La izquierda europea civilizada acusa a la bárbara progresista latinoamericana

“La ocultación y la disimulación, en esa masa de información que se consume, son las formas de censura de hoy. Y esa censura es invisible, es la que practican los grandes grupos mediáticos y gobiernos (…) El poder de los medios y su influencia en la opinión pública están vaciando a la democracia de su sentido. Es una cuestión que hoy se plantea en muchas sociedades. Por ejemplo, cuando votamos, ¿votamos libremente?, ¿es mi libre albedrío el que me conduce a votar por Fulano o por Mengano? O bien en realidad ¿es porque me han metido en la cabeza una serie de ideas que hacen que yo, como una marioneta, vaya a votar por Fulano o por Mengano?” Ignacio Ramonet.

El sábado 2 de Abril al término de Visión 7 internacional, el excelente programa de la televisión pública argentina, decidí leer vía internet una nota que había sido recomendada en el ciclo por el periodista y conductor del mismo, Pedro Brieger, sobre la situación en Libia. La misma era el editorial del prestigioso periódico Le Monde Diplomatique (Nº: 186 Abril 2.011) “Libia, lo justo y lo injusto” escrita por Ignacio Ramonet. Sinceramente quedé absorto ante el mismo, una crítica planteada al silencio ejercido por los gobiernos de izquierda progresista de Latinoamérica, desde mediados de diciembre de 2010 a mediados de febrero de 2011, ante las luchas de los países árabes y posteriormente a las matanzas de civiles perpetradas por el líder libio Muamar Gadafi. Pareciera ser que en estas épocas que corren donde todo debe desarrollarse a tiempo real y con la velocidad impuesta por los medios hegemónicos, no puede existir un tiempo para la reflexión, y todo aquel que ose tomárselo, será acusado de ignorante o inescrupuloso. El desarrollo confuso de la nota, el grado de sectarismo, la ambigüedad del análisis, y si uno quisiera pensar mal hasta desinformador – algo que suelen hacer los medios hegemónicos – me asombró por parte del Sr. Ramonet, el mismo que había escrito el prólogo del extraordinario libro “Desinformación” de Pascual Serrano.

La nota editorial comienza señalando cuatro evidencias que por ser contradictorias entre sí generaron cierto conflicto en el corazón de las izquierdas con respecto a las posturas que debían adoptar frente a “Amanecer de la Odisea”, el nombre con el cual fue bautizada la intervención a Libia por la coalición imperial – y que el Sr. Ramonet se encarga de remachar-, por cierto un título muy hollywoodense, pero donde los muertos no son dobles de riesgo simulando, sino seres humanos reales sufriendo. Según el Sr. Ramonet las afirmaciones contradictorias son las siguientes: “los insurgentes libios merecen la ayuda de todos los demócratas; el coronel Gadafi es indefendible; la coalición internacional que lo ataca carece de credibilidad; y no se construye una democracia con bombas extranjeras”. Para empezar, creo que estas afirmaciones sólo se vuelven contradictorias si aceptamos la intervención de las potencias que no tienen credibilidad, tirando bombas extranjeras para proteger civiles. Ahí estaría la contradicción, la que se le genera al mismo Sr. Ramonet, ya que sin animarse a decirlo parecería querer justificar la intervención. Por otro lado, y frente a la primera afirmación: el apoyo a la situación de los insurgentes libios – que por cierto, todavía no está claro quiénes son, como tampoco para el mismísimo Sr. Ramonet – no debería haber sido concretada por una intervención militar, sino por una mediación política internacional como la propuesta por el presidente venezolano Hugo Chávez el 1 de Marzo con representantes del norte y sur que ya fue rechazada por el hijo de Gadafi, los aliados, y los mismos insurgentes. Tal situación ameritaba seguir buscando canales de diálogo y encontrar una salida política. Es totalmente repudiable una intervención militar llevada a cabo por las potencias imperiales carentes de legitimidad, ya que si Gadafi debiera abandonar el poder, debería hacerlo por la lucha del pueblo libio y no por las bombas de la OTAN.

