Las discrepancias entre el macaneo sobre la necesidad de que el Estado profundice su papel de intervención en la economía, y la actividad real de instancias estatales como el INDEC, la ONCCA, la AFIP y la Aduana, decisivas en la declamada redistribución del ingreso.
Se diga lo que se diga, alimentar el fuego de los precios para que, por vía de una inflación bordeando el descontrol se minara el núcleo del modelo económico con las consecuencias que ello supone, fue uno de los objetivos básicos de la ofensiva patronal agropecuaria. Entre bambalinas, personajes archiconocidos del poder asesoraron a los coroneles de la Mesa de Enlace –vía Biolcatti, que lo reconoció, o Llambías, que lo disimuló citando a Perón–, probando que el enfrentamiento no se limitó al pijoteo por unos puntitos. No será la primera vez: el rodrigazo del ‘75 anticipó a Martínez de Hoz, el golpe de mercado del ‘89 a Cavallo, y el corralito a los muertos de diciembre del 2001 y la devaluación.
Mientras tanto, y ya a principios de este año, antes que la 125 desatara la guerra, varios economistas cercanos al gobierno (Frenkel, Curia)
En este contexto, el mercado libre por el que pujan los campesinos liderados por la Sociedad Rural sería mortífero para la propia viabilidad del país y no se justifica de ninguna manera, pero se sienten más fuertes que nunca y están cebados. Los industriales exportadores, por otra parte, se sentirían más cómodos con un dólar a $3,70. De allí que nuevamente adquiera relieve la discrepancia entre el macaneo sobre la necesidad de que el Estado profundice su papel de intervención en la economía, y la actividad real de distintas instancias estatales como el INDEC, la ONCCA, la AFIP y la Aduana, decisivas en la declamada redistribución del ingreso.
Es inconcebible que la inflación real casi duplique a la oficial en un gobierno que ha insistido en la necesidad de hablar claro. La presidenta Cristina Fernández, en su primera conferencia de prensa, subestimó las
Es sumamente desagradable coincidir con la oposición en este como en otros temas, pero pretender ocultarlo es peor. Ellos tendrán otras razones, pero no es honesto ocultar la realidad a los amigos.
Reconstruir el Estado
La desconfianza sobre los índices oficiales de precios, pobreza y desocupación genera descreimiento sobre el discurso oficial, lo que relativiza cada festejado logro real incluso para quienes creemos que, a pesar de todo, el país está mucho mejor. Y eso tiene sus consecuencias. Si las cifras son inferiores a las reales, habría menos pobres, y luego, menos fondos estatales para combatir la pobreza, y así hasta el infinito, cuando lo cierto es que los aumentos en la canasta básica de alimentos han arrojado a varios cientos de miles de pobres a la indigencia. La manipulación de los datos de inflación, además, deforma las del PBI porque el crecimiento se mide deflacionado.
El gobierno se defiende con argumentos lamentables que presenta como geniales razones de Estado: planchando los datos del INDEC, se reduce el peso de la deuda externa; construyendo el tren-bala, se puentea la auditoria del FMI para acordar con el Club de París, etc.
Es lamentable cuando se hace casi imposible viajar hasta Tapiales, es muy caro llevar soja desde Catamarca hasta los puertos del Paraná, y hay atascamientos de 3.000 camiones estacionados en Mendoza cuando nieva.
Si a la ONCCA se le “escapó” una cifra equivalente a la que hubiera ingresado al Estado por retenciones móviles, se está dando letra a la
Se equivocan especialistas como Ricardo Sidicaro, quien opinó que el peronismo es un cadáver porque no cuenta hoy con sus dos sustentos básicos, el Estado y la clase obrera. En realidad, el peronismo creó al Estado que conducía al conjunto de la sociedad; y en gran medida también a la clase obrera argentina, al organizarla e integrarla a la Nación. Y a este país, no hay vueltas, lo conduce el Estado o las corporaciones privadas, como la Mesa de Enlace o las exportadoras multinacionales.
Dicho esto, y aunque orientado para ese lado, este gobierno no está haciendo todo lo necesario para reconstruir una instancia en cuya destrucción el justicialismo estuvo implicado centralmente.
¿Sobran empleados públicos?
Una nota del economista Roberto Navarro (Página 12) aporta algunos datos interesantes proporcionados por la CEPAL, que muestran hasta dónde llegó esa desarticulación.
Entre 1991 y 1999, con despidos y retiros voluntarios, la planta de empleados estatales nacionales, provinciales y municipales perdió 200 mil trabajadores, un 10,2 por ciento del total, habiendo sido Chile el país que mas empleados públicos eliminó. En el mismo período, Brasil, duplicó su plantilla estatal, pasando de 2,7 millones a 5,4 millones de empleados.
En Francia, el gasto salarial es el 22% del gasto total del Estado; en Italia, el 16 %; en Inglaterra, el 14%; en Estados Unidos, el 13 %. En Argentina, sólo representa el 10% del total.
En Brasil las remuneraciones a los empleados públicos representan el 4,5 por ciento del PBI; en Uruguay, el 4,4 por ciento; en Argentina, apenas el 1,8 por ciento.
El 17 por ciento de la población de EEUU trabaja en el Estado; en Inglaterra, el 11,7%; en Noruega, el 16,7%; en Canadá el 9%; en Francia el 8,7%. En Argentina sólo el 5,7%.
Y además está la cuestión de la calidad. Al bajar el ingreso real de los empleados públicos y aceptar mayor precarización, pasaron a la actividad privada los más calificados, lo que también habilitó que se generalizaran mecanismos de corrupción. Por ejemplo, áreas del INDEC que funcionan como consultoras privadas que venden sus datos a empresas.
En este contexto, no es casual que la Mesa de Enlace pretenda capturar la política oficial. Esa es la cuestión.