Fue el secretario de derechos humanos de la CGT Julio Piumato quien con mayor enjundia señaló la existencia de un complot destinado ya no a desestabilizar al presidente Kirchner, sino a la región entera. Aludía a la grotesca batahola de San Vicente, en la que también el ministro de Interior vio una mano negra, cuya identidad, en un inusual rapto de recato, mantiene en reserva.
Piumato coincide con varios analistas internacionales al percibir una lógica común en el fraude electoral mexicano, el golpismo de la oposición venezolana, las denuncias de corrupción que afectan a estrechos colaboradores de Lula, el lock out de los transportistas uruguayos, los enfrentamientos entre mineros y el estado insurreccional de varios departamentos bolivianos, el tremendismo y la falta de moderación de la oposición política argentina.
A esta gigantesca conjura se habrían sumado ahora el Pata Medina y el millar de lúmpenes contratados para amargarle el día a Moyano y romper las cabezas de unos cuantos camioneros.
Además de la pata Medina, la otra pata de la conjura fue bendecida por el cardenal Bergoglio: nada más y nada menos que la remake de la Unión Democrática, sólo que a la misionera y con una ligera diferencia: del otro lado no estaba Juan Perón sino un gobernador de dimensiones algo menores.
Varios funcionarios nacionales y hasta el presidente vieron en el batiburrillo amuchado detrás del obispo (RE) Joaquín Piña a la auténtica Antipatria: Puerta, Macri, Carrió, Lavagna, Alfonsín, López Murphy, Blumberg, Binner, Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, más la Central de Trabajadores de De Genaro, la CGT de Moyano, la izquierda entera, los ex peronistas antimenemistas, los ex menemistas kirchneristas, los kirchneristas a secas y hasta la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Si esa es la lista de los que estaban en contra del gobernador Rovira ¿quién diablos estaba a favor?
A favor en Misiones, se entiende, porque de afuera Rovira recibió el apoyo de la creme de la creme de los gobernadores justicialistas, que eran la creme de la creme de los gobernadores duhaldistas y la creme de la creme…
Además de Fellner y Busti -también ansiosos por repetir mandatos aunque con más recato que Rovira, que, agrandado como buen petiso, pretendió ser reelecto for ever and ever- el gobernador con manía de imperecedero fue apoyado por ministros, secretarios, subsecretarios y ascensoristas del gobierno nacional, diputados afines al presidente y el presidente en persona.
Tanto se jugaba ahí, tan trascendente era Carlos Rovira para la grandeza de la patria, la felicidad del pueblo y la estrategia presidencial. Ahora, tras la derrota, todo será frustración y decadencia, y para cuando Rovira finalice su mandato habremos quedado los hombres sin árbol, sombra ni abrigo.
Y volverá a tener razón Piumatto cuando explique que no fue sino otra maniobra de la gigantesca conjura, y encima exitosa: consiguió la hazaña de que con el 80% de aprobación en Misiones, el presidente resultara el principal derrotado de una elección a constituyentes provinciales.
Tiene que haber un plan ahí. Si no, no se entiende. No se entiende por qué Hugo Moyano se sube y sube al presidente (que se deja subir) a un acto necrofílico pergeñado por el duhaldismo, que sólo pudo ser concebido por la percudida mentalidad del duhaldismo… y al que, curiosamente, no asiste Duhalde.
O por qué el presidente se sube solo al delirio de uno de esos Napoleones de bolsillo que pretenden convencer a los demás de que sin su insalvable intrascendencia, se acaba el mundo, o al menos, la provincia.
¿Cuál es la significación de Carlos Rovira? ¿Qué lo hace tan especial? ¿Que le dice sí a todo lo que venga del presidente?
Eso no sería ninguna rareza: al fin de cuentas los Rovira le dicen que sí a este presidente con la misma facilidad que le han dicho que sí a todos los anteriores.
¿Es con esta clase de obsecuentes a destajo, sin entidad ni identidad, con los que el presidente confía construir los cimientos de su proyecto? Si es así, en esos mismos cimientos estará el límite y el más serio de los escollos.
Y de la misma manera en que hay alguna clase de sabiduría en eso de no cambiar de caballo a mitad del río, es bien cierto que con alguna clase de matungos no alcanzamos ni a entrar en el agua.
Hay una conjura, sí, pero para encontrar a los autores Piumatto va a tener que mirar más cerca de lo que cree.