El reacomodo de piezas que se observa en el escenario internacional nos deja en claro que la transición hacia un mundo multipolar ya está consolidada y no hay vuelta atrás. El conflicto en el Este Europeo desencadenó una serie de circunstancias cuyos efectos ya se comienzan a sentir a lo largo y ancho del globo, y mientras que el centro capitalista sufre al verse trastocado su alto nivel de vida, en las regiones históricamente más dependientes, se presenta un escenario dual. Por su parte la zona Asia-Pacifico es el epicentro de movimientos en las alianzas militares y políticas, al tiempo que pareciera que las luces de la prensa occidental no toman nota de ello.
El detonante de este reacomodo en el sistema internacional, se produjo a raíz del avance de la alianza militar OTAN hacia el Este, presionando a Rusia a tener que convivir con armas nucleares en la proximidad de sus fronteras; la respuesta de Moscú fue concreta, y avanzó militarmente sobre la región del Donbass Ucraniano, la cual es reconocida étnicamente como rusa. Así las cosas el bloque occidental, integrado por Estados Unidos, la Unión Europea (UE) y su zona de influencia, Australia y Japón, decidieron responder a la acción militar con sanciones comerciales, que buscaban paralizar la economía rusa.
En un contexto globalizado donde la interdependencia es, tal vez, el rasgo más característico, las medidas occidentales contra la Federación Rusa se “volvieron un boomerang” y ahora la UE se encuentra frente al abismo de las sanciones económicas.
La histórica dependencia de la Europa continental para con los hidrocarburos rusos implica que las decisiones vinculadas con este tema no pueden ser tomadas a la ligera. Europa está en todo su derecho en buscar un nuevo proveedor para el gas y petróleo que consume, pero lo que las autoridades del bloque regional no deberían hacer es atentar contra su propia seguridad energética, y para algunos miembros de la euro zona suspender la compra de gas a Rusia no es una opción viable.
El sexto paquete de sanciones contra Rusia que impulsa la UE está generando tensiones dentro del armado regional europeo, ya que pretende “ahogar a Rusia” dejando de comprar su gas y petróleo. Planteado de esta forma, súbita y repentina, hace que en la práctica sea inviable de aplicar. Como por ejemplo sucede en Hungría, donde el 85 % del gas que consume el país es proveniente de Rusia. De ahí la oposición del primer ministro Húngaro Viktor Obran al proyecto; Obran por su parte, es visto como un aliado del Kremlin dentro de la UE.
Teniendo como antecedente el Brexit (2016), donde por única vez un integrante abandonó el bloque regional, y en un contexto marcado por las turbulencias de la guerra, que además se lleva a cabo en el propio continente Europeo, los vaivenes de la geopolítica global pueden llevarnos a escenarios políticos regionales que hasta hace un tiempo eran impensados.
En lo que respecta a la UE, los conflictos por los que atraviesa y deberá pasar en el corto y mediano plazo, están estrechamente vinculados a los efectos de la guerra con Rusia. Mientras que la aplicación o no de las sanciones genera una fuerte discordia hacia dentro del bloque continental, los residentes europeos deben afrontar una posible escasez de combustibles, con su correspondiente aumento de precio, la imposibilidad de acceder a los fertilizantes necesarios para la producción agrícola, entre otros factores. En líneas generales Europa debe afrontar un aumento en el costo de vida en un contexto económico desfavorable.
¿El Sur de Europa o el Norte de África?
No solo del este llegan los problemas para Europa, al sur de su frontera, del otro lado del Mar Mediterráneo, hay un convulsionado y variopinto continente africano, que se presenta ante la multipolaridad del sistema internacional con una postura expectante.
Particularmente quiero hacer mención al conflicto en el Sáhara Occidental, en donde España está involucrada y donde se ponen en juego la supremacía regional de la zona y el abastecimiento de recursos estratégicos.
El Sáhara Occidental es un territorio desértico entre el Océano Atlántico y Marruecos, que históricamente funcionó como puerto y lugar de paso para navegantes y mercaderes; bajo administración Española llegaron a tener el status de “provincia Española”, siendo esta la raíz del conflicto.
