La salud de Macri II

Continuación del informe iniciado en la edición anterior.

Las compras hasta diciembre de 2007

Estimamos el universo de productos en unos 30.000, pero en los hospitales más grandes del sistema (Argerich, Fernández) se utilizan entre 6.000 a 8.000 de estos insumos. Los hospitales más chicos utilizan menos cantidad de rubros, pero la especificidad de cada uno de ellos hace al tipo de insumos que requieren.

Los 33 hospitales tienen sus propias oficinas de compras, mientras que los pagos se realizan por el sistema de caja única de la Tesorería central de la Ciudad. En los hospitales solamente se realiza el trámite de compras y de recepción de los productos, mientras que el dinero se maneja por el circuito de Tesorería del Ministerio de Hacienda.

El trámite de compras de los hospitales se encuentra compartido con la administración central del Ministerio de Salud que interviene en la instancia de la imputación definitiva previa a la emisión de las órdenes de compra.

Hasta diciembre de 2007, unos 300 productos eran comprados por la administración central del Ministerio de Salud y distribuídos entre los hospitales, mientras que el resto de los productos eran comprados por los hospitales.

También existían los Fondos de Emergencia, mecanismo de anticipos de dinero en la cuenta corriente del Hospital, para que éste comprara y pagara directamente cuando la situación de urgencia lo justificara.
Hasta diciembre de 2007 funcionaba de esta forma. Pensamos que el sistema necesitaba correcciones que lo mejoraran, especialmente sistemas de auditoria más dinámicos, pero no se trataba de algo «caótico o escandaloso» que requiriera de su extirpación radical e inmediata. Lo eliminaron sin tener un sistema alternativo mínimamente probado.

Cuando se habla de comprar suministros para los hospitales se tiene que tener presente que no es lo mismo que comprar insumos para una empresa. Los hospitales trabajan las 24 horas del día durante los 365 días del año, y atienden temas que hacen a la vida o la muerte -no en abstracto, sino en concreto- de miles y miles de seres humanos. La existencia o la falta de un antibiótico, o de una placa radiográfica, puede hacer la mínima diferencia para que Fulano de Tal -no una estadística, sino un ser humano con nombre y apellido, que puede ser nuestro padre, nuestro hermano, o nuestro hijo- viva o muera.
Por eso, cuando los funcionarios superiores vienen de una fábrica de cigarrillos (propagadores de la muerte), o de una empresa constructora, o de una fábrica cualquiera, si han realizado su experiencia laboral en una empresa privada no entienden lo que significa la Salud Pública.

Tampoco lo entienden los que vienen de empresas de medicina privada, por dos razones: una el tamaño, dado que no existe clínica privada que se pueda comparar a la complejidad del sistema público de la Ciudad, y la otra porque vienen con el dogma de la rentabilidad económica y están acostumbrados a medir los resultados por las tasas de ganancia. Quienes trafican con la salud, quienes hacen de la rentabilidad su Dios, quienes lucran con el dolor ajeno, no pueden entender a un Sistema Público que hace su tarea sin esperar nada a cambio. Que la única recompensa sea la sonrisa del paciente y la alegría de su familia, cuando abandonan el hospital con su tema solucionado o encaminado.

Menos aún lo entienden los abogados y economistas, generalmente jóvenes con estudios en el exterior y escasa experiencia laboral siempre en grandes empresas, arrogantes y cegados por los dogmas del neoliberalismo, y que han aterrizado sobre las estructuras administrativas del Gobierno de la Ciudad.

Continuará.

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