La reconstrucción de Susana

Al despertar, Susana enciende la hornalla y pone la pava. Levanta a sus 3 nenas, -una mayor que esta terminando el secundario y dos menores que van a Básica-. Viven en dos pequeñas piezas de albergue transitorio del Gobierno de la Ciudad, en el barrio de Almagro. Desayuna y charla con ellas. Es uno de los pocos instantes que tienen para compartir y los aprovechan cotorreando sin cesar. Poco después de las siete de la mañana camina con las dos menores y las deja en la escuela, luego toma el 128 para llegar a su laburo, -en Parque Patricios-, antes de las ocho. Esa era su rutina matinal de la semana hasta que recibió, junto a otras 325 familias su casa nueva luego de una experiencia inédita de construcción popular a 20 minutos de la Casa Rosada.

Es una atractiva morocha peruana de treinta pico años. Llegó a la Argentina con su hija mayor en 1997, parte de su familia ya estaba acá. La mayoría de sus afectos emigraron por razones económicas, muy pocos, por cuestiones políticas. Vivió en hoteles transitorios y trabajaba como empleada doméstica.

Su ex esposo trabajaba en la construcción. La crisis del 2001 los obligó a ocupar casas abandonadas, al no tener como pagar alquiler. Fue desalojada, el año 2002, de una casa que ocupaban con varias familias en el barrio de La Boca. El movimiento territorial de liberación – MTL- les ayudó y las ubicó en ese albergue. Cansada de trabajar en casas de familia, pidió trabajar el Mega proyecto de Monteagudo al 700. Es un predio de dos cuadras en el que construyen 326 viviendas los propios pobladores, agrupados en una cooperativa de trabajo “Emetele”.

Comenzó a trabajar, -hace 2 años-, como ayudante de albañil. Espontáneamente suelta: «en un principio mis nenas tenían vergüenza de tener una mamá albañil, yo hablo mucho con ellas, las llevo a las marchas. Soy separada, mi ex esposo no le gustaba que yo viniera a la obra, porque eran casi todos hombres los que trabajaban, además quería limitarme, yo iba a las marchas, él no quería, no creía en esto, nos fuimos alejando. El trabajo acá en la obra es muy pesado, mamá me dice que no es trabajo para mí. Yo le digo que la mujer de hoy es distinta”.

Es brava Susana, en los primeros días, además de soportar el trabajo duro de la construcción, y que le dolía hasta el pelo, tuvo que soportar las guarangadas de sus compañeros: “anda a lavar y cocer mejor”, “las mujeres con la escoba…” le decían. Un día un compañero, en una ronda de ladrillos, le dejo caer un ladrillo en el pie. En ese instante, al ver que todos se reían de ella, pensó en renunciar. Más asumió el desafío y no sólo continuó, sino que participó en escuelas de oficios de la misma cooperativa y ahora es maestra albañil.

“¡Cómo aprendiste!” le dice el mismo compañero que le lanzó el ladrillo

Gracias a vos,- responde ella- con la cara colmada de risa.

Trabajan de lunes a viernes de ocho de la mañana a cinco de la tarde y los sábados hasta mediodía. Después de los horarios de trabajo, la mayoría participa de reuniones, actividades culturales, recreativas o de la instrucción en los talleres de oficios. Su hija mayor participa de un taller de teatro de la cooperativa y las menores en una especie de colonias infantiles. Ahora valoran el trabajo de su madre.

Soñaba con trabajar en la construcción, su padre y hermanos son albañiles, le fue fácil aprender. Ahora le encanta enseñar a otros.

Con sinceridad expresa: «me gusta aprender, quiero trabajar hasta los fines de semana, hacer una pared me emociona. Me gustaría vivir aquí, creo en el proyecto, pero soy conciente que hay otros que tienen más necesidades.”

Como oficial gana al mes más o menos 1100 pesos, más obras sociales. Todos en la cooperativa trabajan en blanco.

Recuerda que al comenzar la obra, no había nada, sólo un sitio. Hoy ya está todo terminado y comienza a cobrar vida el barrio con la presencia de 326 familias con casa nueva.

Fascinada dice: «Cuando pase el tiempo voy a poder decir “esto lo hice yo”, y, con ilusión suelta: «sueño con tener mi vivienda, tener un techo para mis hijos. Ahora me siento bien como estoy. Hice muchos cambios en mi vida. Estoy más segura de mi, más confiada, más ruda. Todos juntos podemos hacer un cambio», concluye.

El regreso a casa en el 128 se vuelve más liviano. La esperan sus hijas a cenar.El sueño de la casa nueva ya es una realidad.

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