La fiesta inolvidable

Fueron cuatro jornadas de un baño de realidad, hasta llegar al tedioso día miércoles con el escamoteo mezquino de los medios hegemónicos. Ante el festejo histórico e inédito, intentaron no quedar muy descolocados pero igualmente mostraron la hilacha. Por ejemplo, el gran diario argentino hizo una tapa más o menos en sintonía con lo ocurrido, pero adentro se encargaron de tirar abajo todo.

La realidad es que ni el propio oficialismo y ni qué hablar de la oposición imaginó semejante marea humana y tanta buena onda en la celebración del Bicentenario. Una compañera decía que el pueblo se encontró a sí mismo. No hacía falta más que mirarse a la cara en esos días y es verdad: te reconocías en el otro.

Cuando se cantó el himno, a mí me tocó vivir algo nunca vivido. En un momento casi mágico, muchos estábamos tomados de la mano para entonar la canción patria. Lo mismo cuando íbamos para Plaza de Mayo por Diagonal Norte cantando la marcha de San Lorenzo: juro que no había ningún autoritario K apretando para que lo hagamos.

Claramente, el gran opositor argentino intentará despolitizar, lavar, licuar este gran acierto del gobierno nacional. Después del 28 de junio de 2009, el Ejecutivo llamó a la oposición a conformar una comisión para los festejos del Bicentenario. El vacío de aquel entonces tiene hoy la respuesta a la vista. Eso por no tener una mínima independencia de los poderes fácticos. No solo no vieron venir ese sentimiento que iba a salir y a expresarse: tampoco apostaron por él. El gran opositor les vendió que la gran crispación que azotaba a la sociedad la haría rechazar de lleno cualquier cosa que viniera de este oficialismo en decadencia. Lo único que había que hacer era sentarse y esperar. Grave error.

Es complejo mirar con claridad desde esta euforia popular el escenario de octubre de 2011. Aun falta una eternidad. Nadie en su sano juicio piensa que esta celebración asegura nada, pero sí puede ir marcando una tendencia, y sin duda derribando mitos. Como el del malhumor omnipresente. Lo leí ayer y es cierto: ni una denuncia de altercado, ni una vidriera rota. Tampoco nadie pudo registrar manifestaciones anti K ni espontáneas ni organizadas en medio de la muchedumbre. Y seguro que habría anti K entre tantísima gente.

Dependerá de la sabiduría de este gobierno el poder seguir acertando en las medidas que tome. Si el gran opositor argentino sigue marcándole la línea a los personajes que fingen de oposición política, los seguirá desdibujando. Se verá. Lo que es seguro es que nada ni nadie podrá robarnos la fiesta popular que vivimos en estos días de mayo de 2010 y que recordaremos durante mucho, mucho tiempo.

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