El fenómeno político del rosismo ha sido objeto de estudio de las Ciencias Sociales, pero también de la literatura, el cine, las artes. El gobierno del caudillo federal ha sido estudiado casi por completo, sin embargo el rol de las mujeres fue relegado. Durante este período las mujeres cumplieron un rol fundamental en la política de la Confederación Rosista, dispuestas a ocupar nuevos espacios en la vida social y política que se estaba configurando. Quizás el ejemplo por excelencia sea el de Encarnación Ezcurra, la mujer de Juan Manuel de Rosas, sin embargo muchas otras tuvieron una participación activa en la escena política y social en los años del rosismo. Que las mujeres ocupen espacios públicos era mal visto para la época ya que estaba la creencia de que había una debilidad moral, física e intelectual de las mismas que hacía que éstas sólo sean partícipes de las tareas del hogar, subordinadas a un varón, de lo contrario su honor era sumamente afectado.
Desde principios de la década de 1820 y en los años posteriores, la política de las provincias del Río de La Plata estaba dividida en diferentes proyectos de país y de distribución del poder: unitarios y federales. En 1833 un grupo de mujeres federales de Buenos Aires reclamaban el derecho a participar en la política y poder ser elegidas, en un documento llamado “Las porteñas federales” proponían una lista de candidatos y proclamaban que, aunque no podían participar de manera directa de la política, debían involucrarse a través de diferentes mecanismos en la misma “Compatriotas: Si vuestra injusticia nos privó del derecho que el pacto social nos concedía de tener voto activo y aun pasivo en la elección de los ciudadanos que deben representarnos, no podrá impedirnos el que manifestemos por medio de la prensa nuestra opinión sobre un asunto que nos interesa tanto como a vosotros. (…) Nuestros nietos, o quizás nuestros hijos verán una mitad de los asientos de la Sala de la provincia ocupados por mujeres que darán el lustre a su patria…”[1]
El partido federal recibió el apoyo de las clases populares que se movilizaron por su causa y, las mujeres afrodescendientes tuvieron un rol fundamental en apoyo al federalismo y a la figura de Rosas. La comunidad afrodescendiente en Buenos Aires era uno de los sectores más importantes dentro de las clases populares, se organizaban en “sociedades” que cumplían el rol de ayuda mutua, dentro de las mismas las mujeres podían ser “madres de nación” o “reinas” lo que significaba tener una autoridad política dentro de las mismas. La mayoría de las mujeres afrodescendientes trabajan por fuera de sus hogares ya sea en el servicio doméstico, vendedoras ambulantes, lavanderas y muchas esclavas, eso hacía que ocupen el espacio público de una manera que les era vedado a la mayoría de las mujeres. Para la elite porteña esto era una falta de honor a la esencia de la mujer y consideraban que las mujeres de las comunidades afrodescendientes que trabajaban en el espacio público tenían bajeza moral, estética e intelectual y en muchos casos se las acusaba de tener una “conducta sexual promiscua”.
Desde que Juan Manuel de Rosas asumió la gobernación de Buenos Aires buscó interpelar a las mujeres de las comunidades afrodescendientes, ya sea a través de ayuda material o a través del contacto con Encarnación Ezcurra que compartía tiempo con ellas, como también lo hacían Rosas y su hija Manuela quienes iban a las casas de las naciones. A su vez el gobernador buscaba que las comunidades afrodescendientes sean parte de los actos públicos, algo que antes tenían prohibido de participar. En estas fiestas las mujeres eran invitadas a bailar.
A María Encarnación generalmente la conocemos como «la mujer de Rosas» pero su figura como estratega es fundamental para la época y para la política. Nacida en Buenos Aires hija de Juan Ignacio de Ezcurra y Ayerza y Teodora de Arguibel y López de Osornio, muy jovencita se casó con Juan Manuel. Desde antes de que su marido asuma la gobernación de Buenos Aires y ella aparezca como un personaje fundamental en la escena política, podemos saber, a través de las correspondencias que intercambiaba, que tenía una personalidad muy fuerte al punto que era la apoderada en Buenos Aires de Facundo Quiroga. Si bien en la primera gobernación de Juan Manuel de Rosas (1829 – 1832) Encarnación no aparece tanto en la escena pública, su protagonismo surge cuando Rosas terminó su primer mandato y comienza la llamada «Campaña del Desierto». Encarnación es quien entre 1832 y 1835 realiza todo el armado político para lograr que Juan Manuel de Rosas vuelva a la gobernación de Buenos Aires. Todo esto lo podemos saber por la correspondencia que Encarnación le envía de manera casi periódica a Juan Manuel, sin embargo éste no le responde. En una carta ella le dice: “Estamos en campaña para las elecciones, no me parece que las hemos de perder, pues en caso que por debilidad de los nuestros en alguna parroquia se empiece a perder, se armaría bochinche y se los llevaría el diablo a los cismáticos”[1]. Ante este contexto donde Juan Manuel estaba en plena campaña del desierto, en Buenos Aires y el resto de las provincias el enfrentamiento entre unitarios y federales y entre los mismos federales era cada vez más profundo, Encarnación empezó a reunir a los federales apostólicos, que eran seguidores de Rosas, para desplazar del gobierno de la provincia de Buenos Aires a los federales cismáticos, que se oponían a su marido. En las correspondencias se queja de los seguidores de la elite y dice que prefiere a los campesinos, con quien organiza la llamada “Sociedad Popular Restauradora” y uno de los brazos armados conocido popularmente como la Mazorca. Allí las mujeres de las comunidades afrodescendientes tuvieron un rol muy importante, muchas provenientes del sur de la ciudad de Buenos Aires expresaban su adhesión a la Santa Federación y al Restaurador. En una carta que Encarnación comenta: “(…) me hallo capaz de dirigir todas las oficinas del fuerte. Ya le he escrito a Juan Manuel que si se descuida conmigo, a él mismo le he de hacer la revolución, tales son los recursos y opinión que he merecido de mis amigos”[2]. La actividad de Encarnación en la escena pública, como una armadora política, sirvió para que en 1835 Juan Manuel de Rosas vuelva a la gobernación bonaerense con Facultades Extraordinarias y Suma del Poder Público, lo que hacía que pudiese gobernar casi sin consultar a los otros poderes.
Encarnación murió cuando su marido ya ejercía su segundo mandato en la gobernación de Buenos Aires, en 1338, su velorio y entierro fueron masivos y se la proclamó la “Heroína de la Federación”.
Si bien Juan Manuel de Rosas fue un político con una inteligencia extraordinaria, mucha de la adhesión de las clases populares a su causa provino de la actuación de Encarnación que supo sumarlas a la defensa del Restaurador de las Leyes, estableció alianzas con quien era necesario y activó la participación política de las mujeres. Encarnación fue una de las mujeres que más poder tuvo en el siglo XIX en las Provincias del Río de La Plata.
[1] Carta de Encarnación Ezcurra a Juan Manuel de Rosas, 14 de septiembre de 1833
[2] Carta de Encarnación Ezcurra a Vicente González, octubre de 1833
[1] de Privitelio; Persello; Sábato; Ternavasio (2011), “Historia de las elecciones en la Argentina”, El Ateneo, Buenos Aires. pág. 123 – 124