Lilith, la madre que las parió (Ultima parte)

Historias reales que son de no creer.

En la primera parte de este artículo dejamos a Lilith huyendo de Adán convertida en lechuza luego de pronunciar el nombre de Dios.

¿Cómo sabía esta hembra el verdadero, impronunciable nombre de Dios?

La más blasfema y arriesgada de las interpretaciones, la que sólo las lamias baskas se atreven a cuchichear en sus aquelarres, es que, además de a Adán, Lilith también sedujo al Creador de Todas las Cosas, pero tal extremo debiera ser tenido apenas como un rumor de comadres.

Como sea, la primera mujer escapó del Edén (por propia voluntad, no como algunos que esperaron hasta ser echados) volando sobre sus muros y fue a morar al Mar Rojo, una región infestada de fantasmas y demonios. En camino, parió a los lilims, gnomos peludos que también descienden en parte de Adán.

Su itinerario se cruzó con el del arcángel Samael –siempre regresando derrotado de su atemporal combate contra la Tiranía, siempre en trance de convertirse en Satanás–, y bajo las sedas de su tienda de campaña hizo con él todas las figuras y piruetas que Adán desdeñó. Del Príncipe de las Tinieblas comenzó a parir súcubos –demonios femeninos– con tanta fecundidad que pronto fueron millares, animando de modo apreciable la vida social de la región.

Los hombres me han hecho así

Si bien los escritos rabínicos dan diferentes versiones del destino de Lilith, en general tienden a convenir que, en efecto, encontró refugio en una cueva a orillas del Mar Rojo, donde se habría abocado a fornicar con quien pasara por la puerta de la gruta, por lo general, demonios.

Para la Cábala, no sólo se acostó, sino que desposó a Samael y engendró a Asmodeo; según otros, permaneció soltera. La Biblia de Jerusalén la menciona en una única oportunidad, en el libro de Job, sin dar mayores detalles, mientras el Talmud de Babilonia la describe como una desmelenada criatura con tendencias ninfomaníacas. De todas, la que arraigaría con más fuerza en la creencia popular, dando forma a algunos ritos de uso común, es la que la hace asesina de niños recién nacidos, que deben ser cuidados especialmente y puestos bajo la protección de tres santos innombrables; los varones, durante ocho días hasta la mañana de la circuncisión mientras que el plazo con que Lilith cuenta para llevarse a las niñas es de veinte días, sin que nadie alcance a explicar en forma satisfactoria el por qué de semejante desigualdad de oportunidades para niños y niñas.

Para las feministas que han hecho de Lilith su numen, de eso justamente se trata: el mito de Lilith, la mujer que se concibe en pie de igualdad con el hombre y por eso acaba convertida en engendradora de demonios y asesina de niños, no es más que bíblica mierda machista.

El fruto prohibido

Aunque no figura para nada en el dogma católico, Miguel Ángel representó a Lilith en el techo de la Capilla Sixtina, integrada con la serpiente tentadora, mujer de la cintura para arriba y larga cola enredada en el árbol del Bien y del Mal, ofreciendo la manzana de la tentación a Eva y trasmitiéndole consignas libertarias en el oído.

Es sólo una opinión, aunque la curiosa primera persona del plural que Dios utiliza en Génesis 3:22 es muy sugestiva: «Ahora que ya tiene conocimiento del bien y del mal, no vaya a ser que extienda su mano, tome también del árbol de la vida, coma y viva para siempre y sea igual a nosotros«. No queda claro a quien se refiere ese “nosotros”, que Yahvé no utiliza habitualmente.

En el principio del libro de Job hay un uso parecido, en ese caso referido a Lucifer, que tiene un trato con Dios entre la camaradería y una cordial rivalidad. Pero en el Génesis, Lucifer ni siquiera ha sido nombrado y el otro único personaje relevante de la narración es la serpiente misma.

Las y los postulantes de un panteón divino compuesto principalmente por féminas y derrocado cuando terminó una supuesta primera era de matriarcado, creen ver aquí una prueba de la divinidad de Lilith, convertida luego en un demonio (como suele ser el destino de los dioses derribados) pero no en el principal, rol reservado también a un ejemplar masculino. Asimismo, hay una versión según la que Eva no fue sino la tercera mujer de Adán: entre ella y Lilith habría habido una segunda, llamada Ianamam, que también habría repudiado al hombre para unirse a su predecesora.