Creo que antes de seguir abriendo debates con respecto a esta situación en Libia se debería exigir la aparición de las supuestas pruebas de los bombardeos contra los civiles perpetradas por Gadafi, ya que dichas pruebas jamás fueron mostradas en los medios de comunicación, y por las que en respuesta a estas se autorizó la zona de exclusión aérea a través de la resolución 1973 de la ONU, “la intervención”. Consecuentemente las citas utilizadas por el Sr. Ramonet para reafirmar sus dichos sobre las matanzas pertenecen a noticias surgidas de las agencias y medios de noticias europeas y árabes hegemónicas, y no de medios alternativos, como podría serlo Telesur, un canal de noticias latinoamericano que ha desarrollado una excelente cobertura de todos estos sucesos en pleno desarrollo. Sorprende mucho más, que al chequear esas fuentes a través de los links sólo pueda constatarse un mismo discurso unificador, y sin encontrarse en ellas una sola certeza. Más adelante, el Sr. Ramonet rotula de ingenuos a estos medios masivos de comunicación al suscribir que los mismos mordieron el cebo al creer y reproducir la voz del ministro de Exteriores inglés, William Hague, cuando anunció que el líder libio podría haber huido de su país en dirección a Venezuela, una absoluta mentira. De ingenuos podría rotularnos a nosotros si creyéramos en la ingenuidad de dichos medios. Por otro lado, me he tomado el trabajo de buscar fotos y videos en internet, en periódicos que demuestren algo concreto sobre las matanzas, y la verdad es que no he encontrado absolutamente nada.

La nota continúa comparando las rebeliones árabes con la caída del muro de Berlín en tanto hecho histórico que marca un antes y un después, algo muy acertado, aunque no señala diferencia alguna entre las distintas rebeliones, como si la idiosincrasia, historia y coyuntura de cada país no valieran por si mismos para encontrarla. O sea, que luego de los levantamientos de Túnez, Egipto, Marruecos, Jordania, Arabia Saudí, Bahréin, Irak, y Yemen pareciera existir un fuerte discurso hegemónico que trata de homogeneizar las luchas, incluidas las últimas acontecidas en Argelia, Libia y Siria, y como si todos estos pueblos estuviesen por igual sedientos de los tan preciados valores democráticos occidentales, que el mismo Sr. Ramonet critica en el prólogo del libro “Desinformación” antes citado.

En cuanto al carácter que presentan dichas rebeliones puede leerse una excelente reflexión de Fidel Castro fechada el 14 de febrero y en la cual podría encontrarse una de las respuestas al tiempo que se tomaron los gobiernos latinoamericanos, tan alejados de estos pueblos, para tratar de entender y comprender el significado de las insurgencias. A pesar de esto, el Sr. Ramonet insistirá en criticar a los gobiernos progresistas latinoamericanos por no haberse dado cuenta antes de la fecha del texto del carácter izquierdista de las rebeliones, que según él ya estaba anunciado por otros intelectuales, como el egipcio Samir Amin y el argentino Atilio Borón. Aunque aquí surge una contradicción, ya que dichas notas son posteriores a la primera reflexión de Fidel, y la de Borón posterior a la propuesta de mediación del presidente Hugo Chávez. Las mismas fueron publicadas el 29 y 7 de Marzo respectivamente, según figura en las mismas citas del editorial.

Sigue el autor señalando la importancia geoestratégica que esta región representa, tanto por poseer una de las mayores reservas de hidrocarburos del planeta, (no destaca que Libia además posee reservas de agua dulce, algo no mencionado en los medios masivos) como por ser “el epicentro del foco perturbador del mundo, ese arco de todas las crisis que va de Pakistán al Sahara Occidental, pasando por Irán, Afganistán, Irak, Líbano, Palestina, Somalia, Sudán, Darfur y Sahel”. Pero es extraño que durante su análisis, el Sr. Ramonet no mencione siquiera el papel de injerencia directa o indirecta que vienen ejerciendo las potencias hegemónicas, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, e Israel, etc., a través de sus servicios de inteligencia, ONGs, medios de comunicación, y distintos tipos de instituciones, en la región desde hace décadas para asegurarse la supremacía en la misma y satisfacer sus demandas de recursos naturales. Pareciera ser que para el Sr. Ramonet no existió, ni existe, ningún tipo de injerencia exterior en la zona para acelerar, profundizar, o reorientar las rebeliones.

En cuanto a la situación específica de Libia, fue muy claro el proceso que llevaron adelante las potencias hegemónicas a través de los medios de comunicación para concluir su objetivo de invasión. Primero, desarrollando una batalla mediática que logró en pocos días transformar a Gadafi de aliado a demonio (el mismo teatro de operación virtual que utilizaron para la invasión a Irak de Sadam Husseim) y cumpliendo de esta manera con el consenso internacional necesario para implementar un marco legal en el cual ampararse. Por último, llegó la muerte de civiles, propiciada por los bombardeos de la coalición, que tanto decían querer evitar.

