La jerarquía de la Iglesia y el documento que no fue

Estaba todo dispuesto y los empresarios, los sojeros, el conservadurismo argentino y los medios de prensa hegemónicos aguardaban con expectativas. Finalmente, la CGT y la UIA se bajaron por el tono del texto y el acuerdo se cayó.

La jerarquía de la Iglesia Católica Argentina esperaba lanzar, con motivo del Bicentenario, un documento sobre la pobreza, titulado “La pobreza un problema de todos”. El paraguas institucional del documento lo daba el hecho de que estaría originado en el foro multisectorial “de Habitantes a Ciudadanos”, de integración multisectorial. Este documento prometía un marco de presentación de sesgo crítico hacia el Gobierno y rodeado de prensa dado que, además de la presencia Católica representada por la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Argentina (CNJP), figuraban entre los firmantes varias instituciones nacionales tales como: Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE), Asociación de Bancos de la Argentina (ABA), Asociación Empresaria Argentina (AEA), Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), Confederación General del Trabajo (CGT), Confederación Intercooperativa Agropecuaria (CONINAGRO), Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP) Federación Agraria Argentina (FAA), Sociedad Rural Argentina (SRA), Unión Industrial Argentina (UIA) y Universidad Católica Argentina (UCA).

El lanzamiento, anunciado por Monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidro y titular de Cáritas Argentina, se frustró por la negativa a firmarlo de algunos de los integrantes del Foro, especialmente decisivos la UIA y la CGT, que arrastraron a otras instituciones que mantienen buenas relaciones con el Gobierno nacional (CAME). Por otra parte, sin estas firmas el documento tomaba, decisivamente, un carácter opositor dado que las cúpulas de ACDE, AEA, CRA, SRA y FAA se han manifestado absolutamente críticas de las políticas de Gobierno, aunque en la oportunidad también tuvieron presiones internas para borrar su firma. Esta situación dejó desairado a Casaretto que reaccionó reprochando la falta de cumplimiento con los compromisos asumidos.

Sobre los potenciales firmantes

Respecto de los firmantes que Casaretto pensaba reunir, es obvio que, en su mayoría no se trata de instituciones que trabajen por los pobres y, menos aún, que los representen. Los pobres no tenían representación en este conglomerado de entidades que se iban a manifestar reclamando medidas para solucionar el grave flagelo de la pobreza. Es más, resulta difícil creer que, con excepción de los representantes de los trabajadores y de las diversas iglesias, sea una de las preocupaciones de los potenciales firmantes. Más aún, algunas de éstas podrían considerarse impulsoras y beneficiarias de políticas neoliberales que profundizaron la pobreza en el país (AEA, ABA, ACDE). Otras, las agrarias, protagonizaron durante el 2008 una dura campaña contra la decisión del Ejecutivo nacional de modificar el sistema de retenciones a la exportación, haciéndolas móviles y graduadas según el tamaño de los productores (más retención para los grandes y menos retenciones para los medianos y los pequeños productores). El fracaso de la resolución 125, que regulaba estos temas y disponía una redistribución de ingresos hacia las provincias y para los sectores más pobres, hizo naufragar también algunas medidas previstas para disminuir la pobreza y la indigencia. Los cortes de ruta y otras medidas que desabastecieron de algunos alimentos las góndolas de los comercios y provocaron aumentos de precios, perjudicaron, sobre todo a los pobres.

Por otra parte, no podemos obviar que la jerarquía de la Iglesia ha mantenido tensas relaciones con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, especialmente a partir del conflicto suscitado en febrero de 2005 por los dichos del por entonces obispo castrense, Monseñor Antonio Baseotto, quien, criticando la posición del ministro de Salud, Dr. Ginés González García, favorable a la despenalización del aborto, le envió al ministro una carta en la que decía, entre otras cosas, textualmente: “Cuando usted repartió públicamente profilácticos a los jóvenes, recordaba el texto del Evangelio donde Nuestro Señor afirma que ‘los que escandalizan a los pequeños merecen que le cuelguen una piedra de molino al cuello y lo tiren al mar’…” (Mt. 18, 6). El entredicho terminó con la destitución del Capellán, no aceptada por el episcopado bajo el argumento que a los obispos los designa el Papa, y efectivizada por el Ejecutivo dado que no se lo destituía de su cargo eclesiástico sino de sus funciones castrenses. A partir de allí se acentuaron las desavenencias e incluso enfrentamientos. Uno de los últimos y más notables fue el relacionado con los índices de pobreza difundidos por el episcopado, a partir de los datos de la Universidad Católica Argentina, que se diferenciaban fuertemente de los publicados por el INDEC, en momentos en que arreciaban las críticas sobre los índices de precios medidos por el instituto oficial por parte del multimedios Clarín. En este contexto, el frustrado documento tomaba un fuerte cariz político, considerando además que el monopolio mediático integra la Asociación Empresaria Argentina y era uno de los firmantes y principales impulsores.

