Fragmento del libro Panamá: Pequeña Hiroshima de Stella Calloni publicado en México en 1992 después de la invasión de Estados Unidos en diciembre de 1989, que ella cubrió en ese país para medios mexicanos y argentinos.
“Cuando el 31 de julio llegué a Panamá, la ciudad estaba silenciosa. Había tristeza, desasosiego, pesadumbre. Los más optimistas todavía esperaban la noticia que les dijera que Torrijos estaba vivo. Se buscaban los restos del avión en una zona de muy difícil acceso.
De Torrijos encontraron una mano, un pie, su reloj y el sombrero que siempre llevaba. Según los militares que fueron al rescate, no eran precisamente los restos de alguien que muere en un avión que se estrella contra una montaña, sino de alguien que murió en un aparato que estalló en el aire.
“Los funerales de Torrijos se convirtieron en una de las más grandes manifestaciones en la historia de Panamá. En las pancartas que llevaban los más jóvenes se leía: CIA ASESINA .