Todo esto lo supo predecir muy bien Fidel Castro en sus reflexiones posteriores a la del 14 de febrero, que el Sr. Ramonet no menciona, y que explicaría muy bien por qué los gobiernos progresistas de Latinoamérica ejercieron un prudente silencio “Se podrá estar o no de acuerdo con el Gaddafi. El mundo ha sido invadido con todo tipo de noticias, empleando especialmente los medios masivos de información. Habrá que esperar el tiempo necesario para conocer con rigor cuánto hay de verdad o mentira, o una mezcla de hechos de todo tipo que, en medio del caos, se produjeron en Libia. Lo que para mí es absolutamente evidente es que al Gobierno de Estados Unidos no le preocupa en absoluto la paz en Libia, y no vacilará en dar a la OTAN la orden de invadir ese rico país, tal vez en cuestión de horas o muy breves días”. “Nada tendría de extraño la intervención militar en Libia, con lo cual, además, garantizaría a Europa los casi dos millones de barriles diarios de petróleo ligero, si antes no ocurren sucesos que pongan fin a la jefatura o la vida de Gaddafi. (…) En Iraq se derramó la sangre inocente de más de un millón de ciudadanos árabes, cuando el país fue invadido con falsos pretextos. ¡Misión cumplida!, proclamó George W. Bush. Nadie en el mundo estará nunca de acuerdo con la muerte de civiles indefensos en Libia o cualquier otra parte. Y me pregunto: ¿aplicarán Estados Unidos y la OTAN ese principio a los civiles indefensos que los aviones sin piloto yankis y los soldados de esa organización matan todos los días en Afganistán y Pakistán? Es una danza macabra de cinismo.”

“Para los que alberguen alguna duda, sobre la inevitable intervención militar que se producirá en Libia, la agencia de noticias AP, a la que considero bien informada, encabezó un cable publicado hoy, en el que se afirma: «Los países de la Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) elaboran un plan de contingencia tomando como modelo las zonas de exclusión de vuelos establecidas sobre los Balcanes en la década de 1990, en caso de que la comunidad internacional decida imponer un embargo aéreo sobre Libia, dijeron diplomáticos».

Es justamente por todo lo anteriormente mencionado y la complejidad del tema tratado, que los gobiernos latinoamericanos se llamaron a un “prudencial silencio”. Estos han sufrido tanto dictaduras, como así también la injerencia de los imperios; toda esta terrible experiencia les ha significado un aprendizaje muy grande para poder interpretar hoy el accionar del imperio. Así, aprendieron a mirar distinto, a tomarse tiempo para reflexionar y tratar de comprender. Es por esto que los gobiernos progresistas latinoamericanos tienen bien definida su posición de no intervención militar. Defienden una mediación política, y no una salida a los bombazos, como la llevada adelante por la civilizada e ilustrada Europa arrastrada por los EEUU. Aunque, para el Sr. Ramonet, esta posición política de los gobiernos latinoamericanos de izquierda parecería ser bárbara y contradictoria. No, estos pueblos no aplican como usted insinúa la Realpolitik que sí aplicaron los civilizados gobiernos europeos con Ben Alí, y Mubarak y luego con Gadafi. Las izquierdas ilustradas europeas bien deberían seguir teniendo de referentes a las izquierdas bárbaras progresistas latinoamericanas y de esa manera aprenderían a evitar guerras, aprenderían de la verdadera solidaridad y voluntad política que poseen los pueblos latinoamericanos, de sus ansias de paz, a tomarse un tiempo para la reflexión. Estos gobiernos han evitado dos golpes de estado, ahora llamados blandos, a los pueblos hermanos de Bolivia y Ecuador, y lamentablemente no pudieron evitarlo en Honduras, pero siguen adelante consolidando los lazos de hermandad y solidaridad. Además tienen muy en claro que esta intervención en Libia es otro ensayo de futuras intervenciones, y que de funcionar dejará un precedente para que luego dichas potencias puedan injerir donde más les llame su apetito de energía.

Lo que sí debiera preocuparle a la izquierda ilustrada europea es abogar esfuerzos por la democratización del Consejo de seguridad de la ONU para que todos los países miembros puedan asegurarse ser medidos con la misma vara, para que los países del sur no se encuentren a merced de los del norte. Y por otro lado, resultaría inconcebible justificar la intervención militar bajo el pretexto de que la hoy ONU es la única fuente de derecho internacional.

Por finalizar el editorial sugiere la idea de que la Unión Europea en particular tendría la responsabilidad de apoyar la “primavera árabe” y de consolidar sus democracias a través de un plan de ayuda económica. Y yo me pregunto ¿De dónde saldrán los fondos para este supuesto plan Marshall europeo con el estado de crisis que están viviendo varios países de la UE? ¿Saldrán de los depósitos confiscados a Libia y la riqueza de su suelo luego que finalice la intervención? ¿Esto significará que los países árabes quedarán subordinados a ella, como le ocurrió a Europa con Estados Unidos después de la guerra por obra del plan Marshall?

Para finalizar, me resta decir que no me quedó claro que es lo justo e injusto para el Sr. Ramonet.

El autor es estudiante de Ciencias Políticas de UNSAM e integrante del IADEG (Instituto Argentino de Estudios Geopolíticos).

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