La reforma del Estado en la agenda de Unasur

El impacto de la crisis económico-financiera mundial sobre los países de America del Sur ha dado nuevo impulso al imperativo de fortalecer el rol del Estado. La nueva reforma del Estado debería ser pensada en la región como fortalecimiento del actual proceso de constitución de Estados-nación aptos para continuar los procesos de estabilización y profundización de los modelos nacionalistas-industrialistas en los países de la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur). Este camino lo hemos empezado a recorrer en Argentina desde 2002, profundizándose durante 2003-09, y se ha demostrado como acertado al permitir enfrentar desde posiciones sólidas la crisis mundial.

La Argentina pudo alcanzar esa solidez porque el gobierno aseguró que Estado era la locomotora que movilizaba las fuerzas del mercado en la dirección de lograr organizar mercados capaces de estimular la diversificación productiva, el crecimiento del empleo y la creación de empresas agrícolas, industriales, comerciales y de servicios competitivas.

El epicentro del impulso reformista se ha instalado ahora también en varios de los estados miembros de Unasur. La reforma del Estado actual debería ser considerada como el aspecto central político-institucional de la constitución de la Unasur. Este espacio de integración debería constituir el núcleo duro de lo que se va perfilando como la constitución de una civilización latinoamericana, síntesis entre las culturas americanas y las ibéricas. Debemos pensar en este proceso como constitución de una gran estructura política, económico y sociolaboral supranacional, que – de ser exitoso – en pocas décadas contará con bases incluso dentro de EE.UU., donde aumenta la importancia político-cultural y económica de los grupos sociales de origen latino.

La constitución de bloques sociopolíticos en cada país permitirá sustentar a los gobiernos nacionalistas populares. Es la condición para asegurar la retroalimentación entre los avances hacia la creación de pisos civilizatorios favorables para construir sociedades latinoamericanas pluralistas y, simultáneamente con el logro de la autonomía de los Estados-nación latinoamericanos frente a los EEUU. El proceso en su conjunto tiene hoy su epicentro en América del Sur. Sus antecedentes históricos se remontan a un pasado lejano: se inician con las guerras de la independencia en America del Sur, pero en el fondo, encuentran también su sustento en la idea de intentar “repetir” en nuestros países el camino emprendido por los propios norteamericanos a partir de la guerra de liberación en 1776. Lamentablemente, EEUU estaría decidido a no aceptar que podamos concretar en nuestra región muchas de las ideas fuerza que movilizaron a los norteamericanos en el siglo XVIII.

Está claro que la solidez de los bloques nacional-populares requiere la existencia y apoyo de un sólido tejido instituciones sociopolíticas. Estas instituciones son los partidos políticos o movimientos afines a los nacionalismos neo desarrollistas, los sindicatos y los diversos movimientos sociales. Estas instituciones son esenciales para la democracia. Son las instituciones que regulan las tensiones entre el poder y los contrapoderes. Esta relación permite, en su equilibrio, el ensamble de la democracia política con la democracia económica y social.

Han colapsado varias teorías políticas en esta década, en la que estamos saliendo del Consenso de Washington. Estas teorías son centralmente:
– la que pretendió subsumir la política en el mercado (neoliberalismo)
– la que forzó negativamente la relación entre política y estabilización, buscando legitimar la democracia política pero aceptando las proposiciones económicas de la ortodoxia neoliberal.

En America del Sur coexisten diferentes tipos de gobierno. Esta se verifica en la composición del Unasur. Por eso, ninguno de los gobiernos miembros debería colocar los intereses nacionales como superiores a los del Unasur. Un ejemplo de este peligro es la actual situación de Colombia, cuyo gobierno se resiste a negociar una paz verdadera y creíble con las FARC, para incorporarlas a un sistema político pluralista. Colombia no tiene el derecho de hacer peligrar a Unasur transformándose en un portaaviones de los EE.UU. y exportando a otros países su no-resolución de conflictos internos, como esta ocurriendo con las agresiones de ese país a Venezuela y Ecuador. Brasil se siente amenazado por la presencia militar norteamericana y una posible desestabilización política en los países andinos. No se debería criticar a la Administración Uribe porque tenga relaciones especiales con EE.UU., sino porque esas relaciones se establecen a costa de la estabilidad política y democrática en la región.

La crisis económico-financiera afecta al mundo. La salida de esta fase de la fase crisis capitalista será larga. Deberíamos prestar atención sobre qué líneas de fuerza regionales (que se expresan en estados y sociedades nacionales concretas) se están perfilando dentro del sistema- mundo en constitución.

Si miramos al mundo desde la perspectiva geopolítica, es evidente que el naciente sistema-mundo se constituirá sobre dos polos: EE.UU. y China. EE.UU. y China dicen formar parte de un “acuerdo estratégico”, que van diseñando al sistema – mundo con acuerdos y con disensos. Entre ambos países existen fuertes disparidades. EE.UU. es el país más desarrollado e innovador del mundo, y conservará esa cualidad por mucho tiempo. Pero China es el país más homogéneo del mundo, por la combinación de tres componentes: la existencia de una civilización que se basa en la disciplina (confucionismo), la existencia de una nacionalidad abrumadoramente mayoritaria (han, 90% de la población) y los 50 años de comunismo, que no terminaron en desastre (como en la URSS) sino en un novedoso experimento: la economía socialista de mercado.

El mundo de la bipolaridad no subsume al mundo de la multipolaridad. La pregunta podría ser: ¿qué modelo económico-social terminaremos por instalar –según las peculiaridades nacionales– en los países de Unasur?

Tres modelos económicos, sociales y políticos se perfilan como alternativas que influirán sobre el perfil de salida de la actual crisis mundial. Esos tres modelos deben ser situados políticamente en un escenario mundial que incluye simultáneamente la cristalización y al mismo tiempo el (o los) conflictos, entre grandes civilizaciones. A su vez ninguno de esos tres modelos se presentan “puros”, porque incluyen, subordinados, componentes de los otros. Los tres modelos coexisten y compiten dentro de la gran división entre países centrales y países periféricos. Los tres modelos serían:
– El modelo anglosajón, corrido hacia un neoliberalismo “corregido”. Este modelo es constitutivo de los EE.UU., y mantendrá su presencia dentro de muchos países desarrollados y periféricos.
– El modelo de capitalismo “renano”, asentado en el neokeynesianismo. Es muy sólido en Europa y cuenta con expresiones dentro de los estados-miembros de la asociación Unasur (Brasil y Argentina) y entre países de Asia Pacífico.
– El modelo de “economía socialista de mercado”, que tiene su base en China, pero que podría manifestarse como modelo económico en India, dando una nueva identidad política a Asia. Este modelo también aspira a extenderse en América (Venezuela, Ecuador, Cuba). La palabra “socialista” es aquí una definición genérica, pero el nuevo e inédito modelo puede implantarse en diferentes países bajo modalidades políticas y culturales nacionales.

Unasur cabalga entre los dos últimos modelos. Como es lógico, la entrada en la historia de estos dos últimos, ambos en tensión con el capitalismo liberal, influirá en el destino final del Grupo de los 20, el BRIC y otros grupos. Estos dos modelos también serían decisivos como “guías” para el diseño de la reforma de las Naciones Unidas y las organizaciones económicas y financieras internacionales. La decisión del gobierno argentino de impulsar y lograr la incorporación de la OIT al G-20 es un paso de suma importancia en la lucha para diseñar el futuro del sistema- mundo con ideas afines a las llamadas “sociedades de trabajo”, basadas en la producción, el pleno empleo y la solidaridad.

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