Durante las décadas transcurridas entre 1860-1890, la realidad social y cultural del espacio misionero no cambió mucho, predominando la movilidad geográfica de los pobladores, siendo los indígenas, criollos e inmigrantes de países vecinos la mayoría de sus habitantes. A partir de la década de 1890, los asentamientos existentes comenzaron a consolidarse, tal como ocurrió con la ciudad de Posadas cuya población procedía de diversos orígenes.
Las actividades económicas consolidaron progresivamente el asentamiento humano y posibilitó que el gobierno central contará con bases para iniciar su política de ocupación y afirmación de la soberanía. La población iba en aumento desde fines del siglo XIX y según datos del censo de 1891, Misiones contaba con alrededor de 13.000 habitantes, alcanzando la cifra de 14.000 habitantes al año siguiente, de los cuales aproximadamente 6.000 vivían en Posadas, pero en el año 1893 la población ascendió bruscamente a 20.027 habitantes.
Desde el puerto de Posadas también se movilizaron enormes contingentes humanos que partían al Alto Paraná, bajo el patrocinio de las compañías de explotación de obrajes y contratistas que precisaban de mano de obra que para atraer a los obreros se valieron de mecanismos de engaño y sujeción por deudas. La explotación yerbatera, era cada vez más intensa, al igual que la actividad forestal, que trajo aparejada la necesidad de establecer comunicaciones estables entre las áreas de explotación ubicadas tierra adentro de las márgenes de los ríos navegables.
Las “picadas” –caminos precarios abiertos con hachas y machetes en la selva– permitieron internarse al interior para extraer desde allí con mulas yerba mate y maderas. Las “picadas” más extensas alcanzaban los yerbales del norte de Misiones y una de las más antiguas era la que partía desde San Javier (sobre el río Uruguay) y llegaba hasta Santa Ana (sobre el río Paraná) pasando por Ñu Guazú (Campo Grande) y Yerbal Viejo (actual ciudad de Oberá). Los pueblos ribereños, eran acentuadamente portuarios, se destacaban Candelaria y Santa Ana por estar conectados por otra picada a Ñú Guazú y Yerbal Viejo en el centro, así como con el extremo nororiental de Misiones, Barracón (actual ciudad de Bernardo de Irigoyen), por donde se llegaba a Puerto Piray, sobre las orillas del Paraná a través de San Pedro.
Los ríos navegables, las picadas y caminos organizaron las comunicaciones sobre el espacio en tres órdenes jerárquicos que favorecieron, a su vez el desarrollo jerarquizado de diferentes poblaciones. La conjunción más favorable de estas vías de comunicación se dio en la ciudad de Posadas, situada sobre el margen del río Paraná, cuyo rápido crecimiento la transformó en el enclave regional más importante del Alto Paraná.
La explotación económica del Territorio Nacional de Misiones apuntó principalmente a la actividad económicas de la extracción yerbatera y en el obraje, eran los peones los que realizaban la cosechaban de las hojas tapándose o volteando los árboles para deshojarlos. Otro estímulo económico fue la explotación extractivista de la madera silvestre, el corte y elaboración de vigas labradas con hacha, principalmente el cedro y el timbó por su capacidad de flotar, que facilitaba el transporte.
La actividad económica orientada a la ganancia inmediata condujo al rápido agotamiento de la yerba mate y a la búsqueda intensa de nuevos yerbales, pero la presencia indígena hostil en el centro Misionero obligó a los yerbateros a concentrar esfuerzos hasta 1897, en los yerbales paraguayos de Tacurú Pucú cuando fueron expulsados por el Estado paraguayo. Una vez superada la resistencia de los aborígenes en Misiones, se organizó la explotación de los yerbales de San Pedro, Campiñas de Américo y Campo Eré – estos dos últimos pasaron a jurisdicción brasileña desde 1895–. La escasa vigilancia derivó en una intensa actividad yerbatera que, combinada con la explotación forestal, destruyeron los recursos naturales, siendo necesario realizar excursiones a áreas ubicadas cada vez más al interior, lejos de los puertos situados en las márgenes de los ríos navegables.
El Territorio Nacional de Misiones en su condición de región periférica, proveía de materias primas a los grandes centros urbanos del país, donde se procesaban y consumían. La expansión de la económica impuso una “especialización” en la producción, pero a principios de la década de 1890 comenzaron a funcionar los primeros molinos yerbateros situados en las cercanías del puerto de Posadas. Anteriormente, la materia prima se trasladaba en bruto a los centros industriales situados en las ciudades de Corrientes, Rosario o Buenos Aires.
El consumo de yerba mate encontraba mercado en las clases trabajadoras de los grandes centros urbanos de la república argentina, al igual que la madera, que se procesaba en la fabricación de muebles de calidad y pasaban de ser toscas vigas a convertirse en lujosos bienes que adornaban las casas de la oligarquía. El aprovechamiento de los recursos naturales del Territorio Nacional de Misiones, impulsó el desarrollo de las vías de comunicación y la conformación de pequeños enclaves poblados, aunque los viajeros que recorrieron Misiones a finales del siglo XIX señalaban el gran “vacío” demográfico existente debido al latifundio y la presencia de “indios salvajes”.
LOS PUERTOS Y OBRAJES DEL ALTO PARANÁ
En los puertos situados a orillas de los ríos navegables confluían diversas actividades económicas y socioculturales ya que por allí ingresaban las “comitivas” de peones que se internaban al interior de los obrajes yerbateros o madereros para sacar la producción en carros alzaprimas tirados por bueyes o mulas. Los precarios caminos abiertos en la selva también eran denominados “picadas mulateras” porque los animales que mejor las transitaban eran las mulas ya que eran caminos sumamente rudimentarios y constituían una red intercomunicada entre sí.
