La disputa por el centro

Este año electoral esta atravesado por la crisis sanitaria y económica. Como siempre la búsqueda es por el electorado fluctuante. Lo analiza Sebastián Giménez.

Por Sebastián Giménez. Escritor y trabajador social       

La meseta en el número de casos se insinúa alta, pero da lugar a aperturas. Sigue vigente la restricción horaria, y ayuda la sensación térmica orillando los cero grados en el comienzo del invierno. El domingo de ocho grados de máxima la cuarentena casi que se hace sola. El avance y amplitud del plan de vacunación es innegable, siempre se puede mirar el vaso medio vacío o medio lleno. Más de veinte millones de inmunizados con una sola dosis, pero más de noventa mil muertes. Ahora hay vacunas, reconoce la oposición, pero llegaron tarde torea.

Queremos la segunda dosis, demandan la gente y los medios de comunicación. Y es verdad que robustece la inmunización y la durabilidad de los anticuerpos, pero la protección dada por la primera no tiene fecha de vencimiento a los tres meses, mal entendido que angustia a mucha gente y constantemente aclara la ministra de Salud. Un gobierno nacional maniobrando como puede en el problema general, mundial de abastecimiento de vacunas. Se comenzará a fabricar el segundo componente de la Sputnik V en el país. El urgente y el mediano plazo de tener en cuenta que, dentro de poco, el año que viene, se va a tener que volver a vacunar a la población. Un sistema de salud en tensión que no colapsó y la situación de los trabajadores de la salud que ven horadados sus ingresos habiendo estado en la primera línea de fuego. Medida de fuerza en el gremio de Sanidad. La pandemia también develó la situación en extremo vulnerable de los trabajadores de enfermería, pésimamente pagos y excluidos con total injusticia de la carrera médica en la ciudad de Buenos Aires. El Gobierno Nacional intenta reconocer con bonos, con compensaciones que no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de los que la siguen remando.

La meseta induce también a pensar en otras cosas y reaviva la política. Y eclosiona la interna de Juntos por el Cambio. La apertura incluye la de los juegos políticos, la toma de selfies mostrando los apoyos territoriales o simbólicos de los contendientes. Que Santili, que Jorge Macri, que Vidal quiere presentarse en Capital, buscando capitalizar un triunfo casi descontado en tierra amiga. El nervio de la política le hace decir a dirigentes que no caen con frecuencia en exabruptos, cachivache a los contendientes del mismo espacio político. Los líderes políticos no son inmunes al desgaste que se lleva puesta a toda la sociedad, y si la imagen de los jefes del Ejecutivo luego de un tiempo de gestión los devuelve más viejos y desgastados, el nivel de tolerancia también se erosiona y hace aparecer la chicana, la agresión hacia los propios. La paciencia se escurre como en la situación del hombre que se sintió estafado en la concesionaria de Caballito y en su día de furia tomó elementos contundentes destrozando los vehículos en exhibición. La hermosa gama de autos lustrosos, tentadores tiene su reverso en la letra chica de los planes de ahorro, bicicleta impiadosa para los clientes escenificada en el exabrupto.

Recorrido por canales de televisión del protagonista de los hechos, el día después se apaga la cámara y comienzan a llegar las acciones legales. De la entrevista con Viviana Canosa a las cartas documento. La furia y sus resultados. Si volvemos al paralelo de la disputa interna en Juntos por el Cambio, las chispas que se sacan los contendientes tendrán tal vez sus consecuencias electorales, tal vez demasiado pronto para calcularlas a meses de las elecciones, pero a pocos días de la inscripción de las candidaturas. Eran pocos y se suma también a la pelea la UCR levantando la candidatura del neurocirujano Facundo Manes. Usemos las PASO, dijo el ex secretario de Salud Adolfo Rubinstein. Una única lista, planteaba como idea Mauricio Macri en un espacio del que se creía dueño. El trasfondo es también la disputa de tres fuertes liderazgos a la hora de disputar la candidatura presidencial del primer espacio opositor de cara al 2023. Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich. Uno solo con espacio en la gestión, otros tal vez con mayor capital simbólico en los votantes duros, pero con dificultad para captar a ese electorado de centro, difuso que alterna sus votos según cómo le va en el día a día, sin pertenencias partidarias definidas y para el que la única grieta constituye terminar cada mes con algún billete en el bolsillo y un saldo, aunque sea menguante en la caja de ahorros.

Se ameseta la pandemia, se encrespa y se eleva la política. En el Frente de Todos, una calma casi pancha, con rispideces en la interna, con diferentes enfoques, pero nadie parece sacar los pies del plato. Una ancha unidad donde siguen cabiendo todos, desde economistas con algún tipo de ortodoxia, dirigentes alineados automáticamente con Occidente en política exterior y la prédica de izquierda o tercermundista de otros de sus líderes. El desafío aparece de parte de otros peronistas que no se integraron nunca al armado como Florencio Randazzo o Guillermo Moreno. Queda por develar en cuánto influirán a la hora de contar los porotos para acceder a los cargos legislativos. En una ocasión anterior, en 2017 el ex ministro de Interior del gobierno kirchnerista captó una porción de votos significativa que permitió el triunfo de la candidatura de Esteban Bullrich por sobre la de la misma Cristina Fernández de Kirchner. Su jefe de campaña fue curiosamente Alberto Fernández. Si es válido analizar a contratiempo, o con el diario del lunes, podría decirse que esa derrota del peronismo incubó curiosamente la unidad del Frente de Todos, demostrando eso de que sin Cristina es imposible, pero con Cristina sola no alcanza.

Un escenario de elecciones legislativas siempre complicado para cualquier oficialismo, en que la gente se atreve más a realizar un voto que patea el tablero e interpela o controla el devenir de los gobiernos. Y en que la situación de la pandemia tendrá su innegable influencia como hecho fáctico que condicionó prácticamente todo. La salud, la economía, la pandemia, el dolor, la esperanza de retomar cierto tipo de normalidad y de futuro. Altas mesetas parecidas a páramos, cumbres escarpadas por la intolerancia y el ancho valle que permita la recuperación de una idea de bienestar o de esperanza de futuro. Todo revuelto, en una disputa en que se insinúan siempre dos tercios del electorado polarizado a los extremos. Y en los que se disputa el centro, ese segmento que puede definir una vez más la elección.

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