Tanto las “nuevas derechas” en nuestro hemisferio como la alt-right en el mundo angloparlante nos demuestran que el fascismo volvió a estar de moda, sobre todo entre los jóvenes que buscan rebelarse contra la “dictadura del progresismo” (como si no se tratara de derechos conquistados con sudor y lágrimas). Las razones para esto son omnímodas y podrían analizarse en un artículo aparte; lo que trataremos de desentrañar esta vez es el caso brasileño, encapsulado en la persona de Jair Messias Bolsonaro.
Un suceso que retrata fielmente su personalidad tuvo lugar durante el acto por el bicentenario de la independencia brasileña, este último 7 de septiembre. Bolsonaro no solamente lo convirtió en un acto de campaña, sino que pretendió darle ribetes maniqueístas a su contienda con Lula con frases como “esto es una batalla del bien contra el mal” –pretendiendo así asegurar sus bases electorales evangelistas– y simultáneamente hacer chistes sexuales sobre su esposa, diciendo que no camina a su lado, sino que “a menudo está detrás de ella”. Sería gracioso si sus arengas no alentaran tantos actos de violencia extrema, incluyendo asesinatos donde campesinos que discuten sobre política terminan a las puñaladas y los machetazos.
A pesar de la sangre que ha corrido y sigue corriendo en el país vecino por motivos políticos, un consenso se perfila en las encuestas, ya que Luiz Inácio Lula da Silva lidera las encuestas electorales de cara al 2 de octubre representando mucho más que al PT (Partido dos Trabahaldores): encapsula, mas bien, a todo el arco anti bolsonarista, que en estos años ha crecido cada vez más. Para adentrarme en este contexto conté con la palabra de Gisele Ricobom, Doctora en Derecho por la Universidad Pablo de Olavide (España) y profesora del Instituto de Relaciones Internacionales y Defensa de la Universidad Federal do Rio de Janeiro.
¿Qué implicaría la salida de Bolsonaro?
Primeramente, es preciso saber que el “bolsonarismo” es un fenómeno social en Brasil que es mas amplio que Bolsonaro. Esto significa que hay un porcentaje importante de la población brasileña que es defensora de los valores representados por él, de una idea de familia conservadora, de una política armamentista, de la degradación ambiental en defensa del desarrollo y de la agroindustria y de posturas racistas, clasistas y misóginas. Por lo tanto, su salida implicaría, en primer lugar, un esfuerzo de las fuerzas progresistas para contener la ultraderecha que sostiene los mismos valores y especialmente de sus pares políticos que están haciendo de todo para mantenerse en el poder.
En segundo lugar, es extremadamente importante para contener esa ola conservadora en Brasil que Bolsonaro y su familia respondan por los crímenes cometidos antes y durante su gobierno. Hay posibilidades de que Bolsonaro enfrente procesos judiciales que podrán llevar a su arresto y la pérdida de sus derechos políticos, sea por su participación directa en procesos de corrupción –pues la familia tiene un sinnúmero de inmuebles que fueran comprados con dinero en especie–, o por la omisión de Bolsonaro en la pandemia por haber defendido tratamientos ineficaces que dejaron más de 600 mil víctimas, además de su retraso en garantizar el acceso a las vacunas. También es posible que enfrente procesos de genocidio contra los pueblos indígenas, ya que los órganos de protección fueron fragilizados y la Amazonia está siendo devastada. Además debería enfrentar procesos por haber incentivado ataques contra las instituciones estatales, amenazando con golpes y rupturas democráticas a la Corte Constitucional, a sus ministros y a variadas instituciones en Brasil.
¿Habrá manera de revertir los males de Bolsonaro, y por otro lado llevarlo a la justicia?
