El diálogo entre Mariano Grondona y Hugo Biolcatti, sostenido el 19 de abril último por TV, revela, para los argentinos que aun no lo saben, cuál es el significado que ellos otorgan a la institucionalidad. Tanto el representante de la Sociedad Rural como el ex comando civil de los “libertadores del ‘55”, intelectual orgánico de ese poderoso grupo agropecuario, coincidieron en que el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner podría concluir dos años antes de la finalización del mandato nacido de las elecciones de octubre de 2007, donde triunfó por más de 20 puntos sobre el principal partido opositor.
En sus mentes febriles ya está construido el proyecto conspirativo, su delirio es el siguiente: el gobierno pierde las elecciones o triunfa por muy poco margen, inmediatamente resuenan las cacerolas en el Barrio Norte de la ciudad de Buenos Aires; el estruendo es acompañado por gran parte de los sectores medios hasta sitiar la Casa Rosada, al tiempo que sus legisladores promueven el juicio político a la presidenta; esta renuncia y asume el vicepresidente Cobos. Por supuesto, esta utopía reaccionaria carece de sustento porque las mayorías populares saben votar. Y además, aun en el caso de que el resultado no fuese muy favorable para el gobierno, ya en la anterior oportunidad debieron regresar con las cacerolas a lamentar su fracaso.
Pero ese programa televisivo ha servido para demostrar que significa la institucionalidad para ellos.
La Sociedad Rural y sus sirvientes cultivaron siempre ese curioso tipo de institucionalidad. Así concurrieron a derrocar al gobierno de Yrigoyen en 1930 (plebiscitado en las urnas en 1928) y lo mismo derrocaron a los gobiernos peronistas en el ’55 y en el ’76. Es decir, ellos aman la institucionalidad que defiende sus privilegios y no soportan la institucionalidad que nace del calor popular.
Lo mismo ocurre con la libertad.
Marx decía: “Nadie está contra la libertad, a lo sumo está contra la libertad de los otros”.
Y Alberdi completaba: “Ser libres, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos, sino en gobernar a los otros… La libertad de los otros, dicen, es despotismo; el gobierno en nuestro poder es la verdadera libertad”.
Sueñan entonces con la libertad y la institucionalidad de la “Década Infame” de los ‘30 y de la dictadura genocida del ’76. Pero no pasarán, porque las risitas pícaras y cómplices de estos siniestros personajes ya no tiene futuro en la Argentina.