“La construcción del Estado”

«De la Redacción de ZOOM». El pasado 9 de abril, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, el Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia brindó una conferencia magistral en la apertura de un curso de postgrado, invitado por las Facultades de Ciencias Sociales y Filosofía y Letras. Asimismo, recibió el título de Doctor Honoris Causa de la UBA por su destacada trayectoria académica y su profundo compromiso social y político.

Hay por lo general dos maneras de acercarse al debate en torno al Estado en la sociedad contemporánea: una lectura que propone que estaríamos asistiendo a momentos casi de extinción del Estado, a la irrelevancia del Estado. Se trata de una lectura no anarquista, lindo sería que fuera una realidad el cumplimiento del deseo anarquista de la extinción del Estado. No, al contrario, es una lectura conservadora que plantea que en la actualidad la globalización, esta interdependencia planetaria de la economía, la cultura, los flujos financieros, la justicia y la política, se estuviera volviendo irrelevante el sistema de Estados contemporáneo. Esta corriente interpretativa, académica y mediática, habla que la globalización significaría un proceso gradual de extinción de la soberanía estatal debido a que cada vez es menor la influencia de los Estados en la toma de decisiones de los acontecimientos que se dan en ámbito territorial, continental y planetario; y emergería otro sujeto de los cambios conservadores, que serían los mercados con su capacidad de autorregulación. Esta corriente también menciona que a nivel planetario estaría surgiendo un gendarme internacional y una justicia planetaria que debilitaría el papel del monopolio de la coerción, del monopolio territorial de la justicia que poseían anteriormente los Estados.

Si bien existe claramente un sistema superestatal de mercados financieros y un sistema judicial de derechos formales que trasciende las limitación territoriales del Estado, hoy lo fundamental de los procesos de privatización que ha vivido nuestro continente y los procesos de transnacionalización de los recursos públicos, que es en el fondo lo que caracteriza al neoliberalismo contemporáneo, lo han hecho no seres celestiales, no lo han hecho fuerzas transterritoriales, sino que son precisamente los propios Estados. Esta lectura extincionista del Estado olvida que los flujos financieros que se mueven en el planeta, no se distribuyen por igual entre las regiones y entre los Estados, que los flujos financieros no por casualidad benefician a determinados Estados en detrimento de otros, y benefician a determinadas regiones en detrimento de otras. Y esta supuesta gendarmería planetaria encargada de poner orden y justicia en todo el mundo, no es nada más que el poder imperial de un Estado que se atribuye la tutoría sobre el resto de los Estados y sobre los pueblos. Esta lectura extincionista, por último olvida, como lo están mostrando los efectos de la crisis de la economía capitalista del año 2008-2009, que son los Estados y los recursos públicos de los Estados los que al final pagan los platos rotos de la orgía neoliberal. En otras palabras, frente a esta utopía neoliberal de la extinción gradual del Estado, lo que van demostrando los hechos es que son los Estados los que al final se encargan de privatizar los recursos, de disciplinar la fuerza laboral al interior de cada Estado territorialmente constituido, de asumir con los recursos públicos los costos, los fracasos o el enriquecimiento de unos pocos.

Frente a esta lectura falsa y equivocada de una globalización que llevaría a la extinción, se le ha contrapuesto otra lectura que hablaría de una especie de petrificación también de los Estados, sería como su inverso opuesto. Esta otra lectura argumenta que los Estados no han perdido su importancia como coecionadores territoriales. La discusión de la cultura, el sistema educativo, el régimen de leyes, el régimen de penalidades, continúan siendo las estructuras del Estado. A su favor también argumentan que el actual sistema mundo, en el fondo es un sistema interestatal, y que los sujetos del sistema mundo continúan siendo los propios Estados, pero ya en una dimensión de interdependencia a nivel mundial. Sin embargo esta visión, defensora de la vigencia del Estado como sujeto político territorial, olvida que existen ciertas decisiones e instituciones de carácter mundial por encima de los propios Estados: regímenes de derechos, ámbitos de decisión económica y ámbitos de decisión militar.

