Lo que se espera

“¿No alcanza en la literatura con que ciertas obras, a veces, simplemente nos den placer y nada más que placer?”. Por Martina Evangelista

Estuve leyendo Gente normal, la segunda novela de Sally Rooney, una joven escritora irlandesa. Se publicó en el 2018 y fue furor: en Estados Unidos se convirtió en bestseller y se vendieron más de 64.000 copias en la primera tirada. En el 2020 se hizo la adaptación a miniserie, Normal People. La cuestión es que nunca había leído el libro ni visto ningún capitulo, tampoco sabía de qué iba. Solo había visto recortes de algunas escenas muy hermosas (la protagonizaron el actor de moda Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones, una actriz que no conocía).

Lo que me llevó el otro día a comprar esta novela fue la conversación entre dos amigos que se pararon al lado mío. Estaba deambulando en los pasillos de la librería Ateneo Grand Splendid de Avenida Santa Fe, dudando entre miles de géneros y títulos (mi economía sólo me permite comprar un libro cada uno o dos meses, con suerte) y una chica al lado mío agarró Gente Normal para leer la contratapa y su amigo le gritó taxativamente: “No lo hagas, ¡te va a destruir!”. No me quedó otra opción que agarrarlo y llevármelo a casa.

La novela trata sobre Marianne y Connell, dos compañeros de secundaria, en un pueblo inventado de Irlanda. Ella es de clase alta, bastante solitaria, perturbada y víctima de bullying en la escuela; él es el hijo de la empleada doméstica que trabaja en la casa de Marianne, popular, lindo, está en el equipo de fútbol y todos lo adoran. Un día se besan y ahí empieza todo. La novela está fragmentada en capítulos cortos que nos van marcando el paso del tiempo (se titulan con meses y años) y sigue su historia hasta que terminan la universidad.

Es una lectura “fácil” y atrapante, y se discutió mucho sobre esta novela: por un lado, las generaciones jóvenes la adoran, la veneran y, por el otro, leí a muchísimos críticos y escritoras y escritores diciendo que no comprendían su “hype” (entusiasmo intenso/exagerado en el público). Entiendo las dos posturas:  está bien escrita, la devoré en cuatro días, hasta entré en un estado bastante erótico (tiene escenas hots súper bien logradas) y eso no me pasaba con un libro hacía mucho tiempo. Pero, a la vez, no sé si trae algo novedoso o interesante en términos de escritura, ideas, o conceptos a pensar. Y esto me hizo pensar en el asunto, ¿tiene que suceder siempre eso cuando leemos un libro? ¿no alcanza en la literatura con que ciertas obras, a veces, simplemente nos den placer y nada más que placer?

Claro que estas preguntas no son nuevas, se discuten desde la Antigüedad. Cicerón (siglo I A.C.)  en su obra Orador, habla sobre la importancia de los conceptos docere, delectare y movere: la traducción sería algo así como “enseñar, deleitar y conmover”. Creo que hace ya décadas se llegó al acuerdo de que la literatura no tiene por qué siempre enseñar algo, es decir, venir con una moralina metida. Y sí, se llegó al consenso de que solo puede deleitarnos y/o conmovernos, y eso ya lo hace valiosa por sí misma. Pero, por más que se tome como una discusión ya cerrada (como aquel eterno debate entre inspiración vs. trabajo), todavía persiste en nosotros cierto discurso antiguo. Y lo que noto es que se le exige eso a la literatura mucho más que a ningún otro arte, como por ejemplo al cine.

El otro día vi Hechizo de luna, una película de 1987 dirigida por Norman Jewison. Está protagonizada nada más y nada menos que por la diosa de Cher y un jovencísimo Nicolas Cage. En el corazón de la comunidad italoamericana de Brooklyn, Loretta (Cher), una contadora viuda, decide comprometerse con Johnny, un hombre más grande y tranquilo. Pero todo cambia cuando conoce al hermano menor de Johnny (Nicolás Cage). Se enamoran de una manera muy intensa y entonces Loretta se ve atrapada en un dilema difícil de salir. Es un guion bastante simple en términos “intelectuales”, pero tiene una belleza muy peculiar. La luna aparece enorme las noches en las que dos personas se enamoran, tiene una fotografía sumamente cuidada y las actuaciones son todas buenas. Pero, aun así, la familia italiana está representada de manera cliché, ella se tiñe las canas y así estar más linda para su cuñado,el final es cerrado y todos quedan contentos. Pero que deleita, deleita, y me conmovió muchísimo. ¿Tiene algún tipo de moraleja? ¿nos deja pensando en algo complejo y profundo? No lo creo, y nadie se hizo esta pregunta al verla: fue un éxito y hoy en día es un clásico del cine.

