Los Estudiantes y el Peronismo, una difícil relación

Por Julio Fernández Baraibar (*), especial para Causa Popular.- Afirmar que el movimiento estudiantil argentino surgido de la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 fue un duro y sistemático opositor al proceso político iniciado el 17 de Octubre de 1945 es ya un lugar común. Pero los entretelones y matices de ese enfrentamiento, por un lado, y la existencia de un movimiento estudiantil de filiación declaradamente peronista son aspectos de nuestra historia contemporánea que aún no tienen una gran bibliografía. La aparición de este nuevo libro del investigador cordobés Roberto Ferrero es un valioso aporte a la cobertura de esta laguna.

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En la Foto: Alumnos de la Universidad de Córdoba, Argentina, festejan la reforma universitaria de 1918.
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Este Tomo II de su Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba (**) abarca el período que va desde el golpe militar de 4 de junio de 1943 hasta la contrarrevolución oligárquica del 16 de septiembre de 1955, justamente los años de aquel dramático enfrentamiento que tan aciagas consecuencias tuviera tanto para el movimiento estudiantil como para el conjunto de la revolución nacional iniciada en las jornadas del 45.

Como queda claro desde el título, el libro se circunscribe a la actividad estudiantil y a las organizaciones y dirigentes que en aquella época actuaban en la Universidad Nacional de Córdoba, en la cual estudió y se formó políticamente el propio autor.

Este hecho, lejos de relativizar sus conclusiones, le da a las mismas un carácter emblemático pues en la Córdoba de aquellos años se manifestaron de modo paradigmático las diversas contradicciones que estallarían dramáticamente en los bombardeos a Plaza de Mayo de junio del 55 y en el alzamiento católico y liberal de septiembre del mismo año.

Pasan por sus páginas nombres y apellidos de hombres y mujeres jóvenes que luego ocuparían un lugar en la política nacional: Conrado Storani, Horacio Domingorena, Jorge Roulet, radicales, Américo García, luego frondizista, Fernando Nadra, secretario general del Partido Comunista a principios de los 70, Silvia Bermann, reformista antiperonista en aquellos años y devenida en dirigente montonera en los 70, Marcelo y Gustavo Roca, hijos del líder de la Reforma del ‘18 Deodoro Roca, Horacio Sueldo, dirigente y candidato a presidente de la Democracia Cristiana, Lucio Garzón Maceda, abogado laboralista de simpatías alfonsinistas, Jorge Dall’Aglio, estudiante reformista de medicina entonces y hoy peronista y especialista en materia de Salud y Obras Sociales, entre otros de quienes enfrentaban en la década del cincuenta al peronismo en el gobierno.

Pero también nos encontramos, y ésta es una de las virtudes del libro de Ferrero, con un movimiento estudiantil de cuño peronista organizado en “sindicatos de estudiantes” que agrupaban desde católicos tradicionalistas -tendencia ésta muy fuerte en la clerical Córdoba de entonces- hasta quienes militaban en diversas formas del nacionalismo popular.

Pero Ferrero es capaz también de acercar al lector el ambiente de las residencias universitarias, la singular atmósfera de aquel Barrio de Clínicas y su Plaza Colón, el abigarrado conjunto de estudiantes de todas las provincias del noroeste argentino, las diferencias entre quienes habían nacido en Córdoba y estudiaban bajo la severa férula de la mirada familiar y aquellos riojanos, tucumanos, santiagueños o catamarqueños que vivían, gracias a la distancia del rigor paterno, la bohemia de entonces con sus peñas, sus discusiones y sus sueños. Ferrero no menciona sólo nombres de dirigentes y militantes, sino que habla de jóvenes llenos de idealismo, entrega y dedicación a una causa.

Especial atención merece el tratamiento y la documentación de Ferrero al analizar de manera crítica el hipertrófico papel que ocupó el nacionalismo reaccionario, clerical y fascistoide en la política universitaria del peronismo. Estos elementos, llegados a la Universidad con la intervención del golpe de 1943, se adaptan rápidamente a la política peronista y se convierten en el rostro autoritario, policíaco y oscurantista de un régimen que, en el resto de la sociedad, llevaba a cabo una profunda revolución política, económica y social. Pero no hay en el libro de Ferrero una división maniquea y simplista sobre las poderosas fuerzas que la historia comenzaba a desatar en la Argentina.

Dice el autor, haciendo la síntesis de ese riquísimo y contradictorio período:

– “Los reformistas, aun en la década del Cincuenta cuando quedaron en minoría en el seno del estudiantado, combatieron acerbamente al gobierno peronista y trabajaron por su caída. Prisioneros del dilema anacrónico proveniente de la Segunda Guerra Mundial -‘Fascismo o Democracia’- se enfrentaron al régimen del general Perón viendo en él la encarnación local del nazismo, sin alcanzar a percibir su progresividad histórica global”.

