pública, un posible canal se abre cuando una corriente de opinión, de un grupo de la sociedad civil, genera de manera intermitente y a intervalos un ruido, una demanda. A veces sucede que estos intervalos alcanzan y sorprenden a los niveles más altos de la sociedad política, como es el caso de Margarita Belén. Es así como el ruido se transforma en un problema, enmarcado en condiciones favorables: las correlaciones de fuerzas políticas, así como los pactos internacionales introducidos en nuestra CN a partir de la reforma constitucional de 1994, favorecen la introducción de lo sucedido en Margarita Belén en la Agenda gubernamental de los DD HH. Se inicia así la implementación de una política pública, acerca de la díada memoria- olvido, invirtiendo las jerarquizaciones del olvido en detrimento de la memoria, que habían sido implementadas durante los anteriores gobiernos democráticos, con distintas leyes e indultos.
Margarita Belén emerge en la agenda llevada por la Secretaría de Derechos Humanos, bajo el actual gobierno de Néstor Carlos Kirchner, fundamentalmente gracias a la constancia y a la perseverancia de los actores de la sociedad civil, que se constituyeron a lo largo de los años caracterizados por el olvido gubernamental. Se logró entonces que el Estado Nacional comenzara a escuchar su reclamo de justicia y de castigo. A ellos, a los que participaron durante años en la búsqueda de este objetivo, quiero darles las gracias: al DR. Raúl Tierno hoy fallecido, al DR. Edwin Tissembaun, a Mario Mendoza, a Horacio Verbitzky, a Carolina Varsky y al CELS, a Mario Bosch , a H.I.J.O.S del Chaco, a mi madre, a quienes no conozco pero que tuvieron una constante e inclaudicable participación en la lucha por esta causa. A mi hermana y a mis sobrinos, a mi familia y especialmente a mi abuelo Pepe y a mi tia Emma quienes cuidaron de mí en los años de presidio de mi madre.
El poema que a continuación leeré pertenece a Jorge Falcone, familiar de la Noche de los Lápices.
Fábula de la vizcacha.
«…porque los héroes no dijeron/ que morían por la patria/ sino que murieron”
«Era el invierno de la historia,/ lo recuerdo bien/y el Constructor de Atajos estaba preso./ El Cazador de Fusiladotes,/el Bolsiquiador de Potentados,/ el Repatriador de Abanderadas…/estaba preso (cuéntenle a sus hijos/ y a sus nietos/ si lo recuerdan también ustedes,/ que estaba preso./
Yo a veces colaba entre goznes oxidados y gruesos barrotes/ y lo visitaba./ Él cebaba mate con serenidad/ flanqueado por un centinela,/ y contaba…/ Una vez se refirió al gran sacrificio de los pueblos,/ y me habló con símbolos./ Decía que la vizcacha tiene un método muy curioso de preservar la especie/ burlando a los cazadores que suelen envenenar la puerta de su cueva./ Porque quien sabe qué remoto instinto, envía una avanzada de animales a bloquear el orificio./ Lógicamente, ese grupo se intoxica y muere. Esto resulta irremediable./ Pero todos «los demás se salvan y siguen luchando por la subsistencia»./
No sé si queda claro…/ pero si así no fuera,/ puedo contarlo de otro modo:/
Corrían los días feroces y un grupo de patriotas se hallaba detenido en la U.7 del Chaco./ Por orden del Coronel Jorge Alcides Larrateguy, y como se estilaba en aquel entonces,/ se reclamó el traslado de los más importantes con rumbo incierto…/La cárcel estaba incomunicada desde hacía meses…/ Un guardiacárcel acude a Néstor Sala y le comunica que será llevado con otros compañeros/… la decisión [del pabellón] es unánime: «De aquí no se llevan a nadie»./ El ambiente se tensa. Hay probabilidad de una incursión represiva con riesgos imprevisibles/… Cuentan que uno de los elegidos, Patricio Blas Tierno, palpitando un mal desenlace, alcanza a hablar con un diputado radical y le dice:» Entréguele este vaquero a mi mamá./ Así no aceptará versiones y sabrá que me mataron»./ La situación no da para más y uno de ellos surge decidido del montón,/ se para en una mesada y les habla. Todos lo conocen como el «Flaco Sala», oriundo de La Plata: «Compañeros, voy a decir algo duro. No tenemos fuerzas para resistir./ Los precios a pagar pueden resultar mucho más altos que el grupo de compañeros a los que han de trasladarnos». /No hay consenso. Alguien plantea tomar el pabellón./ El Flaco les habla de nuevo: «Compañeros, no hagamos locuras. Midamos nuestra fuerza sin echar por la borda lo conquistado./ Hay que salvar al conjunto./ Vamos a demostrarle que también sabemos morir con honor./Les prometemos, compañeros, que vamos a caer peleando. Yo solamente les pido que cuando nos lleven, ustedes canten bien fuerte la marchita…»./ Hay escenas de profunda emoción. Los compañeros lo abrazan. El celador se dispone a sacarlo,/ [No] aguanta más y rompe a llorar. Los compañeros se cuadran ante el Flaco./ Él despide a uno por uno con un apretón de manos. Uno de ellos se le aferra, se arrodilla a sus pies. El Flaco dice que los montoneros no deben arrodillarse./ Saluda finalmente a todos con un «¡Hasta la victoria siempre…»! “¡Libres o muertos…!¡ Jamás esclavos…!”Le responde el pabellón en pleno./ El celador que lo conduce fuera del recinto le pide disculpas./ Explica que sólo cumple órdenes de su Capitán a cargo./ Estalla la marchita en un solo grito./ Patricio Blas Tierno también se aleja por el pasillo…/
Alza sus manos esposadas haciendo la «V»./
(Yo me pregunto si ustedes lo ven conmigo. / En este preciso instante, digo: /¿Lo están viendo, triunfante, como yo lo veo?)/ Se va con Barcos, con Cuevas, con Franzen, con Parodi, con Zapata, se va…/Con el Flaco. Con el Negro Duarte, con Pereyra, con Díaz, con Yedro, con Zamudio y Piérola./ Es el 13 de diciembre y los llevan a Margarita Belén./ Por lo demás, /el resto de los compañeros está a salvo./ El hijo de Néstor Sala va creciendo…».
«A la más clara de las Mirtas.
Al más tierno de los Raúles.»
Como epílogo de esta historia quiero decirles:
«… sin embargo, porque no pudieron… las Margaritas dieron Flores… y más Flores…!”