La indecente oportunidad tras la crisis de Katrina: el negocio de la reconstrucción en manos de los socios de la Casa Blanca

Por Causa Popular.- Las ambiciones de las empresas norteamericanas no parecen tener ningún límite ético. Detrás de las bombas de las guerras preventivas, estuvieron al acecho las corporaciones constructoras que buscaron sacar su tajada de la muerte de miles de inocentes y de las pertenencias de los que lograron sobrevivir a los bombardeos. Pero el dios dinero, de color verde y con la bandera estadounidense como insignia, no parece siquiera sensibilizarse ante la devastación y la muerte en su propia tierra. Tras el paso del huracán Katrina la empresa Halliburton, dirigida hasta hace cuatro años por el ahora vicepresidente Dick Cheney, está al acecho para quedarse con las millonarias inversiones que hará el Estado para reconstrucción de las ciudades afectadas.

Las agencias de noticias internacionales, anunciaron en el transcurso de esta semana que las empresas de construcción e ingeniería estarán entre los principales beneficiarios de los esfuerzos de reconstrucción esperados en el sur de Estados Unidos tras la destrucción provocada por Katrina.

Mientras que el presidente George W. Bush anunció una inversión total de 200.000 mil millones de dólares, el costo de los daños podría superar, según algunas estimaciones, los 125.000 millones.

El Congreso norteamericano ya votó 62.000 millones de dólares en fondos de emergencia, pero ya se anuncia la aprobación de miles de millones adicionales.

Las corporaciones empresariales más cercanas al gobierno, y que han obtenido millonarias ganancias en la reconstrucción de las ciudades irakies destrozadas por las bombas norteamericanas, incluso con contratos firmados antes de la invasión y el inicio de la guerra, son las mismas que ya se encuentran al acecho para hacerse cargo de la reconstrucción de Louisiana, Mississippi y Alabama.

Según informó la agencia francesa AFP, las empresas de ingeniería civil, especializadas en situaciones de emergencia como Bechtel o Halliburton, son las primeras que serán beneficiadas por los contratos otorgados por el gobierno estadounidense.

Como sucediera a lo largo de todas la gestión de Bush, las corporaciones industriales de los Estados Unidos son una de las anchas espaldas en las que se apoya el primer mandatario para gobernar. Estas se han visto altamente beneficiadas durante su mandato, siendo una de las medidas más emblemáticas a su favor la permanente reducción de impuestos con la que son año tras año beneficiadas.

A pesar del desastre humanitario que azota tres Estados del sur de los Estados Unidos, y la, al menos transitoria, debilidad política que sufre su gobierno, Bush sigue sin escatimar beneficios para sus empresas amigas.

El pasado jueves el presidente decretó, con el pretexto de reducir costos fiscales, que las compañías constructoras escogidas por su gobierno que participen en la restauración de Nueva Orleáns no estarán obligadas a pagar los salarios promedio locales, obligación establecida por la Ley Davis-Bacon, vigente desde los años 30 del siglo pasado a los trabajadores que contraten.

Una medida de estas características, que en otro momento hubiera pasado desapercibida para la prensa estadounidense fue criticada duramente por The New York Times como “una proclama vergonzosa” y una maniobra “inaceptable en cualquier criterio de decencia humana”, orientada a “condenar a muchos que de por sí son pobres, y ahora desposeídos, a salarios por debajo del tabulador, con lo que se perpetúa su pobreza”.

Como expresó en una de sus editoriales el matutino mexicano La Jornada, “ No debe olvidarse que uno de los saldos más devastadores de la destrucción causada por el reciente huracán es, junto con la pérdida de vidas y bienes, desempleo masivo en la región afectada y, por consiguiente, demanda desesperada de trabajos, así sean temporales.

En tal circunstancia, el gobierno de Bush pretende servir la mesa para que Halliburton y otros consorcios ligados a la Casa Blanca consigan ganancias astronómicas y hagan negocios redondos con los presupuestos federales es decir, con dinero de los contribuyentes y pagando retribuciones ínfimas a los pobres de siempre o a los que quedaron reducidos a la miseria por el paso de Katrina. Es difícil imaginar que un gobierno pueda llegar a semejante extremo de indecencia.”

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