Post Segunda Guerra Mundial, comenzó una ola de descolonización por parte de Europa, pero la España de Francisco Franco se negó y mantuvo la presencia y el control de la zona, hasta que una década más tarde, y sumida de una crisis política e institucional abandonó la región. Dejando al pueblo Saharaui, una tribu del Sáhara Occidental, expuestos ante el expansionismo Marroquí, que ocupó la zona y sigue explotando los recursos pesqueros y minerales, al tiempo que moviliza población para crear nuevos asentamientos. Para Naciones Unidas el territorio es español, pero en la práctica a España, “ni lo llaman, ni lo esperan”. Desde la década del 80 hay intenciones de celebrar un referéndum para conocer la voluntad de los habitantes del territorio. El “Frente Polisario” es quien representa los intereses nacionalistas de los Saharaui, pero lo cierto es que tras décadas de ocupación Marroquí, el resultado es algo relativo. A toda esta situación hay que sumarle que el principal aliado del Frente Polisario es Argelia, proveedor de gas de la Unión Europea, y quien posee una histórica disputa por la supremacía regional con Marruecos. Como vemos, el alcance del conflicto en el este Europeo es más amplio de lo que se cree, y se manifiesta de diversas maneras, hacia dentro del bloque con las tensiones generadas por las medidas que sancionan a Rusia, y a su vez se tensionan otros conflictos que pueden desestabilizar aún más a la Eurozona. Todo esto sucede mientras que Rusia fortalece su encomia, por el aumento de los costos de materias primas básicas como el trigo y los hidrocarburos y exige que occidente pague en rublos por los productos rusos que consume; anestesiando así los efectos de las sanciones económicas que buscaban paralizar su economía.
¿Cómo se manifiesta la multipolaridad?
En términos geopolíticos globales, hay una consolidación del eje Ruso-Chino, un poco por voluntad de las partes, pero que también responde a un extraño deseo de occidente de romper con Rusia.
La consolidación del bloque Ruso-Chino se ve materializada a nivel internacional, entre otros aspectos, por la revitalización de espacios que hasta hace unos años eran considerados como disruptivos en el sistema internacional. Particularmente me refiero al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), espacio que desde sus orígenes se plantea como un contrapeso en la economía global, concentrando cerca del 40% de la población del planeta, el 30% del territorio mundial, y representando el 23% del PBI global, y el 18% del comercio internacional total. Como vemos geopolíticamente es un espacio a tener en consideración por los polos de poder tradicionales, y más aún en un contexto marcado por la turbulencia del conflicto en el este Europeo.
Ante este escenario, Argentina se presenta como un potencial candidato a integrar el espacio, candidatura que se sustenta en la potencialidad como productora de alimentos e hidrocarburos. Tampoco se debe perder de vista la importancia cultural que Argentina tiene en Latinoamérica, siendo un país de referencia en cuanto a conquistas sociales, derechos individuales y colectivos, y cuna de numerosos exponentes de la cultura popular (música, arte, deportes). Que Argentina ingrese al grupo de los BRICS, para el bloque Ruso–Chino, implica no solo avanzar, sino consolidar posiciones en Latinoamérica, región que históricamente estuvo más próxima a los Estados Unidos.
Crisis de la representación
Ante esta posibilidad se abre el plano internacional. El panorama de la política en Latinoamérica es un tanto dispar, pero en líneas generales es posible descifrarla del siguiente modo.
Chile, Colombia y México están atravesando una primavera progresista impensada hace veinte años, ya que está sucediendo cuando la mayoría de los estados de la región comienzan a transitar el post neoliberalismo. Demandas populares insatisfechas por gobiernos de derecha generaron el caldo de cultivo de revueltas y rebeliones que amenazan con cambiarlo todo de raíz, pero lo cierto es que en estos países hay estructuras que funcionan más allá del deseo del pueblo. Una cosa es clara a nivel regional, hay un desgaste y una sensación de alejamiento de la política para con la realidad cotidiana, y esto favorece la aparición de nuevos referentes políticos que sin trayectoria partidaria, irrumpen en la escena política con mucha fuerza.
Tomando como ejemplos a Argentina y Brasil podemos mencionar a Collor de Melo (15 de marzo de 1990–2 de octubre de 1992), el político más joven en asumir la presidencia en la historia de Brasil. Se presentó como candidato a Presidente para los comicios de 1989 a través del PRN (Partido da Reconstrução Nacional), un partido de derecha, que logró captar apoyos tanto en las clases altas como en las bajas prometiendo medidas para combatir la inflación y en mostrarse opuesto a los burócratas, acusándolos de corrupción y de cobrar elevados sueldos, un discurso que resultó atrayente para una sociedad distanciada de la clase política, al igual que ocurrió con Bolsonaro y su fugaz ascenso a la presidencia de Brasil.
Mientras que en Argentina, a inicios de la década de 1990 Ramón “Palito” Ortega y Carlos “Lole” Reuteman lograban, desde las filas del Partido Justicialista, las gobernaciones de Tucumán y Santa Fe respectivamente. Más adelante fue Francisco De Narváez, que con una fuerte presencia en los medios de comunicación, derrotó a la Fórmula Néstor Kirchner–Daniel Scioli (otro outsider) en las elecciones de medio término de 2009. Por su parte, el ex presidente Mauricio Macri también tiene sus orígenes como outsider.