Hoy en día hablamos muchísimo de la falta de tiempo, de los tiempos acelerados que corren y del consumo rápido y feroz. Y es bastante frustrante cuando estamos viendo una película o leyendo un libro y agarramos el celular e interrumpimos ese momento de pausa en el tiempo. Me pasa mucho, y soy tan propensa a hacerlo que a veces dejo deliberadamente el celular lejos para que no me pase. Ahora bien, tanto como con Gente Normal como con Hechizo de luna, no agarré el celular ni una vez. Me metí tanto en ambas historias que no me importaba nada más.

Creo que en el mundo donde vivimos, donde todas las empresas quieren que estés scrolleando en el celular sin parar porque así siguen llenando sus bolsillos, el acto de no hacerlo por un buen rato es en sí ya revolucionario y liberador. Quizás suene triste, cuando en otros tiempos las palabras revolución y libertad significaban otras cosas, pero es lo que puedo pensar hoy en día. Ya lo dijo Charly hace años: “¿qué se puede hacer, salvo ver películas?”.

Hasta hace no mucho me molestaba cuando la gente me decía que mi escritura es fácil de leer, que no es complicada, que es linda y entretenida. Me sentía simple y llana, pensaba que mis notas eran papelitos de colores. Pero la verdad es que, como ya dije en otras ocasiones, creo que no estoy buscando ser original, ni dejar una moraleja, ni traer conocimientos intelectuales o académicos. A mí lo que me motoriza a escribir es lo que me conmueve del mundo, las cosas que me emocionan, me angustian o los asuntos de nuestras existencias que no termino de entender del todo. Por eso ya no me enoja cuando describen a mi escritura como “fácil de leer”: prefiero que la lean, antes de que abandonen a mitad de la nota porque no entienden el 80 por ciento de lo que digo.

En una parte de Gente normal, Connell está atravesando una depresión muy profunda, pero hay algo que aún lo conmueve: “Aun así, al volver a casa esa noche Connell releyó algunas notas que había estado tomando para un nuevo relato, y sintió la antigua palpitación del placer en su interior, como al contemplar un gol perfecto, como el movimiento susurrante de la luz entre las hojas, un fragmento de música que sale de la ventanilla de un coche al pasar. La vida brinda esos momentos de felicidad, a pesar de todo”.

Esa palpitación del placer en el interior como un tipo de manifestación de la felicidad es la clave de lo que puede generarnos el arte. En un mundo donde todo parece exigir productividad, consumo, profundidad o impacto, defender el disfrute por el disfrute también es una forma de resistencia: poder habitar una experiencia estética sin pedirle más de lo que ya está dando. Tal vez ahí resida su potencia —no en lo que explica, sino en todo lo que suspende alrededor nuestro, aunque sea por un rato.

COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

Recibí nuestras novedades

Puede darse de baja en cualquier momento. Al registrarse, acepta nuestros Términos de servicio y Política de privacidad.

Últimos artículos

De Tucumán a Buenos Aires y viceversa: el calvario de tarjetas para el transporte público y la inocencia armada hasta los dientes. Por Rossana Nofal
“No se trata de negar esa etapa. Se trata de reconocer sus límites. El peronismo necesita reencontrarse con su alma transformadora.” Por Gustavo Aguilera
El capitalismo avanza en oleadas. Como señaló el economista soviético Nikolái Kondratiev a principios del siglo XX: “las economías no solo crecen y se contraen en ciclos cortos, sino también en ondas largas que reflejan transformaciones estructurales del sistema”. Por Antonio Muñiz

COMPARTÍ ESTE ARTÍCULO

Share on facebook
Share on twitter
Share on linkedin

ARTICULOS RELACIONADOS