Hace tiempo ya que Don Arturo Jauretche explicaba un asunto que todavía mantiene toda su vigencia: la de los figurones y los maestros desorientadores. Jauretche alertaba sobre esta técnica de fabricación de figurones de función colonizadora: “la firma del personaje o la aparición frecuente y destacada, sirven para construir el prestigio. El prestigio que una vez logrado sirve a su vez para prestigiar las ideas y los hechos que el prestigiado apoya con su autoridad. Así constituido el figurón va afirmando su personalidad a través de la cátedra, el libro prestigiado por los mismos medios, las academias, los premios científicos y literarios, las instituciones que consolidan el renombre adquirido de la misma manera, y que para lo mismo sirven. Es toda una construcción artificiosa y regulada cuyo acceso se logra a medida que se acredita obsecuencia al aparato, y se da la certidumbre de que responderá con el prestigio que se le presta, dando prestigio a su vez” en defensa de los intereses que persigue el aparato para crear la imagen de cultura. (Los Profetas del Odio y la Yapa). Lo que pongo de relieve aquí, es la vigencia de un viejo método: la consabida utilización de los figurones para la defensa de los privilegios oligárquicos. No por menos conocida, viene como anillo al dedo recordarla en tiempos en que los sectores reaccionarios intentar cerrar cualquier camino de reivindicación popular en el nuevo ciclo político iniciado en el país.
Con el título “Vicentin: especialistas en derecho cuestionan la validez constitucional de la intervención”, el diario La Nación cuestionó la nacionalización de la empresa cerealera. No propongo ingresar en el debate de la medida, cuya importancia está en llegar a ser un instrumento para la construcción de un nuevo y progresivo modelo de estado, al servicio de los intereses nacionales, con incidencia en un área estratégica como el comercio exterior, la producción y distribución de alimentos, y el liderazgo en toda una amplia cadena de valor y comercio interior, con alcance nacional pero especialmente en la región.
La nota del diario guardaespaldas de la interpretación mitrista de la historia, dice:“Basados en que no es facultad del Estado intervenir una empresa que se encuentra en concurso de acreedores, dos abogados expertos en derecho comercial, Raúl Aguirre Saravia y Máximo Fonrouge, dijeron que hay un «avasallamiento del Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial» y que la intervención es inconstitucional. Entre los constitucionalistas consultados, Daniel Sabsay afirmó que el DNU de Alberto Fernández es «abiertamente inconstitucional», mientras que Andrés Gil Domínguez consideró que su constitucionalidad es «discutible» y Roberto Gargarella sostuvo que la expropiación puede ser «justificada y necesaria», pero que el procedimiento está «en tensión con el derecho» y que la forma elegida por el Gobierno fue «a las trompadas». El caso de Gargarella es más sofisticado aún. «No tengo ningún prejuicio ideológico: la expropiación puede ser perfectamente justificada y necesaria. Pero me asombran, primero, los procedimientos (intervenir una empresa bajo control judicial), que por estar en tensión con el derecho ponen en riego a la misma iniciativa que se quiere concretar (¿o es que se trata de eso?); y segundo, la forma «a las trompadas» por la que se opta». Curiosa preocupación por el destino final de una medida sobre la que dice estar en contra.
Como se ve, por derecha e izquierda, y por el centro, confluyen para golpear juntos a las políticas públicas de avance progresivo a favor del pueblo. Ni incluyen en su análisis las necesidades colectivas, comunitarias y regionales, la relación entre comercio exterior y soberanía económica, la imputación delictiva gravísima que pesa sobre los empresarios y el gobierno anterior, y, desde el estricto punto de vista constitucional, no hay ninguna prohibición para un rol activo del estado en economía en general y en aquella materia en particular, y la previsión expresa del instituto de la expropiación previa declaración de utilidad pública. Casi que no hay mucho margen para debatir en términos de derecho, más allá de que como casi no hay ningún tema jurídico que no genere debate, la opinión de Gil Dominguez vale para casi cualquier asunto leguleyo.
En 2012, varios de los mismos, junto con otros figurones mayores (de prestigio prestigiado y de edad), habían hecho una aparición similar, contra la política del estado argentino en la defensa de nuestros intereses soberanos por Malvinas y las Islas del Atlántico Sur. Ahí las firmas fueron las de Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Santiago Kovadloff, Rafael Filippelli, Emilio de Ipola, Vicente Palermo, Marcos Novaro, Eduardo Antón Luis Alberto Romero, Hilda Sábato,Daniel Sabsay, Roberto Gargarella y José Miguel Onaindia, además de Jorge Lanata y José Eliaschev. Decían que hay que respetar el derecho a la autodeterminación de los isleños. Pero, ¿y el de nuestro país? Bien, gracias.