Podemos ver entonces que ni es correcta la lectura extincionista de los Estados, ni es correcta la lectura petrificada de la vigencia de los Estados. Lo que está claro es que tenemos una dinámica, un movimiento y un proceso. La globalización significa evidentemente un proceso de mutación, no extinción de los procesos de soberanía política. No estamos asistiendo a una extinción de la soberanía, sino a una mutación del significado de la soberanía del Estado.

Igualmente, lo que estamos viendo en los últimos 30 años es una complejización territorial de los mecanismos de cohesión y de legitimación social. Podemos hablar de una bidimensionalidad estatal y supraestatal de la regulación de la fuerza de trabajo, del control del excedente económico y del ejercicio de la legalidad. En otras palabras, hay y habrá Estado, con instituciones territoriales, pero también hay y habrá instituciones de carácter supraterritorial que se sobreponen al Estado.

En los últimos cinco a diez años hemos asistido a un regreso, a una retoma, de la centralidad del Estado como actor político-económico. Pero a la vez, -América Latina esta viviendo dramáticamente eso- existen flujos económicos y políticos desterritorializados y globales, que se definen muchas veces al margen de la propia soberanía del Estado, temas que tienen que ver con la gestión y la administración de los recursos. Si bien hoy los Estados están retomando en América Latina una mayor capacidad de definir políticas sociales, políticas de empleo, inversión en medios de comunicación, en transporte, en infraestructura vial; a la vez está claro que esos recursos, la intensidad de esta distribución social en favor de la población, depende más de la fluctuaciones de los commodities como llaman los economistas, de las mercancías que vendemos. Es distinto la soberanía de un Estado con el precio del petróleo a 185 dólares el barril, que a 60 o a 30 dólares el barril.

Las experiencias sociales del continente hablan de que la política excede al Estado. Pero a la vez esta claro que un nudo de condensación del flujo político de la sociedad pasa en el Estado, y que uno no puede dejar de lado al momento de materializar y objetivar una correlación de fuerzas sociales y políticas en torno al Estado.

¿A qué llamamos Estado?

Es evidente que una parte del Estado es un gobierno, aunque no lo es todo. Es también el parlamento, el régimen legislativo cada vez más devaluado en nuestra sociedad. Son también las Fuerzas Armadas, los tribunales, las cárceles, el sistema de enseñanza y la formación cultural oficial; son los presupuestos del Estado, la gestión y uso de los recursos públicos. Estado es también no sólo legislación sino también acatamiento de la legislación. Estado es narrativa de la historia, silencios y olvidos, símbolos, disciplinas, sentidos de pertenecía, sentido común. Cuando definimos al Estado, estamos hablando de una serie de elementos diversos, tan objetivos y materiales como las FF.AA; y tan etéreos pero de efecto igualmente material como las creencias, las obediencias, las sumisiones y los símbolos. El Estado en sentido estricto son pues entonces instituciones. No hay Estado sin instituciones. Lo que (Vladímir Ilich Uliánov) Lenin denominaba “la maquina del Estado”. Es la dimensión material del Estado, el régimen y el sistema de instituciones: gobierno, parlamento, justicia, cultura, educación, comunicación.

El Estado no es solamente institución -dimensión material-, sino también concepciones, enseñanzas, saberes, conocimientos -dimensión ideal-. Tiene una dimensión material, que describió muy bien Lenin, como el régimen de instituciones, pero también el Estado es un régimen de creencias, de percepciones, es decir, es la parte ideal de la materialidad del Estado. Detrás de esa materialidad y de esa idealidad, el Estado es también relaciones y jerarquías entre personas sobre el uso, función y disposición de esos bienes; jerarquías en el uso, mando, conducción y usufructo de esas creencias. Las creencias no surgen de la nada, son fruto de correlaciones de fuerza, de luchas, de enfrentamientos. Las instituciones no surgen de la nada, son frutos de luchas, muchas veces de guerras, de sublevaciones, revoluciones, de movimientos. Pero también un Estado es un monopolio, de la fuerza, de la legislación, de la tributación, del uso de recursos públicos. Podemos entonces cerrar esta definición en las cuatro dimensiones: todo Estado es institución, parte material del Estado; es creencia, parte ideal; es correlación de fuerzas, jerarquías en la conducción y control de las decisiones; y todo Estado es monopolio. En términos sintéticos podemos decir que es un aparato social, territorial, de producción efectiva de tres monopolios: recursos, coerción y legitimidad. Y en el que cada monopolio, de los recursos, de la coerción y de la legitimidad, es un resultado de tres relaciones sociales.

