En principio el Frente de Todos está al borde de la fractura: el experimento electoral de Cristina, muy exitoso a la hora de ganar una elección, muestra su impotencia a la hora de gobernar. Esta experiencia política podría terminar de la peor manera, según auguran y desean sus opositores.
La crisis del FDT parece centrarse en el rumbo económico. El acuerdo con el FMI marcó un quiebre entre el ala moderada, ligada a AF con el kirchnerismo más duro, liderada por CFK y su hijo Máximo Kirchner. La discusión es ideológica y profunda, se debate el rumbo del país en los próximos años y medio, entre dos modelos distintos y a veces antagónicos.
También es cierto que hay mucha hojarasca en el medio del debate, muchas posiciones que se parecen al libreto de un teleteatro de baja calidad y por supuesto como siempre un campo orejano para los que medran y sacan ventaja.
Los números de la economía parecen indicar índices de crecimiento del PBI, empleo, disminución de la pobreza, inversiones productivas, envidiables, en un país que fue quebrado y saqueado por la gestión anterior y luego azotado por una pandemia que castigó muy fuerte la economía global.
A esa situación económica y productiva hay que sumarle la guerra ruso ucraniana, que ha hecho temblar la económica y la política mundial. Se abre, es cierto, un escenario complejo, lleno de acechanzas para nuestro país. Pero también es una oportunidad, dado el aumento de valor de nuestros commodities. Se abre también un nuevo orden mundial, más abierto y multipolar, donde Argentina puede insertarse con ventajas competitivas.
La reciente votación en las Naciones Unidas, alineándose con EEUU para sancionar a Rusia, mostró una gran miopía por parte de la cancillería, además de romper una larga tradición de nuestra política de no alineación y de no injerencia en las políticas de los pueblos. La abstención junto a México y Brasil era el camino correcto, manteniendo la neutralidad. Esta contradicción es grave, causó daño dentro del mismo FDT pero también daño la relación con una potencia amiga como Rusia, donde hace pocas semanas el mismo presidente AF había reconocido y habían firmado acuerdos de cooperación e inversión económica.
Pero volviendo al tema económico, también es cierto que no todas son rosas, una inflación arrastrada del 50%, y una proyectada para 2022 cercana al 60%, con índices de pobreza extrema y salarios muy bajos, aun en sectores dinámicos y de empleo formal, muestra un escenario preocupante. Los argentinos conocemos el daño en el tejido político y social que causa una inflación prolongada. Los resultados adversos en las elecciones del año anterior donde el frente gobernante perdió más de 4 millones de votos, muestran un panorama preocupante de cara a las elecciones del 2023.
El presidente Fernández sostiene a Guzmán, asediado por el kirchnerismo e incluso por funcionarios subordinados, a la espera de la evolución de los precios. La continuidad de la inflación en estos valores son insostenibles en el mediano y corto plazo, podrían marcar un punto de inflexión en la interna del Gobierno.
El presidente Alberto Fernández, cada vez más esmerilado.
Roberto Feletti, Secretario de Comercio, alineado con CFK y vasta experiencia en la función pública marcó el quid de la cuestión:
«El Ministerio de Economía tiene que bajar líneas claras de política económica que reduzcan la volatilidad y preserven ingresos populares, si no esto se va a poner feo»
Feletti viene bregando por el desacople de los precios internos de los externos de nuestros commodities, sobre todo alimentos (retenciones), que están teniendo un alza sostenida a nivel de precios internacionales y que de trasladarse a los precios internos puede ser un efecto de nafta al fuego sobre los ya muy altos índices inflacionarios.
Feletti responsabilizó a Guzmán por la falta de políticas anti inflacionarias, lo cual es cierto y sostenido por muchos analistas. La falta de una política de precios e ingresos está más allá de las decisiones de la secretaría de comercio. Una política anti inflacionaria requiere acciones de estado donde todo el gobierno se alinee en esos objetivos.
Feletti fue consciente que en las últimas semanas desde diversos sectores del gobierno y del establishment estaban tratando de esmerilarlo y cargarle la culpa del fracaso de los controles de precios. Así salió rápidamente a marcar su posición.
En ese mismo orden hubo declaraciones tanto de Máximo Kirchner, como de Axel Kicillof, que planteó que «no da más la situación social» en el Conurbano y en el interior provincial.
Este debate está enmarcado también por lo que indican diversas encuestas que muestran que en el país se ha instalado prácticamente una sensación de escepticismo estructural en la población sobre su futuro, un descrédito de toda la clase política, donde no se salva nadie.
¿Estamos en un “que se vayan todos”? Es difícil decirlo, ya que tampoco, hoy por hoy, estamos en la situación del 2001. Pero el crecimiento de figuras “payasescas” como Milei o Spert, si bien alentados por grupos del poder, marcan que algo está fallando en la representación política.
También las figuras principales del gobierno están sufriendo un desgaste en la opinión pública. AF no ha podido capitalizar el éxito de las campañas contra el Covid, ni en las medidas para sostener la actividad económica durante la cuarentena. El rápido crecimiento post pandemia se debe en muchos casos al sostenimiento de los puestos de trabajo, subsidiados por el estado durante bastante tiempo.