Los males de Bolsonaro son muchísimos. Hoy en Brasil tenemos una crisis social gigantesca, con mucha gente desempleada, con inseguridad alimentaria, durmiendo en las calles, con una economía neoliberal que favorece el sistema financiero y la dependencia de los países desarrollados, además de la destrucción de todas las políticas de carácter social, con la reforma laboral y el sistema jubilatorio heredado del gobierno de Michel Temer que reemplazó, por un golpe, a la presidenta Dilma Rousseff. Es impresionante como todas las áreas fueron directamente afectadas en el gobierno de Bolsonaro. Colapsó los órganos de inversión en la ciencia y tecnología, las universidades, los órganos de promoción de la cultura, la ciudadanía, la protección de los indígenas, del medio ambiente, de las mujeres y del propio sistema de salud, así como los programas sociales de asistencia a las familias de bajos ingresos que fueron reemplazados por programas temporarios solo para atender a sus intereses electorales. Son cuatro años de retrocesos en todas las áreas y con un enorme impacto en la densidad democrática brasileña, que vivió constantemente con los ataques frontales de Bolsonaro a las instituciones y otros poderes, ya que en cada oportunidad amenazaba con el retorno de la dictadura militar.
Lula tendrá muchos desafíos para revertir cuatro años de retrocesos de políticas construidas y consolidadas en los gobiernos del PT, pero conoce mucho el país y sabe cómo mover la política y los programas sociales ya bien sucedidos en su gobierno anterior. No podrá llevar a Bolsonaro a la justicia personalmente por los crímenes cometidos a lo largo de su mandato, pues los órganos de investigación y persecución penal son independientes del poder ejecutivo, pero ha dicho que quitará la confidencialidad de documentos sobre los que Bolsonaro decretó sigilo, justamente para impedir investigaciones de sus actos de corrupción. Creo que eso ayudará mucho a los órganos de investigación. Lula buscará, sobre todo, pacificar el país por su perfil mediador y no vengativo.
¿Creés que el apoyo popular a Bolsonaro creció o decreció a lo largo de su mandato?
Tenemos que recordar que Bolsonaro logró ser presidente de Brasil solamente por una estrategia política que arrestó al Presidente Lula, sacando sus derechos políticos, en un fallo de un juez totalmente parcial, Sergio Moro, que aceptó ser Ministro de la Justicia de Bolsonaro. El lawfare promocionado por la llamada operación de la Fiscalía Nacional “Lava Jato” contra Lula posibilitó el fenómeno Bolsonaro, como parte de una política de odio vehiculada por la grande prensa en camaradería con fiscales de la operación. Posteriormente, el propio juez fue considerado parcial por la Corte Constitucional brasileña. Esto significa que su apoyo popular que resultó en su primer mandato presidencial resultó del lawfare, pero también de las fake news y del odio clasista al PT.
Ya en los primeros años de su gobierno muchos aliados de Bolsonaro dejaron el gobierno y pasaron a la oposición, como el propio juez Sergio Moro que quiso disputarle las elecciones presidenciales, y varios ministros, por ejemplo Arthur Weintraub, que era un fervoroso defensor y hoy un fuerte crítico al gobierno. Podría citar muchos otros conservadores que hoy son contrarios a Bolsonaro, como la diputada Joice Hasselmann que llegó a ser la líder del gobierno en el parlamento, y que hoy disputa su base electoral conservadora. Hay incluso movimientos, como el Movimento Brasil Libre, que dejaron de apoyar a Bolsonaro en forma temprana. Sin embargo, hay un expresivo conjunto de la población, especialmente de una clase mediana blanca, religiosa, patriarcal que sigue, de forma alienada, apoyando cualquier política de Bolsonaro. Por eso fue capaz de reunir muchísima gente en los actos conmemorativos de la independencia y también presenta un alto promedio de intenciones de voto. Debemos tener en cuenta que es un fenómeno duradero que enfrentaremos en el próximo mandato de Lula.
Agustina Quintana forma parte del Centro de Investigación en Derecho Crítico (CIDerCrit) y es ayudante en la materia Derecho Político (JurSoc-UNLP).