Un Estado es un monopolio exitoso de la coerción, lo estudiaron (Carlos) Marx y (Max) Weber; es un monopolio exitoso de la legitimidad, de las ideas fuerzas que regulan la cohesión entre gobernantes y gobernados, lo estudió (Pierre) Bourdieu; y es un monopolio de la tributación y de los recurso públicos, lo estudiaron Norberto Elías y Lenin. Pero cada uno de estos monopolios exitosos y territorialmente asentados está a la vez compuesto de tres componentes: una correlación de fuerzas entre dos bloques con capacidad de definir y controlar, una institucionalidad, y unas ideas fuerzas que cohesionan. El monopolio de la coerción tiene una dimensión material: fuerzas armadas, policía, cárceles, tribunales. Tiene una dimensión ideal: el acatamiento, la obediencia, y el cumplimiento de esos monopolios, dimensión ideal del monopolio. Pero a la vez este monopolio y su conducción es fruto de la correlación de fuerzas, de luchas, de guerras pasadas, sublevaciones, y golpes, que han dado lugar a la característica de este monopolio. Igualmente con la legitimidad, el monopolio de la legitimidad territorial, tiene una dimensión institucional, una ideal y una de correlación de fuerzas. Igual el monopolio de los tributos y de los recursos públicos.

Tenemos entonces un acercamiento más completo al Estado como relación social, como correlación de fuerzas y como relación de dominación. El concepto que nos daba Marx del Estado como una máquina de dominación entonces tiene sus tres componentes complejos: es materia, pero también es idea, es símbolo, es percepción, y es también lucha, lucha interna, correlación de fuerzas internas fluctuantes.

Entre los marxistas, kataristas e indianistas, es muy importante este concepto que no es solamente teoría, porque permite ver cómo asumimos la relación frente al Estado. Si es sólo máquina, entonces hay que tumbar la máquina, pero no basta con tumbar la máquina del Estado para cambiarlo. Porque muchas veces el Estado es uno mismo, son las ideas, los prejuicios, las percepciones, las ilusiones, las sumisiones que uno lleva interiorizadas, que reproducen continuamente la relación del Estado en nuestras personas. E igualmente, esa maquinalidad y esa idealidad presente en nosotros, no es algo externo a la lucha, sino que son frutos de la lucha. Cada pueblo es la memoria sedimentada de luchas del Estado, en y para el Estado.

Perspectiva revolucionaria por su transformación y superación.

Un Estado funciona con estabilidad cuando cada uno de esos componentes mantiene su regularidad y continuidad. Hablamos del Estado en tiempos normales. Pero vamos a usar el concepto de “crisis estatal general” de Lenin, para estudiar cuándo esos componentes de Estado no funcionan normalmente, cuándo algo en la institucionalidad, en la idealidad, en la correlación de fuerzas, se quiebra o no funciona. En esos momentos hablamos de una crisis de Estado. Y cuando esa crisis de Estado atraviesa la totalidad de esos nueve componentes que hemos mencionado anteriormente hablamos de una crisis estatal general.

¿Cuáles son los componentes de una crisis estatal general? ¿Cuándo vamos a hablar que estamos pasando, no meramente de un cambio de gobierno, de un cambio de administración de la maquinaria del Estado, sino de un cambio de las estructuras de poder y de dominación a otras estructuras de poder y dominación? Cuando hay una crisis estatal general. ¿Y como identificamos una crisis estatal general? A partir de cinco elementos -la transición de un Estado a otro tiene varias etapas-. El primero: el momento de la develación de la crisis, cuando se manifiesta y se expresa la crisis de Estado. ¿Qué significa que se exprese una crisis de Estado? En primer lugar, que la pasividad, la tolerancia del gobernado hacia el gobernante comienza a diluirse. En segundo lugar, que surge inicialmente de manera igual, puntual, pero con tendencia a crecer, a irradiarse, a encontrar otros escenarios de aceptación, un bloque social disidente, con capacidad de movilizarse socialmente y de expandirse territorialmente en su protesta. En tercer lugar, una crisis estructural en su primera fase de develamiento surge cuando la protesta, el rechazo y el malestar, comienza a adquirir ámbitos de legitimidad social. Cuando una marcha, una movilización, una demanda y un reclamo sale del aislamiento y de la apatía del resto de la población y comienza a captar la sintonía, el apoyo, de cada vez sectores más amplios de la sociedad. Por último, la crisis se devela en su primera fase cuando surge un proyecto político no coptable por el poder, ni por los gobernantes, con capacidad de articulación política y de generar expectativas colectivas.

