La proscripción como estrategia del poder real

El mecanimos que esconde y delata la condena a Cristina. La repercusión no calculada. La tarea por delante del peronimo militante. Por Antonio Muñiz

La ratificación de la condena a Cristina Fernández de Kirchner no es solo una sentencia judicial: es un movimiento estratégico de disciplinamiento político. Pero lejos de clausurar el ciclo histórico de la exmandataria, la devuelve al centro de la escena nacional, reconfigurando tanto la interna peronista como el equilibrio de fuerzas en la Argentina actual. Desde una mirada política, este análisis devela las tramas de poder que atraviesan el fallo y los dilemas abiertos para el campo nacional y popular.

Lawfare como guerra de posición simbólica

La noción de lawfare —la utilización del sistema judicial como herramienta de neutralización política— encuentra en este fallo su ejemplo paradigmático. Lejos de ser un proceso exclusivamente jurídico, se trata de una verdadera guerra de posición  en el plano simbólico, mediático y legal. El objetivo no es la justicia en sentido estricto, sino configurar el sentido común, como que ciertos sectores, el peronismo o el kirchnerismo por ejemplo, son «corruptos por naturaleza» y, por tanto, merecen quedar fuera de la comunidad política legítima.

La sentencia no es un punto de llegada técnico, sino un acto performativo: busca estructurar subjetividades, condicionar votantes, disciplinar dirigentes e incluso blindar un programa económico que se encuentra atado con alambre. La operación no apunta al pasado, sino al futuro: anular cualquier posibilidad de recomposición política de CFK y de su espacio. Sin embargo, los resultados podrían estar siendo los inversos.

El apuro de la Corte: blindar el modelo y condicionar el 2027

El timing de la Corte Suprema en confirmar la condena es revelador. Su apuro por cerrar la cuestión antes del cierre de listas en la provincia de Buenos Aires tiene una lógica estratégica: impedir una candidatura de CFK que pudiera triunfar en ese distrito y catapultarse, desde allí, hacia una proyección presidencial en 2027.

Un eventual triunfo de Cristina en la provincia no solo habría revitalizado al peronismo, sino que hubiera puesto en jaque el programa económico de Javier Milei, sostenido en un ajuste brutal, apertura comercial indiscriminada y un endeudamiento creciente. Un regreso de CFK al centro del poder provincial habría significado la defunción de esa arquitectura precaria. Por eso el fallo actúa como medida de contención preventiva: evitar una reconfiguración de la correlación de fuerzas en el principal bastión del poder político y económico nacional.

El bloque de poder detrás del fallo: empresarios, medios y el aval norteamericano

La maniobra judicial no se entiende sin atender al bloque que la impulsa. En la práctica, la ofensiva fue fogoneada por los grupos empresariales nucleados en la AEA (Asociación Empresaria Argentina), junto con AmCham Argentina, la cámara de comercio estadounidense en el país, y por supuesto, el sector financiero concentrado.

Dos figuras clave de esta arquitectura son Héctor Magnetto (Grupo Clarín) y Julio César Saguier (La Nación), quienes han operado como articuladores principales del lawfare desde sus medios, dotando a cada acción judicial de una narrativa moralizante y espectacular. La lógica ha sido clara: demonizar a CFK no solo como figura política, sino como símbolo de una forma de gobierno antagónica a sus intereses de clase.

Este andamiaje interno ha contado, además, con el respaldo explícito del gobierno de Estados Unidos, que ya había prohibido el ingreso de la expresidenta a su territorio bajo la acusación de “corrupción significativa”. Esa medida, aunque revestida de legalidad diplomática, forma parte de la estrategia de consolidación de un nuevo orden regional donde los liderazgos populares que cuestionan la subordinación financiera o geopolítica deben ser neutralizados o desacreditados.

