Gentileza Sin Permiso, especial para ZOOM. La ocupación de Irak se ha convertido en una pesadilla para EE UU, pero sin las polémicas empresas de seguridad privadas, como Blackwater, que han desembarcado en el país árabe, la situación sería todavía mucho peor para Washington. Tanto, que la derrota sería inmediata.
«Las empresas de seguridad privada han permitido a EE UU doblar sus efectivos y han estado en el centro de algunos de los peores episodios de violencia en Irak. Sin estos mercenarios, EE UU no podría continuar con la ocupación», sostiene Jeremy Scahill (Chicago, 1974), autor de «Blackwater. El auge del ejército mercenario más poderoso del mundo» (Paidós), y probablemente el periodista que más ha estudiado el auge de estas empresas que hoy actúan con impunidad en Irak y sueñan con ocupar mañana el papel de los cascos azules en el mundo entero.
En el 2004, los noticieros de la televisión mundial, entre ellos la CNN, mostraron las terribles escenas de cuerpos carbonizados, inanimados, balanceándose en el aire durante horas en un puente.
Este hecho marcó un punto importante en la guerra, que desató una serie ataques del ejército de los EE.UU. sobre Fallouja, con la consabida propaganda de que en esa cuidad no vivían civiles sino exclusivamente terroristas.
Pero en este caso los muertos no eran civiles, como los informes de las noticias erróneamente habían proclamado, ni eran soldados americanos tampoco. ¿Ni civiles ni militares americanos, como podía ser esto posible?
Simplemente ellos eran mercenarios muy especializados desplegados en Irak por una secreta Compañía de Ejército Privado, cuya base esta en Carolina del Norte, la “Blackwater” de EE.UU. Cuya traducción al español es “AguasNegras”. Nombre que específicamente representa a las aguas servidas o desagües que corren por las cloacas, llenas de excrementos, cucarachas y ratas…
Dicha Compañia de Mercenarios hizo noticia y llegó a los titulares a comienzos del 2004, cuando cuatro de sus miembros fueron emboscados, arrastrados y quemados en la calle en un linchamiento popular en la cuna de los musulmanes Sunni de la ciudad de Fallouja, Irak.
Jeremy Scahill dedica “Blackwater”, el auge del ejército mercenario más poderoso del mundo (Paidós) a los periodistas independientes y no «incrustados» en unidad militar alguna. Sin su valentía y sacrificio, dice, los únicos que escribirían la historia serían los vencedores y los poderosos.
Scahill ha sido reportero en Iraq, la ex Yugoslavia y Nigeria. Sabe de qué habla. Empezó a investigar la empresa Blackwater en el 2004, después de que cuatro de sus hombres fueran linchados en Faluya. «Me di cuenta de que esa empresa era la encarnación de la política norteamericana después del 11-S. Los neocon han ganado la batalla del derrumbe del ejército convencional, también están privatizando las fuerzas de guerra».
Reproducimos una espeluznante entrevista de Imma Sanchis, al autor de “Blackwater”.
—¿Los ejecutivos de Blackwater son la elite de la CIA.?
—El creador de Blackwater, el ejército mercenario más poderoso del mundo, es Erik Prince, un archimillonario cristiano y derechista radical financiador de las campañas de Bush. Blackwater está transformando radicalmente las fuerzas armadas estadounidenses. Lleva a cabo las operaciones más delicadas, sus empleados son los que tienen mejor formación en el mundo de la guerra y el espionaje. Sus ejecutivos provienen de la CIA, del FBI, el Pentágono y de los cuerpos y fuerzas especiales norteamericanos. Es decir, que unas personas que antes estaban bajo las órdenes del Estado están ahora disponibles en el mercado.
—Un mercado en alza.
—Actualmente, sólo en Iraq están operando 150 empresas mercenarias. Es una de las industrias con mayor expansión mundial.
—¿Un nuevo modelo de hacer la guerra?
—Sí, Iraq es como el laboratorio de Frankenstein. Como Bush no quería lidiar con la opinión pública ni con los representantes democráticos de los países europeos, Blackwater fue la solución ideal, un ejército de cien nacionalidades, incluidas las de gobiernos contrarios a la guerra de Iraq.