– “Sin embargo, ese posicionamiento de la Reforma en relación al gobierno de la Revolución Nacional no obedecía solamente a una mirada lanzada a través del cristal deformante de la ideología que el movimiento reformista sustentaba. Existía un elemento -y de la mayor importancia- de carácter subjetivo: la naturaleza reaccionaria y hasta confesional de la cultura peronista en todas sus esferas (empezando por la enseñanza primaria y secundaria, con sus clases de religión e intolerancia).

– Sea por la falta de adhesión de las clases medias democráticas -que Perón buscó y no encontró a través de la alianza propuesta a Amadeo Sabattini-, sea porque el nacionalismo católico gozaba de gran predicamento en las Fuerzas Armadas, o por una combinación de ambas circunstancias, el hecho es que el entero escenario de la cultura oficial quedó bajo la hegemonía asfixiante de las facciones nacionalistas de derecha y de la Iglesia”.
Pero Ferrero expone también que el peronismo “juzgaba a la Reforma como ‘liberal, individualista, atea y positivista’, (caracterización más o menos exacta si se la refiere al Reformismo de los años peronistas, pero errada en cuanto al Movimiento del ’18), pero reconocía generosamente que el movimiento reformista ‘fue la primera tentativa seria de quebrar el régimen de gobierno universitario oligárquico, creando la conciencia de la participación estudiantil en los Consejos directivos de las Universidades’…Más aún: el peronismo universitario y la CGU no perdían oportunidad de señalar que ellos habían venido a cumplir realmente lo que la Reforma predicaba pero nunca fue capaz de llevar a cabo”.

En cuanto a la visión de los reformistas sobre las originarias banderas antiimperialistas y latinoamericanas de la rebelión del ’18, sostiene Ferrero que “fueron abandonadas y sacrificadas durante la Guerra y los primeros años de la postguerra en honor a la alianza mundial de la Izquierda y la URSS con el imperialismo anglosajón” … “(el reformismo) festejó la caída de Gualberto Villarroel en la contrarrevolución boliviana de 1946; denigró a Getulio Vargas en Brasil y enalteció a Roosevelt como ‘Paladín de la Democracia’, disminuyendo simétricamente a quienes como el doctor De Olmos (peronista) se negó a rendirle homenaje en 1945 por ser el jefe de una nación imperialista, como que lo era”.

“Paradójicamente, estas banderas dejadas de lado por la Reforma Universitaria fueron retomadas y agitadas vigorosamente por las juventudes universitarias peronistas nucleadas en la CGU, que aplaudieron la Revolución Nacional de Paz Estenssoro en la Bolivia de 1952, repudiaron en las calles el derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala, reclamaron la Independencia de Puerto Rico y la libertad de su líder, Pedro Albizu Campos, y apoyaron constantemente a Getulio Vargas y al General Ibáñez del Campo en Chile, caudillos populares con los que Perón intentaría la primera política concreta de unidad latinoamericana: el ABC, torpedeado por los EE.UU.”.

Esta contradicción, que costó duros enfrentamientos, represión policial y la participación de amplios sectores de la clase media universitaria en la contrarrevolución de los “libertadores”, no pudo ser resuelta en aquellos años.

En las postrimerías del segundo gobierno de Perón, cuando el aula reformista se unió a la penumbra de la sacristía para restaurar el orden oligárquico, ya era tarde para intentar una posición capaz de unir al ’18 con el ’45, tal como lo intentaron los jóvenes nucleados en el ADER o el manifiesto de los “40 pelandrunes”, un último y tardío intento de un grupo de reformistas en evitar el golpe, que Roberto Ferrero rescata del olvido.

Los agnósticos y anticlericales reformistas -radicales, socialistas, comunistas y hasta anarquistas-, formaron una sola fuerza con la reacción clerical, demócrata cristiana y liberal, ocuparon la CGT y marcharon en el gran “Desfile de la Victoria” el 22 de septiembre de 1955, junto al ejército de Lonardi y Videla Balaguer y bajo la consigna de “Cristo Vence”.

La sombra de esas jornadas pesaría como un oscuro sueño en el cerebro de la siguiente generación.

El II Tomo de esta Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba se hace cargo, con el bisturí del historiador, y trae a las nuevas generaciones la experiencia de aquellas dolorosas jornadas.

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(*) El autor es Secretario de Acción Política del partido Patria y Pueblo e integrante del Centro de Estudios Estratégicos Suramericanos (CEES)
Julio Fernández Baraibar
fernandezbaraibar@yahoo.com.ar
(**).- Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo II (1943-1955), Roberto A. Ferrero, Alción Editora, Córdoba 2005.

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