La energía como problema

Panorama y diagnóstico de la situación energética mundial y la mentada promesa de la diversificación: de las políticas centrales a la larga agonía del Rey Petróleo.

En el mundo, si seguimos a Noam Chomsky y a otros analistas de prestigio como Michael T. Klare, y desde la defensa del capitalismo también a Henry Kissinger (Orden Mundial, Debate, Buenos Aires, 2016), hay dos grandes problemas mundiales: uno directamente relacionado con el consumo energético, y el otro, con un origen común con una de las energías que es a la que más se recurre en el presente. Se tratan del cambio climático con el calentamiento mundial y el problema latente de una guerra nuclear.

 

La era del petróleo se va acabando. Iniciada con su descubrimiento (1859), la extensión del uso de los automotores (1901) y la conversión de fueloil por los buques (1914/16), hoy sufre un doble agotamiento: físico, por un lado, a pesar del inicio del procesamiento de fuentes conocidas pero inexploradas de hidrocarburos (aguas profundas, territorios helados como el Ártico y la Antártida, el fracking y próximamente el metano atrapado en los hielos), y, por el otro, por una penuria social y política que encuentra sus razones en los efectos de la extracción y uso del petróleo. La encíclica Laudato Sí (mayo 2015) y el Acuerdo Climático de París-ACP (diciembre 2015) son prueba de esta penuria que anuncia la desaparición, parcial por lo menos, para las venideras décadas del 40 o del 50, según los analistas.

 

El tema bélico nuclear no es sinónimo de la generación eléctrica desde fuentes nucleares. No tienen mucho que ver. Nuestro país, con Brasil y México, son ejemplos de acuerdo para el uso pacífico de la industrialización nuclear que debería ser modelo mundial, donde hoy en día ya hay 9 países que tienen armas atómicas mientras son más de 30 los que producen energía del átomo.

 

Aún con los dramáticos sucesos de Tres Millas, Chernobyl y Fukushima los países poderosos siguen instalando plantas de energía nuclear, acercándose a superar las 500 en los próximos años. Claro que las grandes potencias dicen que no se deben instalar (“haced lo que yo digo pero no lo que hago”), por lo cual emiten condenas y obligan a que países con poquísimas plantas nucleares y participación mundial de la energía nuclear, como nosotros (3 centrales más una próxima), Brasil (2 centrales más una próxima) o México (2 centrales) deban renunciar por ser los “culpables” del riesgo nuclear y de la insoluble solución de los residuos.

«La transformación energética será posible sin fundamentalismos, sin la ingenuidad de querer reemplazar el petróleo en un día, ni permitiendo la conversión de las empresas petroleras para dominar la generación de las nuevas energías»

Hay una verdadera hipocresía en el tema nuclear, en la que las grandes potencias enseñan a no hacer lo que ellas hacen. Ejemplos de ello son el retiro de Estados Unidos del ACP, la prohibición alemana de no instalar centrales en su territorio pero permitiendo sí importar electricidad originada en la generación nuclear de los países vecinos, mientras otorga generosos subsidios a sus industrias que exportan plantas o equipamientos nucleares para ser instaladas en el exterior e, incluso en países vecinos, o el caso de Francia que decidió prohibir, con razón, 12 centrales maduras en edad de jubilarse mientras capitaliza financieramente con millones de euros a la empresa atómica estatal.

 

Debe recordarse que Japón importa el 95% de la energía que consume e insume: sin colaboración internacional seria y solidaria pocos son los que pueden exigir que no recurra a su enemiga de siempre, la nuclear, y las nuevas prácticas resueltamente muy contaminantes, como el llamado hielo que arde, o metano atrapado en el hielo.

 

Según el mexicano Víctor Toledo, (“Adiós al petróleo”, La Jornada, 11 de abril de 2017), son 6 los problemas del mundo: a) crecimiento de la población, b) el desequilibrio del ecosistema mundial, principalmente el calentamiento global, c) la crisis del agua, d) la crisis de los alimentos, e) el colapso de las ciudades, y f) el fin de los combustibles fósiles. Y dice que “estas 6 dimensiones operan como campos gravitatorios, que interactúan y generan sinergias desconocidas que el sentido común calificaría de inmediato como muy preocupantes”.

 

Es urgente acabar con estos problemas, que hacen al poder político detentado por ciertos señoríos dominantes. Se discute desde años e incluso con las teorías malthusianas de si el problema demográfico tiene solución a través del incremento de la producción alimentaria. Lo tiene el calentamiento global, pero no hay que traicionar los principios del ACP. La crisis del agua también tiene solución si se la respeta como bien público de interés social sin privatizaciones dispendiosas, lo mismo que la crisis alimentaria. El colapso urbano también puede limitarse pero con un sistema capitalista que prioriza la ganancia al interés social será difícil si no hay transformaciones hondas y reales de la sociedad.

 

La transformación energética, por su parte, será posible sin fundamentalismos, sin la ingenuidad de querer reemplazar el petróleo en un día, ni permitiendo la conversión de las empresas petroleras para dominar la generación de las nuevas energías. Las nuevas energías tienen menos intensidad energética que las provistas por el sol y el viento, pero el mundo marcha a una matriz diversificada, sin Rey Carbón como existió desde las revoluciones industriales, y sin Rey Petróleo como ocurrió desde su descubrimiento en 1859. Solo con una acción política se podrá entrar al nuevo territorio de la coexistencia energética, sin reyes excluyentes ni dominantes, como fue el mundo hasta la primera revolución industrial. Pero la deseada diversificación, como fue en las edades preindustriales, no asegura justicia e independencia exterior. Los esclavos fueron la fuente principal de energía y los imperios las prácticas más usuales de las relaciones exteriores de los países en esos entonces.

 

Volver a las fuentes del pasado no necesariamente debe significar retornar a errores del pasado.

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