No son más que digresiones sobre una digresión. Hasta donde llegan nuestros informes, desde que reside en el Mar Rojo Lilith sólo sale de gira en tren de venganza. Judíos y cristianos coptos coincidieron en imaginarla como un espíritu nocturno que secuestra o asesina a los bebés en sus cunas; pero este furor sólo la acometió tras haber sido agredida.

No somos ángeles

Sucedió que al enterarse Dios de su paradero por el quejoso Adán, les encargó recobrarla a tres arcángeles del alto mando leal llamados Senoi, Sansenoi y Semangelof, gente que muy probablemente usted jamás oyó nombrar y enseguida comprenderá por qué.

Los enviados la hallaron en su cueva. Le dijeron que Yahvé le ordenaba retornar, y que se expondría a su peor ira si no lo hacía de inmediato. Por de pronto se proponían matar un promedio de cien súcubos diarios, sus hijas, hasta que se decidiera. Además, a partir de entonces menstruaría chillando de dolor una vez por semana, cada Sabath.

Aún así Lilith rechazó de plano volver a someterse a ese tonto pedante, que se creía –no sin algún asidero– el único hombre en la tierra, y pronunció, en presencia de los mensajeros del Señor y en voz alta, un complicado contrajuramento de venganza.

A partir de ése día, acecha a los hijos y descendientes de su ex cónyuge. Además de atentar contra los lactantes, sostiene coitos con los adultos, engañando a unos, tentando a otros y corrompiendo a todos.

En casos, posee los cuerpos de las esposas castas, proponiéndoles dulzuras y bajezas que ellas nunca podrán replicar, tal vez ni siquiera imaginar, una vez vueltas en sí. En otros, incita los sueños blancos de los hombres privados de compañera, si son sacerdotes de Yahvé, mejor, y en todos aprovecha el semen robado para producir otras crías, en reemplazo de las asesinadas. Y hay ocasiones en que se presenta en todo su esplendor, a cara descubierta –lo que en este caso es un eufemismo– para seducir, humillar y aplastar al enemigo.

No sólo eso: en su juramento Lilith maldijo muy especialmente los nombres de los tres ejecutores de Dios, prohibiendo su conocimiento. En adelante, allí donde viera expuesto cualquiera de esos nombres, atacaría a todos los que habitasen el hogar, o frecuentaran el templo, o leyeran el libro o este artículo en cuestión.

Delicias del infierno

Si dejamos por un momento a Lilith retozando en el Mar Rojo y nos enfocamos en ese sumiso huesito hecho carne y glándulas mamarias, veremos cómo esta supuesta Madre de la Especie, seducida por una serpiente que en el mejor de los casos sería Lilith, induce a Adán a perpetrar la única trasgresión que podía expulsarlo del paraíso, donde todo parecía estar permitido –hasta la zoofilia– excepto justamente lo que se le ocurre a Eva.

Cuando son expulsados y Adán debe ganarse el pan con el sudor de su frente y Eva parir con dolor, ella ya lleva en su seno la semilla del mal: Caín, que acabará asesinando a su hermano. Quieren las escrituras que sea este fratricidio lo que mueva a Adán a apartarse de Eva, culpándola de la desgracia. Una acusación que parece caprichosa, si ignoramos que según el libro de Zohar (3: 76b-77a) la relación entre Eva y la serpiente había ido mucho más allá de una simple conversación.

Adán permanece separado de Eva durante 130 años, que se le deben haber hecho muy largos, en especial, si se tiene en cuenta que ya no se encontraba en el paraíso, donde las hembras de las bestias se mostraban más complacientes que las de este valle de lágrimas. Para la Cábala, es entonces que Lilith hace su reentrada, convertida en un súcubo que mitiga anormalmente sus insaciables apetitos sexuales y engendra demonios con el fruto de las masturbaciones de primer hombre.

A lo largo de los 130 años de poluciones voluntarias e involuntarias de Adán, Lilith concibió miles de descendientes, herederos de las costumbres maternas. Desde entonces, las noches están pobladas de súcubos atentos a cualquier chorrito de semen que ande en el aire y de íncubos que corrompen a las descendientes de Eva mediante el comercio sexual, para lo que no trepidan en adoptar las más sorprendentes formas físicas: desde las de machos cabríos, gatos negros o gigantescos mastines con que se solazaban las brujas del medioevo a, ya más modernamente, los strippers que desquician a las actuales.

Es por culpa de Lilith que el mundo se ha convertido en un auténtico infierno. Ya no tiene remedio, pero, con suerte, también tendrá su lado bueno.

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