En el trayecto de las picadas las comitivas de peones establecían puntos de acampe, denominados “pozos”, ubicados cerca de alguna “aguada” y “rozados”–pequeños descampados que a veces contaban con cultivos– generalmente delimitados por accidentes naturales aprovechados para descargar a las mulas para que descansen sin temor de que en la noche se alejen o extravíen en la selva.
En el trayecto que podía recorrerse una picada con mulas cargadas en un día era de aproximadamente unos veinte kilómetros y allí se habilitaban las paradas o pozos que a veces estaban habitados por una persona o familia y otras contaban incluso con algún un galpón para depositar las “bruacas” – recipientes de cuero cargados con yerba mate- y algún corral para encerrar las mulas, esos sitios con los años servirían para la conformación de parajes con población permanente.
La descripción de Puerto Esperanza realizada por Elias Niklison en 1914 nos puede ayudar a entender mejor el funcionamiento del sistema de obrajes y el transporte de yerbas, en el obraje controlado por la empresa Núñez y Gibaja, con sede en la ciudad de Posadas, donde poseía un molino y planta de empaque de yerba mate cuya marca “Flor de Lis”se procesaba con materia prima procedente mayoritariamente de Brasil.
“Las yerbas que salen por este puerto proceden de los yerbales de Campoaré, más allá de Barracón, arrendados por Núñez y Gibaja y por Diego P. Krieger. Los primeros trabajan en la actualidad a una distancia de 18 leguas del límite argentino, y los productos vienen al puerto, como ya se ha dicho, a lomo de mula. La mayor parte de los peones que trabajan en los yerbales de Campoaré se contratan en Barracón argentino o en Barracón brasileño que son en realidad dos barrios de un mismo pueblo, divididos por un diminuto arroyuelo y que constituyen unidos, el único centro obrero de las Altas Misiones, de escasa importancia, por cierto.
He oído a algunos ex peones de la primera de dichas empresas, quejarse de la presión que ejercen sobre los obreros, las autoridades brasileñas a pedido del encargado de los trabajos en los yerbales en explotación. 25 tropas de mulas – 23 de la empresa y 2 particulares- hacen el servicio de transporte desde los “campamentos” al puerto, 46 leguas, 28 dentro del territorio argentino y 18 en el de Brasil.
El viaje de ida y vuelta se hace generalmente en mes y medio, empleándose 20 días, si el tiempo es bueno, en la conducción de la yerba desde los lugares de trabajo al punto de embarque. Cada tropa se compone de 28 o 30 mulas, y su personal lo componen invariablemente tres hombres; un capataz, un peón y un “madrinero”, muchacho casi siempre. Este sistema de transporte aniquila, destruye por igual a hombres y bestias.
El penosísimo trabajo de los hombres (…) como así mismo el esfuerzo a que están condenadas las mulas que cargan un par de “bruacas” de 170 kilos y aún más, como he tenido oportunidad recomprobarlo en los registros de la administración del puerto, donde existen registros de anotaciones de 186, 190, 200, ¡y hasta 220 kilos!” (Niklisson, 2009: 42).
En los obrajes madereros, las picadas se internaban sólo unos cuantos kilómetros del río por las dificultades que presentaba el traslado de los enormes troncos hasta la costa donde se armaban las balsas o “hangadas” o balsas. Las especies madereras más buscadas eran el cedro y el timbó porque tenían la cualidad de flotar y facilitaba su traslado hasta los aserraderos situados en la Ciudad de Corrientes, Rosario o Buenos Aires.
El principal problema de los obrajes madereros, se relacionaba con la dificultad del transporte hasta las orillas del río y para ello se había propuesto instalar ferrocarriles baratos. La empresa maderera que construyó una de las primeras líneas férreas del tipo Decauville, en Misiones, fue la Compañía de Maderas y Tierras del Iguazú Franklin Herrera Ltda. en Puerto Segundo, a principios de 1910.
La mayoría de los obrajes madereros trasladaba la producción hasta los puertos por medios de transporte de tracción animal, pero eran abandonados una vez agotadas las especies explotadas para establecerse en otro punto y continuar con el mismo procedimiento. La explotación exclusiva del cedro llevo a su rápida extinción en el área costera, mientras que, en el interior, las araucarias permanecieron intactas gracias a la enorme distancia entre éstas y el río.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
AGM. Archivo de la Gobernación de Misiones. Posadas, Serie Decretos. Tomo I, 1881-1896.
AMBROSETTI, Juan Bautista. (1894). Segundo Viaje a Misiones por el Alto Paraná e Iguazú. Biblioteca del Instituto Geográfico Argentino. Buenos Aires.
BARRET Rafael. (1908). Lo que son los yerbales. Montevideo.
CRÓNICA DE LOS GOBERNANTES DE MISIONES. (1975). Dirigido por: Guerra, Mario Oscar. Tomo I 1882- 1922. ISPARM. Ediciones Montoya. Posadas.
MEMORIAS, Gobernación de Misiones correspondientes a los años 1899, 1911, 1912, 1913, 1914.
NIKLISSON JOSÉ ELÍAS. (2009). Vida y trabajo en el Alto Paraná en 1914. Documentos de Geohistoria Regional Nº 16. Instituto de investigaciones Geohistoricas – IGHI-CONICET. Resistencia.
QUEIREL JUAN. (1897). Misiones. Taller Tipográfico de la penitenciaria Nacional. Buenos Aires.