Casi se han cumplido 35 años de la masacre de Trelew. El 22 de agosto de 1972 fueron fusilados a mansalva, en la Base Almirante Zar de esta ciudad, 19 militantes de distintas organizaciones político militares, que se habían rendido a fuerzas de la Marina en el Aeropuerto, con la condición de que se respetaran sus vidas. La promesa no se cumplió. Sólo tres de ellos sobrevivieron, y fueron muertos, secuestrados o desparecidos algunos años más tarde, durante la siguiente dictadura militar.
Este 22 de agosto, 35 años después, inauguraremos el Centro Cultural por la Memoria del Aeropuerto Viejo de Trelew, en homenaje a esos compañeros. Fueron para los habitantes de la ciudad, largos años de lucha, de preservación del recuerdo, de debates.
Hay varios tipos de memoria. Existe aquella memoria edulcorada que en realidad es una añagaza del olvido: “Guardemos el recuerdo allí, bien encerrado, y que jamás se salga”.
Hay también de la otra, la complaciente, que se conforma con un día al año, con una flor, un discurso y una lágrima.
Por suerte, también existe otra: la que comprende que la memoria no es pasado; que es presente y que será futuro. Que lo que hagamos hoy es un camino que no termina con nosotros, porque tampoco lo empezamos.
Esa masacre, que es considerada internacionalmente como la primera manifestación del Terrorismo de Estado en Argentina, no puede guardarse en un Museo. Quisimos que fuera, y lo será, memoria viva.
Por eso un Centro Cultural. Porque la comunidad no vive de recuerdos, sino de accionares. De nuevas expresiones, formas distintas de decir las mismas cosas.
Tenemos que aprender -ya para siempre- que la Memoria, la Verdad y la Justicia se defienden y se mantienen luchando, todos los días. Y transmitir ese conocimiento a nuestros hijos, a nuestros hermanos, también a nuestros padres.
Aunque no se comparan con lo que vino después, esos años de principios de la década del 70 no fueron fáciles. Era el comienzo de una ruta de esperanza, que se reveló fallida. Y aunque todos sabemos que el tiempo puede endulzar la mayoría de los recuerdos, algunos, como esta masacre, no pueden ser endulzados. A lo sumo, se hacen más entrañables, más propios.
Sabemos que para muchos, los fusilados en Trelew no pasan de ser subversivos o -injustamente- terroristas. Para otros, entre los que me cuento, son parte de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestra Patria.
Vendrá a la ciudad mucha gente, muchos compañeros de todos los puntos del país. Familiares de los 16 compañeros muertos, ex-presos del penal de Rawson, organismos de derechos humanos, HIJOS, madres y abuelas de Plaza de Mayo, estudiantes, etc.
Todos han esperado largo tiempo. El sobrino de Pujadas, que también se llama Mariano. La prima de Susana. Alicia, la esposa de Bonet, que viene desde Francia. La mamá de Capello, que con sus años a cuestas, su sonrisa y su abrazo cariñoso, no falta cada año.
Porque aunque a algunos no les guste, seguimos estando aquí.
Conversando con amigos de la ciudad, algunos me manifestaron estar cansados de que nuestro pueblo fuera conocido como «la ciudad de la Masacre». Pero el pasado no puede cambarse y negarlo, es necio e infructuoso.
Trelew será siempre la ciudad de la masacre.
Pero desde el 22 de agosto del 2007, 35 años después, podremos orgullosamente adjuntarle otro calificativo: Trelew: ciudad de la Memoria.