La señora Chiche Duhalde ya nos tiene acostumbrados. Desde mucho tiempo atrás, cuando fue responsable de los programas sociales en la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de su marido, en esa época ya nos desayunaba algunas mañanas con frases de enojo contra alguien.
Más allá de que es una militante que trabaja mucho, que conoce la provincia y que seguramente le pone mucho amor a lo que hace, últimamente nos despierta con agravios planteando críticas a funcionarios que se empeñan en mejorar el funcionamiento de la administración pública o haciendo declaraciones con el tema partidario como si ella hubiera pasado los últimos 20 años de su vida en una burbuja. Habla como si ella y su marido no fueran responsables de un Partido Justicialista anquilosado y atrasado en el tiempo.
Decir que el doctor Kirchner, último presidente de los argentinos, no expresa el “justicialismo” es, primero, una desubicación total de su parte. Y también es no entender que la doctrina justicialista necesita siempre actualizaciones. El mismo Perón planteaba que lo peor que le puede pasar al “justicialismo” es convertirse, de una doctrina, en un dogma. Cuando la doctrina se convierte en un dogma de fe parece que hay un libreto y no nos podemos adaptar a los tiempos que corren.
No reconocer que los dos partidos tradicionales de la Argentina en la década del ‘90 adhirieron a fórmulas económicas y políticas que nada tenían que ver con sus orígenes generó una gran tergiversación sobre la utilización del partido, de su doctrina y su historia. Atacar, en el caso de la gestión, a Santiago Montoya y, en el caso partidario, a Néstor Kirchner, lo único que hace es demostrarnos que lo que no tiene es autocrítica y lo que sí tiene es un terrible malhumor con el resto de la militancia política.
No sé cuanto esfuerzo tendrán que hacer muchos militantes que siguen adhiriendo a la línea del doctor Duhalde. No creo que les sea muy agradable caminar una tarde de sol con Chiche al lado, enojada todo el día buscando fantasmas y enemigos en todos aquellos que estamos intentando con mucha humildad y mucho esfuerzo construir una Argentina para todos. Una Argentina que no es la que ella imaginaba en el segundo lustro de la década de los ‘90. Yo tengo memoria y recuerdo a Chiche Duhalde planteándonos que nos teníamos que acostumbrar a que nunca más iba a haber una chimenea con humo en Argentina. En esa época, se paseaba de la mano con Jeremy Rifkin, un sociólogo y economista estadounidense que pregonaba el fin del trabajo. Ella lo tomaba como estandarte para implantar en la Argentina los planes sociales. De todos modos, nosotros consideramos que algunas de las apreciaciones de Chiche las tenemos que tomar en cuenta. Cuando ella dice que los planes sociales no pueden estar en 150 pesos tiene toda la razón del mundo. Lo que nosotros estamos construyendo es un país en el que no sea necesario tener un plan social y no el país de la resignación que nos planteaba ella, donde creíamos que nunca más iba a haber humo en una chimenea en la Argentina.
No es casual que se quiera pelear con Montoya y que salga a criticarlo. La imagen pública de Montoya tiene en la provincia de Buenos Aires un altísimo nivel de adhesión. Montoya le ha puesto lógica al sistema de recaudación en un estado provincial que tiene una extensión de 307.000 km2. Esta extensión equivale al territorio de España o de Italia. En este territorio hay 500.000 pymes, tanto industriales como agropecuarias, integradas la mayoría de ellas por grupos familiares. Recaudar nunca es una tarea sencilla ni grata. A ningún vecino le gusta tener que distraer parte de sus ingresos para el pago de los impuestos. También sabemos que a veces hay contadores y estudios jurídicos que tratan de encontrar mecanismos de evasión impositiva sobre todo para los medianos y grandes contribuyentes. Esto hace que no sea una tarea grata en un Estado que es complejo. Pero siempre decimos que queremos mejor educación, queremos mejor salud, queremos más justicia, queremos más seguridad… Y todo eso hay que financiarlo.
Juan B. Justo, ese gran líder socialista, dejó una frase que lo pinta de cuerpo entero: «la democracia hay que financiarla». Si queremos una democracia sólida y un estado eficiente hay que pagar impuestos. Y esa es la tarea de Montoya. Detectar los distintos métodos de evasión. Mientras digo esto, me viene a la memoria que la senadora Chiche Duhalde es la autora de un proyecto de ley que impulsa una legislación para los countries y los barrios cerrados totalmente diferenciada de todos aquellos que vivimos en los barrios que no están cerrados ni denominados clubes de campo o country. Cuando ella busca eso, nos tenemos que preguntar si no está tratando de diferenciar al sector de la sociedad que más poder adquisitivo tiene y beneficiarlo con leyes que no permitan la intervención del Estado. Y es precisamente en esos barrios donde hay viviendas que superan el millón de pesos y que no pagan impuestos, ni siquiera están declaradas las construcciones y ni siquiera están presentados los planos aprobados en los municipios respectivos.
¿A qué se opone la señora Chiche Duhalde? ¿A que Montoya trabaje con la foto satelital? ¿A que Montoya actualice el catastro? ¿A que Montoya vaya a recaudar en los sectores que más poder adquisitivo tienen? Estos sectores son los que más se beneficiaron en la década del ‘90, los que más se beneficiaron con la crisis del 2001 y los que más crecieron en este desarrollo argentino de crecimiento sostenido del producto bruto interno de estos últimos 5 años. Me da la impresión que Chiche Duhalde tiene un discurso y una práctica para los pobres que es asistencialista, casi paternalista, que nada tiene que ver con la doctrina del “justicialismo” que es la promoción del ser humano. Y es precisamente en ese paternalismo y en ese asistencialismo donde radica hoy la única porción de voto que los Duhalde pueden ir a buscar. Y su política está centrada en cubrir o encubrir (podemos usar cualquiera de las dos palabras) la evasión de algunos sectores que le hacen mucho daño al fisco no aportando los impuestos tanto inmobiliario como rural o los planos de construcción.
Cuando ataca a Montoya no lo hace casualmente. Está atacando al corazón del financiamiento del gobierno bonaerense. Porque si la provincia de Buenos Aires no tiene financiamiento no puede trabajar en el mejoramiento de tres o cuatro áreas clave que los bonaerenses necesitan.
El autor es Diputado de la Provincia de Buenos Aires (Frente para la Victoria)