El escándalo de la pobreza: El hambre no es un escándalo. Por el contrario, es la situación más extendida, más universal, más común. En nuestras sociedades, el hambre es el padecimiento concreto de millones y millones. Nunca hubo tantos hambrientos en toda la historia. Pero el hambre, además, es la ideología dominante, ella proclama el «derecho» a comer ilimitadamente, a comerse todo: la tierra, los recursos, etc.
El capitalismo trasforma todo en comestible, todo en objeto de consumo, todo en mercancía: el arte, el genoma, el agua, las semillas, la tierra. A la vez priva de las cosas de comer, de las necesarias para mantener la vida, a esa inmensidad de hombres condenados a morir por capitalismo y hambre. ¿Quién se escandaliza? ¿Quién es ese que se escandaliza? En la década del setenta, antes del golpe militar, en nuestro país había que juntar a 20 argentinos para encontrar uno con hambre. Al final de la dictadura el hambre era cuatro veces mayor. Esa situación se ha mantenido y aumentado con los gobiernos democráticos, llegando a ese pico de más del 50% con el explosión del “modelo neoliberal” y la primer medida del “modelo productivo”: devaluar para empobrecer. Es decir devaluar para bajar salarios y jubilaciones. Para que nos entendamos: antes de la dictadura el hambre en Argentina era menor que en Australia y la desocupación menor que en Francia. El triunfo del neo liberalismo en nuestro país, del espíritu de saqueo, del tan mentado «mercado» ha fabricado hambre y hambre en las dos maneras en que lo entendemos: como falta de comida para los pobres y como “derecho a comerse todo» para los dueños del poder dominante. Efectivamente, hace dos años que la pobreza y el hambre vienen aumentando. Cuando los grupos económicos concentrados sintieron que su tasa de ganancia tendía a estabilizarse lanzaron la ofensiva inflacionaria desde su privilegiada posición de formadores de precios. No hay manera de disminuir el hambre sin cambiar la estructura económica de una oligarquía diversificada que combina intereses en las finanzas, la producción y el agro. La situación generada por los aumentos de tarifas en gas y electricidad muestran que resulta imposible convivir con los esquemas heredados de las privatizaciones de los 90. Los servicios públicos esenciales deben volver a ser de los argentinos y controlados por los argentinos. Este es apenas un ejemplo de que si queremos combatir el hambre y la pobreza debemos impulsar cambios profundos y estar dispuestos a confrontar con los intereses afectados. Lo otro es un cinismo de tres patas: hablar de consenso, escandalizarse por la pobreza y seguir reclamando un buen clima de negocios; es decir, alimentar el hambre del capital para que siga comiendo a los hombres y a las cosas.