—¿Actúan al margen de la ley?
—Eso ha declarado la empresa abiertamente: que sus fuerzas están por encima de la ley. Hasta ahora no se ha juzgado a ningún mercenario, hay un debate sobre eso en mi país.
—¿Blackwater impone sus condiciones?
—Sí, tiene buenos apoyos en su idea de privatizar los ejércitos. En el 2004, Bremer, antes de abandonar enfurruñado Bagdad como gobernador, publicó un decreto que impedía que los tribunales iraquíes juzgaran a estos mercenarios. Y si hablamos de derecho internacional, EE.UU. tampoco lo reconoce.
—En Iraq, los mercenarios superan a los soldados.
—Y cualquier trabajador de Blackwater gana tanto como el general de las tropas norteamericanas en Iraq. El ejército está muy molesto.
—Los mercenarios muertos no pasan factura política.
—Sí, eso es muy importante. Según los datos que he podido recopilar, 1.200 empleados de Blackwater han muerto en Iraq y 13.000 han resultado heridos, pero estos son solamente los que han reclamado una indemnización al Gobierno: los familiares de los reclutados en Chile o en Colombia no reclaman. Si tuvieran que reclutar a las personas en el propio EE. UU., la guerra acabaría mañana.
—Está claro que utilizar estos ejércitos es muy ventajoso.
—Puedes lanzar una guerra que no es popular ni en tu país ni en el resto del mundo, no has de trabajar con la OTAN ni con la ONU.
—¿Cómo transformarán la democracia estos ejércitos mercenarios?
—Van a tener un impacto espectacular en todo el mundo. Que una empresa privada pueda tener un ejército poderoso con la última tecnología de defensa cuestiona la existencia misma de las naciones. Cualquier pequeño país tiene un ejército a su medida que puede ser vencido fácilmente por estas empresas que se ofrecen en el mercado.
—¿Cómo preparan a su gente?
—Hay de todo, tienes el policía iraquí de a pie y, en la plana ejecutiva, los veteranos de la elite de los cuerpos especiales de EE. UU., con una experiencia de siete a quince años. El contribuyente norteamericano ha gastado millones de dólares en formar a estos cuerpos de elite.
—¿Y vuelven a pagar por ellos?
—Sí, el Gobierno norteamericano paga 1.200 dólares por día y por hombre; pero si se trata de soldados colombianos, 35 dólares al día. Ahora Blackwater se encarga de la formación del ejército norteamericano.
—¿Y siguen creciendo?
—Su nuevo campo de acción es el espionaje. Blackwater acaba de crear su propia CIA y el hombre que la dirige es J. Cofer Black, un veterano que estuvo 30 años en la CIA; era el jefe de la caza de Osama bin Laden y del programa Rendición Extraordinaria, el espía número uno de EE. UU. Ahora cualquier empresa privada puede comprarlo.
—Qué peligro.
—Escalofriante. Bastante nos cuesta saber lo que hace la CIA como para saber lo que hace una empresa privada. El campo está ahora abierto a cualquier abuso imaginable. Debería ser un tema central de la ONU y la UE. Esto es un cáncer que hay que detener antes de que se extienda más, pero me temo que ya es demasiado tarde.
—Para Rumsfeld y secuaces, ¿el adversario era la burocracia del Pentágono?
—Su idea era reemplazar la antigua administración del Departamento de Defensa por un nuevo modelo basado en el sector privado, y esa batalla la han ganado. No sólo se trataba de coger el petróleo de Iraq, sino de un asalto a la tesorería norteamericana. EE. UU. se gasta 2.000 millones de dólares a la semana en la guerra de Iraq y el 40% va a las empresas de guerra, 630 actualmente en Iraq, que viven del dinero de los contribuyentes.
—¿Piensan privatizarlo todo?
—El huracán Katrina fue una metáfora de lo que está ocurriendo en el país. Yo estuve allí y vi cómo se dejaba morir a los pobres, mientras los ricos llamaban a sus ejércitos privados para que los rescataran. Y no es casualidad que las empresas que están siendo muy rentables en Iraq sean las mismas que obtuvieron beneficio del Katrina.