Muchos errores propios, indecisiones, un gabinete muy pobre, sin experiencia, con una visión y una agenda política muy porteño céntrica, lo fue limitando en su accionar. Además AF arrastra una visión que ya había mostrado en la gestión de NK y sobre todo de CFK: su aversión al conflicto, especialmente con los grupos de poder. Por ahí es necesario recordar que abandonó el gobierno de Cristina en el 2008, cuando esta agudizó el conflicto con el Campo y con Clarín.
Ha habido muchas ocasiones donde a AF se lo ve dubitativo, cediendo siempre a las presiones de los grupos de poder. Esta semana circuló con insistencia la idea de un bono, un plus salarial, para todos los trabajadores que compense rápidamente parte de la pérdida del salario. Sin embargo la presión de la UIA y la CGT hizo que se diera marcha atrás y se privilegien las paritarias. Un papelón que desdibuja la imagen presidencial, cuando el sentido común indica que se podrían haber hecho ambas cosas, un bono a cuenta de futuros aumentos paritarios.
El conflicto entre el presidente y su vice, junto a las apariciones de algunas figuras, llevan a ribetes tragicómicos, si no estuviera en juego el destino del país.
La continua campaña de desprestigio llevada a cabo contra el presidente, por propios y extraños, y muchas veces él mismo, es víctima de sus errores y de los errores del fuego amigo, no le hacen bien al espacio que representa. La falta de liderazgo, mostrarse débil y dubitativo como se muestra en los últimos días, le hace mucho daño a él, a su gestión y al sistema democrático. Tampoco estas internas palaciegas le hacen bien a la figura de CFK, por el contrario, también ella pierde consenso, es acusada y cargará el sambenito de no haber dejado gobernar a su presidente y la culpa del fracaso de la coalición.
Sería un error histórico que la figura política más grande de las últimas décadas, con el mayor grado de acumulación popular dentro del espacio nacional, quede prisionera de internas menores.
Por ahora dentro del FDT, todo es incertidumbre. Si bien hay movidas para acercar a las partes a una mesa de diálogo que pueda cerrar la interna y darle certeza a una acción de gobierno. Hubo en esta semana reuniones y contactos entre los gobernadores del FDT, tratando lograr consenso para sentar a las partes a un acuerdo, pero también consolidar un grupo de poder que pueda terciar en la disputa.
Cuando restan -en principio- algo más de doce meses para que la campaña electoral de 2023 ingrese en instancias decisivas con miras a las PASO, algunos movimientos interesantes ya comenzaron a producirse tanto en el oficialismo como contábamos más arriba, como en la oposición.
El crecimiento de la figura de Milei como figura opositora opaca al ala más dura de Juntos. Las posiciones extremas, y en muchos casos ridículas, llevan la discusión política a ribetes extremos, obligando a toda la dirigencia de Cambiemos a correrse cada vez más a la derecha, con lo cual además los aleja de sectores de centro que en su momento acompañaron o podrían acompañar en un futuro. El mismo Macri está con un discurso cada vez más extremista y llegó esta semana a una foto con el presidente Trump.
El surgimiento de una extrema derecha, liberal en lo económico, pero muy autoritaria en lo político, tensa las internas dentro de JXC. Ya los radicales, a través de Morales, levantan banderas de autonomía y marcan límites, por ahora no es a Milei ni tampoco a una reelección de Macri. Veremos hasta donde el viejo radicalismo nacional y popular existe en las bases y en los cuadros y no ha sido cooptado para siempre por el pensamiento neoliberal.
Lilita Carrio ha elegido el perfil bajo, pero por ahora se expresa a través de algunas de sus colaboradoras. Ha marcado distancia de Macri y mantiene un discurso de defensa de las instituciones,
También Patricia Bulrich corrida de la escena por esos sectores más duros, salió con declaraciones sobre que Macri no será candidato en 2023. Mientras que el actual jefe de Gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, se mostró bastante más enérgico que de costumbre al cuestionar las manifestaciones piqueteras en la Capital Federal.
Si bien en quien más mide en las encuestas dentro del PRO, Rodríguez Larreta no la tiene tan fácil, flanqueado por derecha y por el centro, se mueve en un equilibrio muy inestable. Por ello en un encuentro con jóvenes de su espacio expresó:
“No jodamos más con esa boludez de halcones y palomas, vamos a ganar la elección en 2023. Si no estamos juntos, no ganamos una elección en la puta vida”
Finalmente, comenzó a perfilarse un espacio donde puedan cobijarse aquellos dirigentes que no encuentran su lugar dada la polarización extrema, un espacio que supere la grieta. En las primeras reuniones se sumaron Gerardo Morales, Juan Schiaretti, Florencio Randazzo, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y Juan Manuel Urtubey, entre otros, con perspectivas de sumar más voluntades.
Motorizados por la «crisis social y económica», se juntaron esta semana a compartir un asado en San Isidro, donde conversaron sobre el «volumen político necesario que debe tener el próximo Gobierno para encarar» diversas reformas.
«No hay en esta instancia especulación electoral ni candidaturas», aclararon fuentes cercanas a los participantes del mitin. «La idea es que sea un espacio de encuentro y reflexión, y va a tener periodicidad», agregaron. En términos similares se expresó Randazzo en las últimas horas. Habrá que ver cómo evoluciona la propuesta.
Como en el ajedrez, el gobierno juega con las blancas y tiene la iniciativa, veremos si en los próximos días hay llamada y un espacio de discusión entre el presidente y su vice, y cómo serán los cambios que AF planea para después de Semana Santa.
No hay demasiado tiempo. La crisis está a la vuelta de la esquina.