En verdad, le apuntaban a la estrategia del estado argentino de obligar a Gran Bretaña a a dialogar sobre la soberanía de las islas, de acuerdo con el Comité de Descolonización de las Naciones Unidas, después del triunfo diplomático nacional de lograr el apoyo de países del Mercosur y del Caribe, que prohibieron atracar en sus puertos barcos con bandera de las islas. Los figurones locales no sólo tienen la capacidad de brindar servicio a los intereses de los privilegios locales, sino a los poderes imperialistas. No en vano, Romero publicó una nota, en el mismo diario, con el título: “¿Son realmente nuestras las Malvinas?”. Una joya de la pedagogía colonial.
Los figurones de afuera
También recientemente, casi paralelo a la primer nota citada en una demostración de una coordinación entre gestos de afuera y adentro, como en una orquesta, aunque por el momento desafinada y sin mucho público. se publicó un documento firmado del Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, en el que “figuras y líderes mundiales”, según este prestigiado instituto, hacen un “llamado para defender la democracia” (Defend Democracy, se titula), ya que las libertades que apreciamos están amenazadas por los gobiernos que están utilizando la crisis para reforzar su control del poder.” (Ver sitio: https://www.idea.int/). La carta la firmaron, entre otros, Mauricio Macri, Laura Alonso, Patricia Bullrich, Santiago Canton, y los intelectuales Liliana de Riz y Beatriz Sarlo, quien parece que la ascendieron al pasar a la categoría de los figurones for export.
Para que vean los figurones que en otros países, mencionamos a Madeleine Albright (nada menos que ex secretaria de estado de EUA, promotora de las guerras en Oriente Medio y en la Ex Yugoslavia con la OTAN), Luis Almagro (secretario de la OEA, ¿habrá consultado a los países miembros?), al infaltable Vargas Llosa, José Vivanco de Human Right Lawyers, a los ex presidentes, ahora, según parece, empleados de figurones, Fernando Henrique Cardoso, Andrés Pastrana, Juan Manuel Santos, César Gaviria, Jorge Quiroga y Ernesto Zedillo. Además, tanto la USAID como la NED, históricos actores no militares de la política exterior norteamericana en el continente, le sacan provecho a la lavada de cara.
Aunque parezca irrisorio, el asunto es para prestarle atención, si leemos a Kevin Casas-Zamora, secretario general de IDEA Internacional, quien explica de qué se trata: “no permitiremos que los líderes con tendencias autoritarias utilicen esta u otras crisis para aumentar su poder y disminuir nuestros derechos. Necesitamos defender la democracia, —ya sea en las urnas, en los medios o en las calles».
¿Ser profundo o haberse venido abajo?
No se trata de exhibir a los académicos citados, salvo el caso de Sarlo y Romero (este fallecido), con sus históricas diatribas contra el nacionalismo, sin percatarse que hacen el elogio indirecto de otro nacionalismo, infinitamente más ofensivo y destructor, como es el de los imperialismos angloyanqui. Los que se llenan la cabeza de cenizas por los nacionalismos, son los mismos que no creen en el imperialismo ni en la necesidad de encarar un proceso de liberación nacional. Omiten o niegan la cuestión nacional. En esto, los maestros desorientadores son iguales de servidores del colonialismo cultural y la dependencia que los de antes.
Militantes de la autodenigración nacional, típica expresión del pensamiento colonial, como queda mal, ni es culto, ni fino, ni respeta las amables formas académicas, decir “qué país de mierda”, los maestros amaestrados prefieren el intrincado lenguaje de la palabrería sinfín, oscuro y difícil, para que no los entiendan bien. Pero cuando son entendidos, porque firman una solicitada en las se les exige hablar claro, se les nota clarito las intenciones de lo que dicen. Les cabe eso de que “no es lo mismo ser profundo, que haberse venido abajo”, pero el problema no son ellos, sino los que se tiran al pozo detrás, por lo motivos que sea.
Los sectores medios de nuestro país se han caracterizado por su incomprensión del momento histórico y el rol progresivo que tenían por delante, al cual desertaron, aún en contra de sus propios intereses, guiados de la mano de estos maestros amaestrados, expertos tal vez en muchas cosas pero especialmente en desorientar. Es que, o se suelen informar con los medios de comunicación concentrados, o estudian en las universidades donde enseñan los figurones, dando efecto las mil y una maneras de fugar del país real. Los que los siguen, se baten entre el mesianismo civilizador y la resignación a la que conduce la falta de una visión nacional y popular.
Para muchos compatriotas sólo nos queda actuar orientados por eso que “es mejor que el aprender mucho, aprender cosas buenas”. Y, con lo que decía el propio Jauretche, que todo nuestro problema consiste en empezar a ver las cosas desde el ángulo de nuestra realidad, la individual y la colectiva. Y para los intelectuales que, “cuando con humildad de cabecitas negras, comprendan que ellos también son en el mundo cabecitas negras, y que el esfuerzo intelectual consiste en dar una cada vez más alta expresión del cabecita negra”.