Lo que se juega en 2009

Este post de Mendieta se publicó originalmente en Artepolítica el 29 de Enero pasado.

Puedo ponerme muy crítico esta noche. Y esta mañana. Y dentro de un rato, a la tarde.

Puedo hacer un recuento de los errores, pifies y pelotas varias que en vez de ir al arco, aterrizan atrás de la popular, del lado de afuera.

Puedo decir, y quiero, lo que para mí es la madre (¿el padre?) de todos los errores: no hubo (no se quiso, no se supo, no se pudo) construcción de un sujeto colectivo que asumiera el imprescindible protagonismo a la hora de hacer política. Con vos sólo no alcanza Néstor. Lo dije hace un año en forma de pregunta: ¿Y si en verdad el kirchnerismo nunca hubiera existido? Lo dijo el Escriba: Kirchner no tiene sucesores.

¿No quiso Kirchner?¿No quiso el peronismo? ¿No quiso ese conglomerado de veleidades individuales y corrección política inútil que es el progresismo K? (Sí. Lo repito: inútil, muchachos. Si no ganamos la elección ni de un centro de estudiantes no podemos cambiar un carajo nada. Si no podemos cambiar un carajo nada no hagamos política. La política es ganar para cambiar o ganar para que todo siga igual o ganar para volver para atrás. La política no es una concejalía, una banca de diputados, una planta transitoria, mi cargo. No)

¿No quisieron, no pudieron, no los dejaron? No importa. Lo que importa son los hechos: el kirchnerismo es hoy, como estructura política, lo que dice Asís: su conducción entra en una combi. Eso es objetivo, pero no dice demasiado.

El tema, el problema, es que, como significante político, el kirchnerismo es mucho más que eso: es la encarnación del peronismo realmente existente hoy para los gorilas, que nunca existieron ni dejaron de existir y se apalancan en esa existencia como paraguas: vivimos en el siglo XXI y ser antiperonista está mal. No da. Pero ser antikirchnerista es lo más, es re in, re da. “Don´t Kirchner, be happy” (te regalo la calco Carrió, de onda, por lo izquierdistas que supimos ser allá hace un par de años

Y el kirchnerismo, esa bestia inexistente en el poder real pero muy presente en el simbólico, es otra cosa más. Fue, al principio, una expectativa de construcción de un movimiento político nacional, popular, transformador. Fue luego, para cientos y cientos de tipos y minas de nuestro país, una esperanza de “por fin una buena, ahora sí, puedo creer, me meto, hago política”. Miles de chaboncitos que llegaron a la política de la mano del kirchnerismo, de su impronta, de sus “modales”. Pero claro: nunca fraguó y ahora asistimos a lo que verdaderamente da miedo: la decepción de esos miles de tipos, ya no en el kirchnerismo, sino la decepción en la política. Ahí trabajan fuerte los opositores (no todos, claro, hablo de la derecha): en hacer fuerza para que la caída del proyecto kirchnerista sea la caída de la participación política de los sectores populares.

Y como el kirchnerismo nunca logró dar cauce orgánico a esa participación, ahora que llueven los piedrazos y las crisis, el rey vuelve a estar muy desnudo y muchos muy desesperanzados.

Y ojo: con la desesperanza la tengo muy clara. Fui un militante muy activo del Frente Grande y el Frepaso. Tengo mis orgullos y mis culpas. Me hago cargo. Pero sobre todo me hago cargo de que ya éramos una fuerza política melancólica, ay el existencialismo, incluso antes de fracasar.

Hoy volvemos a presenciar lo que nunca dejó de ser: el sistema de poder argentino como una cooperativa de liderazgos provinciales y locales. ¡Es el territorio, estúpido!

¡Y pensar que los analistas se llenaban las manos de tinta y las cuerdas vocales de bilis al grito de “hegemonismo!”. Hegemonismo las pelotas, ojalá fueran hegemónicos, pensábamos algunos hace 12 siglos, que es decir doce meses de Argentina (mención de honor para la señora Carrió, quien fuera pionera a la hora de vestir al rey desnudo con los falsos ropajes del hegemonismo, el exceso de poder y la cooptación. Así lo vistió al kirchnerismo, esa eterna potencia, ese pibe que promete y hasta mete goles, pero nunca termina de explotar).

Volviendo. Está fea la situación para el gobierno nacional. Y está más fea aún para sus simpatizantes. Además de errores, omisiones y desaciertos, está faltando línea discursiva, política y argumental para contrapesar el infinito asedio de los medios de comunicación masiva y el clima imperante en la opinión pública, que vienen a ser las dos puntas del ovillo comunicacional (háganse cargo: hoy, como ayer en el menemismo, son los medios la verdadera oposición. Lo cual no está mal per se, o sí, no sé, salvo para los dirigentes políticos opositores, que debieran tener un poco más de orgullo y enjundia en su labor. Traducido: Mirtha Legrand mide más que Macri o que Morales, ¿no?).

Y sin embargo…

Y sin embargo, y a pesar de las buenas intenciones de algunos sectores opositores de centroizquierda (Proyecto Sur, el sabatelismo, el SI), sigo pensando que la caída o la derrota en las elecciones de este año por parte del oficialismo es la peor noticia que pueden recibir todos aquellos que soñamos, trabajamos o aspiramos a la construcción de un proyecto nacional y popular de verdad. ¿Por qué, me dirán? Y yo, también golpeado por este momento, no diré porque el kirchnerismo encarna plenamente eso. Pero sí diré que simbólicamente sí lo es, por lo cual su derrota es la derrota incluso de aquellos que lo criticamos “por izquierda”. Sí, lo digo: una hipotética derrota del oficialismo en octubre no es la derrota del PJ, no. Es la derrota de Kirchner y también de Sabatella, de Pino, del SI. Lo que se juega en 2009 es, estratégicamente hablando, mucho más que una elección legislativa. Se juega si asisitimos al nacimiento de un nuevo ciclo de diez años en la política argentina. Un ciclo que, lo lamento, hay que decirlo, será de derecha y reaccionario.

Además uno va y lee a Martín acá. Y además somos de Racing y no nos achicamos en las malas. Va a ser duro 2009. Vamos a militar mucho, todos. Va a estar bueno.

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