El documento

El documento en sí es absolutamente pobre, sin profundidad en el análisis y sin aportes sustantivos. Se queda en generalizaciones insustanciales tales como “La pobreza es un problema de todos y de larga data”, que nos recuerda la justificación de Carlos Saúl Menem “Pobres hubo siempre”, o frases grandilocuentes del tipo “Para funcionar bien articulada toda sociedad debe lograr que sus ciudadanos se desarrollen amparados en la equidad, la justicia social y la igualdad de oportunidades” sin decir cómo se logran la equidad y la justicia social dado que, según el documento, “…las situaciones de pobreza e inequidad no son consecuencia indeseada de la estructura económica…” lo que es toda una novedad dado que el sentido común pareciera indicar lo contrario, es decir que, la estructura económica capitalista es la causante de la injusta distribución de la riqueza, y, por lo tanto, la pobreza es consecuencia de la forma en que el capitalismo estructura la economía, dejando al mercado (léase a los que sustentan el poder económico) la asignación de premios y castigos y subordinando el trabajo al capital. Es lamentable que los autores intelectuales del documento (¿quizás el departamento de economía de la UCA?) desconozcan que el Magisterio Social de la Iglesia critica estos aspectos estructurales del capitalismo, le da prioridad al trabajo sobre el capital y define a este último como trabajo acumulado de las generaciones pasadas, tal como lo precisan los autores clásicos Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx (si alguno se sorprende con esto puede verlo en la encíclica Laborem Exercens de Juan Pablo II). Los autores del documento prefieren adjudicar la responsabilidad de la existencia de la pobreza a “…un modelo económico que no realiza una distribución equitativa de la riqueza y una síntesis entre crecimiento económico y desarrollo social.”. No dicen nada, ¿Cuál es el modelo del que hablan? ¿Se referirán al modelo neoliberal del Consenso de Washington? ¿Es el modelo que al entrar en crisis global está acentuando la pobreza porque el objetivo de los gobiernos capitalistas es salvar el sistema financiero a consta de los trabajadores, los jubilados, los desocupados? Es obvio que no lo dicen, y, al no decirlo evitan hablar de los responsables de la existencia de la pobreza; no hay un verdadero diagnóstico, no hay una búsqueda seria de por qué llegamos a los actuales niveles de pobreza que, por otra parte, fueron mucho más acentuados cuando se produjo la crisis del modelo de convertibilidad de Menem-Cavallo y de la Rua-Cavallo.

En el documento se utiliza nueve veces la expresión pobreza y ninguna el término “pobre” o “pobres”. La pobreza es una abstracción, una generalización, en todo caso un concepto o una definición. El pobre es una persona concreta, el sujeto que padece en su vida concreta las consecuencias de las estructuras injustas. Al reconocer que existen pobres, inmediatamente surge el reconocimiento de la existencia de los ricos en el otro extremo de esas estructuras. Seguir este camino implica analizar la pobreza y la riqueza en forma conjunta, no como dos fenómenos independientes. Aunque en este documento los caminos que utiliza son contradictorios, en general el magisterio social de la Iglesia aborda esta problemática desde el sujeto “pobre” y en vinculación con la existencia del sujeto “rico”. Esto tanto referido a las personas como a los países. Así se puede ver, por ejemplo en Populorum Progressio de Pablo VI cuando distingue las responsabilidades de los países ricos respecto de la pobreza de los países pobres, o Juan Pablo II cuando sostiene que el actual sistema hace que “Los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más y más pobres”. Tampoco este documento se enmarca en la tradición de la Iglesia latinoamericana que sigue esta línea en los documentos de Medellín, Puebla y Aparecida cuando realiza en el primero, profundiza en el segundo y reafirma en el tercero su “Opción preferencial por los pobres”.

Por otra parte, el documento falta a la verdad cuando no distingue los diversos niveles de pobreza en los diversos procesos histórico-político-económicos. ¿Fueron acaso los mismos niveles de pobreza los de la Década Infame que durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón? ¿Fueron iguales del ’73 al ’76 que durante la infame y asesina dictadura militar del ’76 al ’83? ¿Es lo mismo el modelo de convertibilidad que destruyó empleo, precarizó el trabajo, destruyó la industria y extendió la pobreza y la indigencia que el actual modelo que, más allá de las diferencias en las mediciones, disminuyó el desempleo, devolvió a los trabajadores conquistas sociales perdidas, impulsó la industrialización y provocó una sustancial disminución de la pobreza? ¿El no distinguir estos procesos tiene que ver con lograr que lo firmen algunos empresarios partidarios de los modelos que generaron estos efectos negativos o simplemente pretende generar una crítica al actual Gobierno? En cualquiera de los dos casos nos parece de una deshonestidad intelectual inaceptable.

Para terminar, quiero utilizar una frase de un cura que participa del grupo de “Curas en la Opción preferencial por los pobres”, el padre Eduardo de la Serna, que afirma: “Sinceramente, me alegra que el documento haya ‘fracasado’. Personalmente, hasta que no hablen desde el lugar del pobre, la verdad, los documentos episcopales me seguirán pereciendo ‘en las nubes’ (porque creo que ‘el cielo’ se lo empieza a encontrar ‘en el barro’). Y que esos documentos ‘no salgan’ es un buen aporte a nuestro tiempo”.

*Director del Departamento de Ciencias Sociales del Centro de Estudios Socioeconómicos y Sindicales (CESS).

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