Por otro lado, resulta interesante de analizar que en la mayoría de los gobiernos progresistas de la región hubo y hay dificultades para encontrar cuadros políticos de peso a la hora de darle continuidad en el tiempo a dichos proyectos. La alternancia en los cargos públicos resulta necesaria a la hora de encauzar proyectos transformadores, y no sólo para satisfacer la moral republicana de la opinión pública, sino porque sólo se consolidarán los proyectos que creen instituciones fuertes que garanticen el modelo de desarrollo.
Así es que América Latina se debate entre los candidatos de tipo “outsider” y los sectores progresistas con referentes de “tipo caudillo” que se ganan fácilmente el mote de “populista” y la mala prensa que la “etiqueta” trae consigo. En este punto es interesante observar cómo se asocia al populismo con el progresismo, y viceversa; pero que en la práctica, el populismo es un estilo de hacer política, independientemente de las ideas que se profesen.
Asia–Pacífico
El conflicto en el Este Europeo ha desatado las alarmas en todo el mundo, y la región Asia–Pacifíco pareciera que se está calentando política y militarmente. Diversos analistas plantean que lo que Rusia está haciendo con Ucrania es la antesala de lo que China le haría a Taiwán.
Taiwán es una isla, ubicada a solo 180 km de la China continental, y su conflicto se arrastra desde la conformación de la República Popular China (1 de octubre de 1959), cuando la revolución comunista encabezada por Mao Zedong (26 de diciembre de 1893-9 de septiembre de 1976), expulsó hacia la isla a los nacionalistas chinos liderados por Chiang Kai-shek, e hizo de Taipéi la capital temporal de la República de China.
No hay nada que asegure que China va a iniciar hostilidad militar contra Taiwán, de hecho Pekín hace años que despliega una suerte de paraguas diplomático, donde el no reconocimiento de Taiwán es un requisito indispensable para entablar relaciones comerciales. Es más, desde la administración China se maneja el concepto “una sola China”, lo cual deja en claro que es la Republica Popular la representante diplomática legitima, y que en tal caso, Taiwán se incorporaría a ésta, mientras que de de le lado Taiwanés existe un sentimiento nacionalista muy fuerte y la población no se reconoce como China.
Taiwán es un estado con una peculiaridad muy interesante, es el principal productor mundial de microchips, representa cerca del 60% de la producción total de Asia, la cual a su vez concentra el 90% de la producción mundial. Como vemos, ocupa un rol central en las cadenas comerciales internacionales, ya que un retraso o la interrupción en la producción de microchips implica el desabastecimiento de un insumo vital en la industria militar y en la fabricación de todo aparato eléctrico que se pueda conectar a internet. Lógicamente Taiwán está patrocinado por Estados Unidos y Japón, y junto con el conflicto en la península de Corea son los temas más calientes de una región, que ha atravesado momentos de tensión y distensión, y que en los últimos años, conforme a la consolidación de China como potencia global, fue ganando importancia internacional.
Otro actor a considerar en la región es Japón, quien históricamente mantuvo una política expansionista aplicando un brutal colonialismo en la región, de hecho en 1910 Japón ocupó la península de Corea, administrándola durante más de 30 años, de ahí provienen los lazos culturales entre Japón y ambas Coreas. También hay una ocupación japonesa de la isla de Taiwán entre 1895 y 1945, durante el cual Taiwán fue una colonia del Imperio del Japón.
Todo esto cambió con el final de la Segunda Guerra Mundial. Las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki significaron el final del Imperio de Japón, dando paso a una democracia liberal de estilo Occidental en reemplazo del antiguo sistema imperial. El pueblo japonés dejó de ser súbdito y pasó a ser ciudadano. Todas estas reformas fueron plasmadas en la nueva constitución Japonesa, documento que fue redactado por Estados Unidos durante la ocupación que siguió a la Segunda Guerra Mundial, en una misión que se mantuvo en secreto hasta los años 1970. Y que es famosa por la renuncia de Japón al derecho a la guerra que figura en su artículo noveno.
Pero en la actualidad, el rápido crecimiento de China y su consolidación como potencia global, la llevó a ser el segundo estado del mundo en materia de gasto militar y junto a la consolidación de su alianza estratégica con Rusia, se está generando una situación que incomoda a las élites japonesas, a tal punto de querer modificar la constitución a fin de poder rearmar su ejército para actuar como un contrapeso en la región.
Como vemos, el tablero global de las relaciones internacionales está cambiando y el reacomodo de piezas puede detonarse por conflictos ajenos al centro del capitalismo occidental.