En Bolivia hay un corte en el 2000. Lo local se articula en torno a una demanda general movilizadora: la defensa de los recursos públicos, de los recursos comunes y del sistema de necesidades vitales como el agua. En torno a esa demanda los liderazgos indígenas campesinos lograrán articular a indígenas, a trabajadores campesinos, a jóvenes estudiantes, a pobladores migrantes urbanos, a profesionales, a la clase media. A este proceso de creciente surgimiento de un bloque popular con capacidad de irradiar la suma de demandas, de articular otros sectores, de encontrar legitimidad en la movilización, es lo que denominamos, teóricamente hablando, el momento del develamiento de la crisis de Estado.

Luego vendrá un segundo momento de la crisis de Estado que, siguiendo a (Antonio) Gramsci, hemos denominado el “empate catastrófico”, cuando estas movilizaciones pasan de lo local a lo regional y se expanden a nivel nacional. Pero no solamente que se expanden a nivel nacional, si no que logran presencia y disputa territorial de la autoridad política en determinados territorios. Cuando de la demanda local, reivindicativa, que cohesiona a un bloque popular, se comienza a disputar la autoridad política en la región. Allí, estamos en el momento del empate catastrófico. Es en parte lo que Lenin y (León) Trotsky llamaban la “dualidad de poder”, pero es más que eso. Un empate catastrófico es cuando esa disputa de dos proyectos de poder, el dominante y el emergente, con fuerza de movilización, con expansión territorial, disputan territorialmente la dirección política de la sociedad por mucho tiempo.

Un tercer momento de la crisis de Estado es el momento de la sustitución de las elites, es decir, cuando el bloque dirigencial de estos sectores sociales articulados acceden al gobierno. Es lo que pasó en 2006 cuando el presidente Evo (Morales), en un bloque que unificó a los movimientos sociales, que preseleccionó comunitaria y asambleísticamente a los representantes para ir al Congreso, logra la extraordinaria victoria del 54 por ciento..

Lo que vemos entonces, en términos de la sociología política, es un proceso de descolonización del Estado, que se había ido construyendo desde la sociedad, desde los ámbitos comunitarios, sindicales y barriales, logran perforar y penetrar el armazón del Estado. Presidente, senadores, diputados, canciller y presidenta de la Asamblea Constituyente indígenas.

¿Cómo pasar de la administración del Estado a su transformación estructural?

¿Cómo convertir la fuerza de movilización en institución, norma, procedimiento, gestión de recursos, propiedad de recursos? Porque eso es el Estado, la materialización de una correlación de fuerzas. Y es a partir de ese momento, en este proceso de sustitución de elites políticas, que el Estado comienza a convertirse en una herramienta donde empieza a atravesarse una nueva correlación de fuerzas. Los procesos de nacionalización de los hidrocarburos, los procesos de la nueva Constitución y de la Asamblea Constituyente, de la nacionalización de las empresas de telecomunicación, de la nacionalización de otras empresas públicas, van a comenzar a darle una base material duradera a lo que inicialmente había sido un proceso de insurgencia y de movilización social. Claro, ninguna clase dominante abandona voluntariamente el poder, a pesar de que uno se esfuerza para que lo hagan. Ningún bloque de poder puede aceptar que de la noche a la mañana quien era su sirviente ahora sea su legislador o su ministro. Y está claro que en todo proceso revolucionario tiene que haber un momento de tensionamiento de fuerzas.

