No les bastó con matarlo sino que intentaron silenciar su mensaje y su legado. La noche del 23 de septiembre de 1974 un grupo de la Policía Federal irrumpió armas en la mano en los estudios de la compañía discográfica RCA Víctor, en la Capital Federal, con un objetivo preciso: robar los master de una obra musical y destruir 50.000 copias de un disco que estaba a punto de ser distribuido por toda Latinoamérica.
La obra que había desatado la brutal censura del gobierno de María Estela Martínez de Perón – ordenada por su ministro de Bienestar Social, José López Rega – era una misa cantada que había sido grabada por el Grupo Vocal Argentino con música del compositor Roberto Lar, el mismo que pocos años antes había musicalizado la película resistente “La hora de los Hornos” de Pino Solanas y Octavio Gettino.
El autor de la letra era un sacerdote que ya estaba muerto. Pocos meses antes, el 11 de mayo de 1974 a las 8 de la noche – en lo que muchos consideran su debut criminal –, un grupo parapolicial de la Alianza Anticomunista Argentina habría asesinado con una ráfaga de ametralladora al cura villero Carlos Mugica en el Conurbano Bonaerense, cuando había terminado de celebrar una misa en la iglesia de San Francisco Solano y se subía a su Renault 4 para regresar a la Capital Federal.
A Mugica se la tenían jurada por más de un motivo: había traicionado a su clase social –recalcitrantemente gorila -, había abrazado el peronismo revolucionario desde el Evangelio y, de manera comprometida y consecuente, se había puesto con el cuerpo y el alma del lado de los más pobres, de los caídos del sistema, de los villeros. A ellos se refería en la letra de su “Misa para el Tercer Mundo”, la obra cuyo registró ese grupo de la Policía Federal que irrumpió en los estudios de la RCA Víctor buscaba destruir para siempre. Allí Mugica buscaba cantar con sus hermanos pobres cosas como ésta:
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Tú que has nacido pobre y has
vivido siempre junto a los pobres
para traer a todos los hombres la
liberación.
Tú que estás a nuestro lado fuerte y
resucitado para empujarnos en la lucha
contra la injusticia y la explotación.
(1ra parte. Kyrie)
Un mensaje intolerable para el poder
Como si supiera que sus días estaban contados, Carlos Mugica escribió la letra de la Misa febrilmente en menos de un mes, entre el 10 de diciembre de 1974 y el 8 de enero de 1974. Casi al mismo tiempo, Roberto Lar trabajaba en la música.
La Argentina ya contaba con una misa folklórica, al compás musical de su tierra, “La Misa Criolla” compuesta por Ariel Ramírez, con textos litúrgicos tradicionales que habían sido traducidos y adaptados por los sacerdotes Antonio Osvaldo Catena, Alejandro Mayol y Jesús Gabriel Segade. Mugica buscaba otra cosa que iba más allá de musicalizarcon ritmos locales la letra oficial de la liturgia tradicional. El cura villero ponía a Cristo codo a codo con los explotados, con los desposeídos, los pobres de su tierra y de América Latina toda:
Tú que estás donde vamos a estar todos.
ten piedad de nosotros.
Señor Dios, cordero de Dios,
que sigues desangrándote, en
los hacheros del Norte,
desangrándote.
En los mineros bolivianos, desangrándote.
En las favelas del morro, desangrándote.
En el frío de los pobres, desangrándote.
La carne del torturado, desangrándote.
(Parte 2. Gloria)
Convencido de que la resistencia debía ser firme pero pacífica, Mugica era también consciente de la conflictividad de los tiempos que estaba viviendo y de las brutalidades con que el poder buscaba mantener sus privilegios. No dudaba en denunciarlas, pero sostenía que de ese sufrimiento, que era como el de Jesús, surgiría el Hombre Nuevo.
Y viva Jesús, su único hijo, nuestro
hermano y Señor, que fue concebido por
obra y gracia del Espíritu Santo.
La humilde María lo parió en un establo.
Padeció mucho bajo Poncio Pilatos porque su
causa era la de los pobres.
Lo clavaron en una cruz y murió con la
suerte de los bandidos y bajó a lo hondo del hombre.
Resucitó, volvió a la vida y se puso la piel
del hombre nuevo.
(Parte 3. Credo)
Era un mensaje claro, amoroso y sencillo que podía calar hondo en la tradición católica de buena parte del pueblo argentino, y en consecuencia intolerable para el poder. Por eso no les bastó con asesinar a Carlos Mugica sino que intentaron silenciar el legado que dejaba.
Pero claro, la censura, como todo accionar totalitario, tarde o temprano se muestra fallido.
Muerte y resurrección de una Misa
Cuando las balas de la Triple A segaron la vida del cura Mugica, el Grupo vocal ya había grabado el master en los estudios Phonalex y RCA Víctor tenía preparadas las copias para su distribución. También estaba prevista la fecha del estreno, pero los músicos prefirieron posponer su presentación porque no consideraban ético utilizar las repercusiones del crimen para difundir la obra.
Luego sobrevino el secuestro de los masters y las copias. Y después de muchos debates, pasados tres meses del asesinato de Mugica, decidieron difundir la obra, pero cuando estaban por estrenarla la censura volvió a actuar. Esta vez, la policía irrumpió en el teatro el mismo día del estreno, cuando algunos músicos ya habían llegado y probaban el sonido.
“Tuvimos suerte de que no nos metieron en cana a todos. Cuando llegaron yo estaba probando sonido. Uno de los de verde dijo: ´Esto no se puede hacer, está suspendido; desarmen todo y váyanse a sus casas’”, recuerda hoy Galo García, uno de los integrantes de aquel Grupo Vocal Argentino.
Hace algunos meses García y Fernando Colado –otro de los miembros de aquel grupo original que grabó la “Misa para el Tercer Mundo” – pensaron el mensaje de Carlos Mugica mantenía toda su vigencia en estos tiempos y decidieron que era el momento de recuperarlo. Se pusieron a trabajar con su grupo actual, Quinto de Cantares, y el jueves 12 de abril a las 21 estrenarán la obra del cura villero en el Folís Café/Teatro La Casona, en la Avenida Corrientes de Buenos Aires.
“La obra quedó dormida en el tiempo pero la Misa para el Tercer Mundo es un documento importante en esta época que sigue siendo dura. Esta protesta, esta poesía del Padre Mugica sigue vigente”, dice Collado.
Y tiene razón. Cuarenta y cinco años después, el mensaje del cura villero sigue pegando en el corazón de los sufrimientos del pueblo argentino.