Las expectativas de que la novedad y frescura de la extrapartidaria Caren Tepp le dieran al peronismo santafesino su primera victoria en décadas en una elección de medio término quedaron sepultadas bajo el aluvión libertario que, al igual que en 2023, volvió a pintar la provincia de violeta.
Las razones para la enésima derrota del PJ de Santa Fe en comicios legislativos nacionales desde la irrupción del kirchnerismo se encuentran entre las generales de la ley del país, pero también tienen condimentos locales, algunos de ellos peligrosamente estructurales.
Un techo aplastante
Se podrá argumentar, no sin razón, que por más estrella que tuviera Tepp, hubiese resultado improbable que sobreviviera al tsunami mileísta que arrasó el país, con escasas excepciones. También habrá chances de señalar, con igual solidez, que el desequilibrio en los tercios que se preveían hasta el domingo se evaporó en el aire por el derretimiento de Provincias Unidas, que en Santa Fe encarna nada menos que el gobernador Maximiliano Pullaro. Sobre este punto habrá mayores precisiones párrafos más adelante.
Todo lo antedicho suena sensato y se ajusta cabalmente a la realidad de lo ocurrido el domingo pasado. Pero cuidado: se trata de elementos necesarios más no suficientes para explicar la nueva caída. Existen motivos bien santafesinos.Hay un dato demoledor: el peronismo santafesino no ganó una sola elección nacional de medio término con el kirchnerismo adentro. Ni una en más de dos décadas. Nunca jamás. La única victoria que puede anotarse el PJ provincial en comicios de estas características fue en 2009, con Carlos Reutemann en la boleta, pero con las huestes de Néstor y Cristina por fuera, encabezadas por Agustín Rossi. Puede gustar mucho, poco o nada, pero así son las cosas. Caren Tepp no pudo quebrar esa deriva, que incluso le costó cara en su propio territorio. En el departamento Rosario, que incluye a la gran ciudad del sur santafesino y su conurbano, el peronismo conquistó 31,8% de los votos, apenas tres puntos por encima del 28,7% que obtuvo a nivel provincial. Se suponía que en esa zona no sólo Fuerza Patria iba a ganar sino que allí obtendría la diferencia que equilibrara el déficit en el resto de la bota.
No sólo eso. Aun con una división perfecta en mitades del voto refractario, es decir, en un escenario ideal para el PJ y aliados, tampoco hubiese alcanzado para una victoria. El techo es cada vez más bajo y aplastante.
El fiel de la balanza antiperonista
Ya se dijo en este espacio en reiteradas oportunidades que existe en la provincia de Santa Fe una mayoría electoral consolidada que rechaza visceralmente no sólo al kirchnerismo en particular sino al peronismo en cualquiera de sus variantes. Ese encono se suaviza en elecciones locales, pero cuando la disputa es nacional se exacerba.
En consecuencia, esa fracción significativa de la ciudadanía santafesina utiliza su voto de manera utilitaria para expresar su negativa. En una época fue el Frente Progresista y Cambiemos, luego fue la coalición Unidos que llevó a Pullaro a la gobernación y ahora es La Libertad Avanza. Mañana puede ser cualquier otra fuerza electoral, con tal que canalice ese rechazo. Semejante identidad política no debería ser jamás subestimada.
Fue ese justamente el problema que Provincias Unidas tuvo en todo el país. No hay lugar para terceras vías, por más que se sobreactúe antikirchnerismo con el objeto de disputarle el electorado a LLA, en este caso. En las elecciones provinciales es muy otro cantar. Aun así, el gobernador santafesino tiene motivos propios para preocuparse. En las tierras del Brigadier López, Provincias Unidas obtuvo apenas el 18,32%, la marca más baja en las provincias conducidas por los gobernadores coaligados, con la sola excepción de Santa Cruz.
Pero es peor. Pullaro se puso al hombro la campaña con un despliegue de recursos impactante y recorrió todos los medios habidos y por haber con su candidata, la vicegobernadora y presidenta del PRO santafesino Gisela Scaglia. Su consigna de los últimos días fue “Scaglia soy yo”. Siguiendo ese postulado, la elección fallida debe adjudicarse a él.
Hubo una alarma previa al 26 de octubre para el gobernador. En abril se llevaron a cabo las elecciones de convencionales constituyentes para reformar la Carta Magna provincial después de 63 años. Pullaro encabezó la lista y ganó con relativa holgura. Pero no llegó a los 500 mil votos contra los más de un millón que había obtenido dos años atrás en los comicios que lo llevaron a la Casa Gris. Nadie niega que se trata de dos competencias muy distintas, pero es nada menos que el máximo líder del oficialismo quien se presentó en aquella disputa, no un delegado suyo.
El dilema peronista
La sequía eterna del pankirchnerismo en elecciones de medio término en Santa Fe revela un problemón estructural para el peronismo en tanto proyecto nacional. Ya no es posible una propuesta política competitiva a escala país si se pierden, de manera sistemática, en las jurisdicciones más pobladas con la sola excepción del resiliente conurbano bonaerense.
El debate sobre si el problema del 26 de octubre estuvo en el desdoblamiento o no en provincia de Buenos Aires resulta ridículo e irritante cuando se lo ve desde provincias en las cuales el peronismo se transformó hace rato, en elecciones nacionales, en la encarnación de la derrota. No es solamente Santa Fe: es Córdoba, Mendoza, el interior mismo de PBA, además de la imposible CABA.
O el peronismo deja de subordinar su proyecto nacional a la disputa por el Gran Buenos Aires, o el fin de ciclo será aún más profundo de lo que hoy asoma.