El tiro por la culata: CFK vuelve al centro de la escena

Pero si el objetivo era sacar a Cristina del tablero, el fallo ha producido el efecto contrario. La ha reinstalado en el centro de la escena política, incluso entre sectores donde su figura había perdido centralidad o consenso. Cristina resurge ahora no solo como víctima de una operación judicial, sino como referente ineludible de un espacio político, sino que lo ha revitalizado, luego  de varios años en que había perdido su brújula.

Se ha reactivado así la mística militante y el sentimiento de injusticia que acompañó al kirchnerismo en sus momentos de mayor densidad política. Desde los barrios populares hasta sectores de la militancia intermedia, hay una creciente percepción de que la persecución judicial es también una persecución al proyecto de país que encarnó el kirchnerismo: con Estado, con industria y con derechos.

Paradójicamente, la sentencia que buscaba disolver su figura, la ha convertido —una vez más— en eje aglutinador de los sectores populares, del sindicalismo y de vastos sectores del electorado peronista.

El peronismo bonaerense ante su dilema estratégico

No obstante, el nuevo protagonismo de CFK ocurre en un contexto de fuerte fragmentación del peronismo bonaerense. Las heridas políticas de los últimos meses son profundas, y la unidad partidaria atraviesa una crisis tanto estructural como basada en diferencias personales de sus principales lideres.

Tanto el abucheo de sectores de La Cámpora en el acto de la calle Matheu durante el ingreso del gobernador bonaerense dejó al desnudo las tensiones internas que cruzan al movimiento, como las declaraciones de la senadora Fernández Sagasti, que responsabilizó tácitamente a Axel Kicillof de haber desamparado políticamente a Cristina, son gestos que no ayudan a buscar caminos de consenso. La crítica no fue sólo hacia una táctica electoral, sino hacia la orientación política y a la autonomía estratégica del gobernador.

Estas tensiones no son nuevas, pero se han agudizado por la ausencia de una conducción central clara y la falta de un relato integrador. El dilema, entonces, no es solo político, sino existencial: ¿puede el peronismo reconstruir su unidad si no resuelve sus fracturas internas y define con claridad su rumbo estratégico?

La necesidad de un nuevo bloque histórico.

Esta coyuntura exige pensar en términos de bloque histórico, es decir, de articulación entre clases, fracciones sociales y proyecto cultural. La figura de CFK puede ser un vector de movilización, pero no puede ser el único pilar de un proyecto político renovado. Lo que se necesita no es repetir fórmulas del pasado, sino construir una nueva hegemonía popular, que combine:

-Un programa económico centrado en el desarrollo con inclusión.
-Liderazgos con anclaje territorial y legitimidad social.
-Una narrativa que convoque a todos los argentinos, sobre todo los jóvenes, a los trabajadores formales e informales y a los sectores excluidos por el modelo libertario.

Este nuevo bloque deberá enfrentar no solo al gobierno nacional, sino al bloque dominante empresarial-judicial-mediático, que se ha atrincherado en el Estado y ha extendido su influencia más allá de la coyuntura electoral.

Tiempo de definiciones

El fallo contra Cristina Kirchner no ha cerrado una etapa, sino que ha abierto una nueva fase de la disputa por el poder en Argentina. En vez de clausurar su ciclo político, la ha reactivado en un momento de extrema fragilidad para el país. La estrategia de deslegitimarla podría convertirse en un búmeran para quienes pensaron que podían extirpar al kirchnerismo por vía judicial.

En paralelo, el peronismo se enfrenta a una encrucijada: recomponer su unidad sin disimular sus tensiones, recuperar su vocación de poder sin perder su densidad ideológica, y construir una oferta política que enfrente no solo al mileísmo, sino al modelo social de exclusión que éste representa.

La historia, como enseñaba Marx, se repite: una vez como tragedia, otra como farsa. El desafío es evitar que esta farsa judicial desemboque en una tragedia democrática. Y para eso, el campo nacional y popular deberá estar a la altura de su tiempo.

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