¿Carta Abierta y 6, 7, 8 son las dos caras de la militancia K? Una reflexión acerca de qué cosas pueden quedar en pie cuando Carla Czudnowsky y Sergio Lapegüe sean apenas un recuerdo.
Ayer por la tarde una amiga pasó por casa tras la marcha por el 24 de marzo. —¿Fuiste sola?—, pregunté. —Estuve en la columna de 6, 7, 8— respondió. Eufórica por la convocatoria que parece tuvo nuevamente el programa de Canal 7 a través de Facebook, creo que no reparó en mi estupor ante el calibre de esa frase que a mí me sonó tan extemporánea como un cadáver exquisito: la columna de 6, 7, 8…
El fervor que despierta el programa en gran parte de quienes veo a diario me recordó un entusiasmo parecido, alumbrado hace prácticamente dos años. Me interesa descubrir el por qué de esta asociación de ideas.
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El surgimiento de Carta Abierta significó, en medio del lock out de la patronal agraria, una rotunda novedad en el espacio de la militancia política y cultural que apoyaba las gestiones de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Su aparición insufló tanta oxigenación y esperanza que despertó inclusive expectativas desmedidas. Todos le pedían a Carta Abierta que fuera esto o lo otro, quizá en el ilusorio intento de tapar los baches de la débil construcción política que el kirchnerismo supo (o no supo) conseguir desde 2003 para sustentar en la calle lo que pretendía avanzar en palacio.
Producto de la inquietud de un grupo de viejos bichos de la militancia y la intelectualidad que no podían creer lo que opinaban los mozos y las vecinas sobre un gobierno que los beneficiaba, Carta Abierta fue desbordada rápidamente por la realidad. De aquellas tardes de la Feria del Libro 2008 donde algunos compañeros repartían en los pasillos de la Rural la Carta N°1 (aquella que parió el hoy habitual término destituyente) pasó a las asambleas multitudinarias en la Biblioteca Nacional. Muchas son sus jinetas. Despertar el compromiso de los intelectuales por la política, avivar discusiones archivadas, articular con actores como las centrales de trabajadores y las organizaciones sociales están entre las primeras. Todo esto con un equipo coordinador y extensas reuniones quincenales donde todo el mundo pide la palabra y dice lo que cree, para placer o desdicha del resto, según el caso. Cero estructura y aparato.
Todos estos logros estuvieron atravesados desde su inicio por la crítica de muchos que juzgaban como demasiado alambicado y elitista el léxico utilizado en las Cartas. Discusión más, discusión menos, lo que muchos señalaban era la necesidad de bajar esas cartas a un discurso que permitiera llegar a la gente común, que tradujera las ideas cinceladas sin ahorrar vocabulario a consignas concisas y directas para laburar en el barrio.
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¿Es el programa que produce el pelado Gvirtz la contracara digerida de Carta Abierta? ¿Los informes editados alla TVR son aquella reclamada traducción de los conceptos de Forster, González y compañía?
Es una comparación imposible, está claro. De movida, porque de un lado hay un grupo de voluntades tratando de organizarse por convicciones ideológicas y políticas y del otro hay una productora de televisión que cobra sus servicios tan bien como lo hacía cuando emitía sus productos por Canal 13.
Como reza el refrán, “en épocas de guerra cualquier agujero es trinchera”. Así que no se trata de rechazar las herramientas para generar adhesiones cuando lo que no sobra son apoyos y movilización. Sí me permito ensayar algunas preguntas.
La primera, sobre cuáles son los modos de interpelar a una clase media esquiva electoralmente para un proyecto de país que se pretende inclusivo. En esta, 6, 7, 8 tal vez se revele como una buena estrategia de llegada. Se verá.
La segunda es qué modelos de organización y movilización deseamos reconstruir. Personalmente, jugar al mismo juego de TN pero a favor del gobierno no embellece el método. La manipulación de la información es lo que es.
Mendieta escribió hace unas horas mucho más claramente lo otro que quiero decir. No me alegra que en los actos haya mucha gente suelta. Está bueno como foto, como oportunidad de tender puentes, pero no como tendencia. Los autoconvocados son hijos de la orfandad, no de la participación. Las virtudes de la espontaneidad son un verso del poder.
La organización vence al tiempo, aun en los tiempos de Facebook.
Carta Abierta, con sus más y sus menos, figurará sin dudas entre los felices legados de los gobiernos K. El programa que conduce Galende es una operación de prensa más, para mí de vuelo tan corto como armar un multimedios de la mano de Spolsky.
Juntar diez mil tipos en la Plaza no es sencillo. Más difícil es saber para qué los juntás. Mucho más, organizarlos detrás de un objetivo común.
Yo sé que sueno como esos viejos que empiojan las reuniones en la Unidad Básica, o hasta como esos radicales que machacan con las bondades del sistema de partidos.
Lo que tengo claro es que para dar la pelea por un país inclusivo, justo y democrático hace falta mucho más que un club de la buena onda.