Hacía mucho que no tomábamos un café con Tito Nenna, a pesar de que nos cruzamos todo el tiempo en distintos lugares. Sin ir más lejos, el sábado pasado nos habíamos visto en la presentación de la lista del Encuentro Popular para la Victoria en el café Homero Manzi de Boedo, de la cual él es cabeza de lista para legislador porteño. Pero hacía rato que no conversábamos. La entrevista que le realizó nuestro compañero Roberto Koira, y que se publcará en la próxima edición, fue la excusa perfecta para la charla.
Fue un encuentro muy fraternal, de compañeros. Recordamos episodios de esos que no se olvidan. La carpa blanca, la marcha blanca, aquel primer acto de CTERA, en la Federación Box, allá por 1985.
Lo vi a Tito con el empuje y la frescura de aquellos tiempos. Con ganas de ser parte de la reconstrucción de la política de la ciudad, para empezar a ser una opción de poder y no una mera postura testimonial.
Escuchando sus respuestas en el reportaje, me transmitió mucha solidez, mucho compromiso y mucho respeto con los que hoy, circunstancialmente, están en la lista de legisladores de Pino Solanas.
Tito Nenna plantea que la falta de una mirada estratégica de estos grupos les hace creer que lo importante son las cuestiones de las formas, sin entender que en esta coyuntura se están discutiendo dos modelos de país. Es más: la muestra más palpable se da en la propia ciudad de Buenos Aires, donde se está macerando lo que puede llegar a ser el otro modelo, el del estado ausente, donde no hay nada más importante que entregarles las obras públicas a los amigos aunque eso signifique desinversión en salud, en educación, en programas sociales o en cultura. Ni lo piensan.
También coincidimos en que el cierre de esta lista, más allá de los heridos que siempre quedan inevitablemente, significó un pequeño avance. Al menos, algunos sectores fueron expresados, como el movimiento obrero organizado, revisten tanto en la CGT como en la CTA. En esto incidió mucho que desde 2003 hasta la fecha existan más trabajadores incorporados a la economía formal y luego sindicalizados.
Si bien compartimos con algo de amargura que la militancia política, especialmente del peronismo, todavía estaba lejos de poder expresarse en una lista, nos quedó una alegría, cortita, pero alegría al fin: por lo menos en la ciudad no hubo tantos paracaidistas, léase gerentes, amantes, parientes y figurines de esa laya.
Nos despedimos con un abrazo y con una esperanza. No sólo la del resultado del 28 de junio, sino la de sabernos convencidos de que la militancia puede y debe volver a tener su lugar en la política.