En el caso de Bolivia avanzamos de un proceso de descolonización política: indígenas en puestos de mando; de descolonización cultural: hablar aymara, quechua, guaraní, tiene el mismo reconocimiento oficial que hablar castellano. Pero no nos detuvimos ahí, sino que pasamos y dimos el salto a un proceso de descolonización económica y material de la sociedad, al depositar la propiedad de los recursos económicos, los recursos públicos, a potenciar por encima de la empresa privada extranjera, al Estado, por encima de la gran propiedad terrateniente, a la comunidad campesina y al pequeño propietario. Tierra, recursos naturales, hoy son de propiedad del Estado, de los movimientos, de los campesinos y de los indígenas, en una proporción mayoritaria de lo que era años atrás. Y esto no iba a ser aceptado fácilmente, sino que iba a tener que darse un momento de definición de la estructura de poder. A ese momento de definición, o se reconstituye el viejo bloque de poder conservador, o se acaba el empate catastrófico y se consolida un nuevo bloque de poder, que es lo que hemos denominado un “punto de bifurcación”. Y todo proceso revolucionario pareciera atravesar eso. Es el momento de la confrontación desnuda o de la medición de fuerzas desnudas de la sociedad, donde callan los procesos de construcción de legitimidad, de consenso, y donde la política se define como un hecho de fuerza. No es que la política sea un hecho de fuerza, de hecho, fundamentalmente, la política son procesos de articulación y de legitimación. Pero hay un momento de la política en que eso calla, en que la construcción de acuerdos, los enjambres, las legitimaciones, se detienen y la política se define como un hecho de guerra, como un hecho de medición de fuerzas.

Eso es lo que sucedió en Bolivia entre agosto y octubre del 2008. Fue un tiempo muy complicado para nosotros, en que el presidente Evo mostró su capacidad de estadista, de líder y de conductor de un proceso revolucionario. Fueron tiempos duros porque se nos planteó un revocatorio. Lo que fue un intento para derrocar al presidente Evo electoralmente, se convirtió en una gran victoria del 67% de la participación. Derrotados en el ámbito electoral, los sectores conservadores inmediatamente van a apostar por el golpe de Estado. El gobierno actuó con mucha cautela. Ya habíamos previsto que algo así iba a suceder -la sociología sirve para eso-. Y tal lectura del punto de bifurcación, como otros conceptos, lo habíamos dialogado con el Presidente. Me acuerdo que el presidente Evo en 2008 inició el gabinete, y nos dijo a todos: “Este año es el momento de la definición. O nos quedamos o nos vamos, prepárense”.

A la victoria electoral se sumará una victoria de movilización social-militar que será completada con una victoria de carácter política. En agosto se da el revocatorio, en septiembre el golpe y en octubre se dará una gran movilización, encabezada por el presidente Evo, de miles y miles de personas que se dirigirán al Parlamento para exigirles la aprobación de la nueva Constitución y que se convoque a un referéndum. Fue una combinación excepcional de acciones electorales, acciones de masas y de articulación política. Victoria electoral, militar y política, cerrarán el ciclo de la crisis estatal en Bolivia.

Hoy Bolivia reivindica, propugna y comienza a construir lo que hemos denominado un Estado plurinacional, una economía social comunitaria y un proceso de descentralización del poder bajo la forma de las autonomías departamentales, indígenas y regionales. Un Estado complejo.

¿Donde se dirige este proceso?

Permítanme de manera muy breve introducir otro concepto. El concepto de Estado aparente (Marx) y de Estado integral (Gramsci). Llamamos Estado aparente a aquel tipo de institucionalidad territorial política que no sintetiza ni resume a la totalidad de las clases sociales de un país, sino que representa solamente a un pedazo de la estructura social, dejando al margen de la representación a una inmensa mayoría. Estado integral llama Gramsci a varias cosas en su reflexión, pero en particular a un óptimo entre cuerpo político estadual y sociedad civil. Y a una creciente pérdida de las funciones monopólicas del Estado para convertirse meramente en funciones administrativas y de gestión de lo público. Permítanme utilizando estos dos conceptos un poco debatir tres tensiones, tres contradicciones y un horizonte en el proceso político revolucionario. La primera tensión y contradicción no se resuelve teóricamente sino en la práctica: Bolivia, con el presidente Evo, con los sectores sociales sublevados y movilizados, ha constituido lo que denominamos un gobierno de los movimientos sociales. Esto significa varias cosas; en primer lugar, que el horizonte y el proyecto que asume el gobierno, de transformación, de nacionalización, de potenciamiento económico, de diversificación económica, de desarrollo de la economía comunitaria, es un horizonte estratégico creado por la propia deliberación de los movimientos sociales. En segundo lugar, que los representantes que aparecen en el ámbito del Parlamento, del Congreso, de la Asamblea, son fruto en su mayoría de la deliberación asambleística de los sectores sociales, urbanos y rurales, para elegir a sus autoridades. En tercer lugar, que los mecanismos de selección del personal administrativo del Estado deja de ser únicamente en función de la meritocracia académica y combina otro tipo de meritos, como es el haber ayudado a los sectores sociales, provenir de ellos, no haber defendido dictaduras, ni participado de las privatizaciones, haber defendido los recursos públicos estatales y no estatales.

Pero a la vez estamos hablando de un gobierno del Estado y todo Estado por definición que hemos dado al principio, es un monopolio. Pero entonces aquí hay una contradicción: Estado por definición es monopolio, y movimiento social por definición es democratización de la decisión. El concepto de gobierno de movimientos sociales es una contradicción en si misma, sí, ¿Y qué? (aplausos). Hay que vivir la contradicción, la salida es vivir esa contradicción. La solución está en vivir permanentemente y alimentar esa contradicción dignificante de la lucha de clases, de la lucha social en nuestro país.

Esta construcción del Estado que estamos haciendo hoy en Bolivia, esta modernización del Estado, ya no es la clásica de las elites de las burguesías nacionales, sino que su tránsito es evidentemente al socialismo. Lo que estamos haciendo de manera dificultosa, a veces con retrasos, pero ineludiblemente como horizonte de nuestro accionar político, es encontrar una vía democrática a la construcción de un socialismo de raíces indígenas, que llamamos socialismo comunitario. Es una posibilidad que depende de varios factores. En primer lugar de la propia capacidad de movilización del los sectores sociales. Un gobierno no construye socialismo, el socialismo es una obra de las masas, de las organizaciones, de los trabajadores. Solamente una sociedad movilizada que se expanda y se irradia, que tenga la habilidad de tener formas asociativas, comunitarias, modernas y tradicionales, de tomar decisiones de producción y distribución de la riqueza, puede construir esa alternativa socialista comunitaria. Cualquier alternativa postcapitalista es imposible a nivel local y a nivel estatal, una alternativa socialista, o pongámosle nombre que queramos, postcapitalista, que supere las contradicciones de la sociedad moderna, de la injusta distribución de la riqueza, de la destrucción de la naturaleza, de la destrucción del ser humano, tiene que ser una obra común, universal, continental y planetaria.

Por eso, rompiendo el protocolo académico, me dirijo a ustedes como luchadores, como estudiantes, como revolucionarios, como gente comprometida que ama a su país, que ama a su pueblo, que quiere otro mundo como indígenas, como jóvenes, como trabajadores. Bolivia sola no va a poder cumplir su meta. Les toca a ustedes, les toca a otros pueblos, a una nueva generación, a otros países; hacer las mismas cosas y mejores que las nuestras, pero hacer, no contemplar, no ver. La pasividad de otros pueblos es la derrota de nosotros. El movimiento de otros pueblos es nuestra victoria (aplausos). Por eso aquí, les venimos a decir en nombre del presidente Evo y mío: nosotros estamos haciendo lo que el destino nos ha colocado al frente, y no duden un solo segundo, que solamente la muerte detendrá lo que venimos haciendo, que mientras tengamos algo de vida, el compromiso con este horizonte comunitario socialista de emancipación de los pobres, los indígenas, los trabajadores, será nuestro horizonte de vida, de trabajo y de compromiso (aplausos). Ahora quienes tienen que actuar son ustedes, los jóvenes, los trabajadores, los profesionales, los comprometidos con su propia experiencia, su propia capacidad, su propia historia, tienen que asumir el reto de construir otro mundo distinto donde nos sintamos todos contentos y felices, porque en otros términos eso es lo que llamamos socialismo, un mundo de la socialización de la felicidad y de la riqueza para todos.

Es el reto de ustedes compañeros, no nos dejen solos, muchas gracias.”

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