La caída

Cuál fue el empujón que inició el imparable derrumbe del rico general Cabanillas, condenado a prisión perpetua, y cómo se produjo. Puntualizaciones a una nota de Martín Granovsky.

A Macarena. Y a Claudia, su madre.

Martín Granovsky dedicó ayer, domingo, un largo artículo a encomiar el papel cumplido por su tocayo, el general Martín Balza, por entonces jefe del Ejército al echar al jefe del Segundo Cuerpo de esa fuerza, general Eduardo Rodolfo Cabanillas lo que no ocurrió a comienzos de abril de 1999, como sugiere la nota, sino dos meses más tarde y gracias a una jugada extrema coronada con éxito, que el periodista ignora.

Juan Gelman había denunciado bastante antes que en 1976 Cabanillas fue uno de los dos capitanes destinados en la SIDE a cuyas órdenes se encontraba el centro clandestino de detención y exterminio llamado por los represores “El Jardín” y más conocido como “Automotores Orletti, principal centro del “Plan Cóndor” de coordinación represiva entre las dictaduras del Cono Sur. Dónde habían estado secuestrados su hijo, Marcelo Ariel Gelman, y su nuera embarazada, María Claudia García Iruretagoyena.

Como es sabido, luego de la muerte en pleno juicio de quien era entonces su jefe, el coronel Rubén Visuara (y anteriormente, de Marcos Calmón, el otro capitán con el que había hecho yunta en Orletti, represor que no llegó a ser acusado) Cabanillas fue el de más rango de los condenados en el juicio que terminó el último jueves 31. Fue sentenciado a prisión perpetua.

Regresemos a la nota de Granovsky. La tituló “La historia del caso Cabanillas, el oficial de Orletti condenado a perpetua: De a pedacitos apareció la verdad y llegó la justicia”. Y añadió como bajada: “La realidad completa de Cabanillas (…) fue conociéndose por retazos que pudieron armarse después de las cartas públicas de Gelman”.

Pronto se verá que “la verdad completa” no es tal, que faltan pedacitos y retazos claves.

A disposición. Ya en el cuerpo del texto, Granovsky explica que las cartas abiertas del poeta tuvieron la virtud de que “Balza, que hoy es embajador en Colombia, llamó entonces por teléfono a Gelman y se puso a su disposición”, y que fue a partir de ello que “Balza decidió pasar a Cabanillas a disponibilidad, paso previo a su retiro, y pidió a la justicia que investigara el tema”, es decir, su desempeño en Orletti, su participación en la Operación Cóndor.

Granovsky añadió que “La decisión de Balza no tenía precedentes en ese momento•, sobre todo porque envió a la justicia federal el expediente del Tribunal de honor militar sobre el general Cabanillas” para que viera si sus antecedentes (foja de servicios) “podrían resultar de interés en la causa que dicho magistrado (Adolfo Bagnasco) instruye en relación a la desaparición de menores”, en obvia referencia al hijo del asesinado Marcelo Ariel Gelman y su esposa, la encinta María Claudia Iruretagoyena de Gelman, secuestrada con aquél y llevada a Autromotores Orletti.

Hasta aquí, parece que el general Balza hubiera actuado rápidamente a pedido de Gelman. Pero eso no es verdad: harto de que Balza se hiciera el desentendido, Gelman se puso en campaña para obligarlo a dar una respuesta. El viernes pasado, precisamente, Página/12 republicó la primera de sus cartas, publicada originalmente el 4 de abril de 1999. En ella, Gelman, luego de imponer a Balza de los nefastos antecedentes de su subordinado, le inquirió reiteradamente: “¿Piensa usted hacer algo al respecto?”.

Pasarían más de dos meses antes de que Balza reaccionara.

“Fue la presión permanente”. Granovsky dice que fue “la presión permanente de Gelman y de abogados y organismos de derechos humanos” la que “llevó a Balza, para concluir, con su decisión de ese momento, que el honor militar no está por encima de las leyes, y que la conciencia de un tribunal administrativo no basta para determinar la conciencia o la culpabilidad de un oficial sobre faltas mucho más severas qué mentir”.

Más allá de que la primera parte de la oración es hojarasca (Balza había hecho su célebre autocrítica en el programa de Bernardo Neustadt casi cuatro años antes, y la misma incluía algo tan elemental como “que el honor militar no está por encima de las leyes”) quedó resonando el eco de que habría sido “la presión permanente de Gelman y de abogados y organismos de derechos humanos” la que empujó a Balza a desembarazarse de Cabanillas.

¿Fue así?

No, no alcanzó con aquella presión. Acaso porque Cabanillas pertenecía a una familia tan ranciamente gorila (su padre, el también coronel Héctor Cabanillas dirigió el secuestro y entierro clandestino en Milán del cadáver de Eva Perón) como millonaria (dueña de la agencia de seguridad ORPI, durante mucho tiempo la más grande de todas) y gozaba del apoyo del presidente Menem, Balza no se atrevía, no veía como destituirlo.

Iniciativa. Por entonces quien escribe (que como su esposa y compañera de casi toda su vida fue amigo de Claudia y de Marcelo) ayudaba a Gelman a establecer el paradero de su nuera y a buscar a su nieto o nieta perdida (muy pronto el poeta lograría ubicar en Montevideo a Macarena, la hija “adoptiva” del comisario Ángel Tauriño, quién acababa de morir).

Más aún: precisamente y por iniciativa propia, investigaba la pista de Cabanillas.

Así fue que a fines de 1998, envió un e-mail a un distinguido colega uruguayo, Samuel Blixen, el mayor experto en la Operación Cóndor de aquél lado del río (de este lado lo es Stella Calloni) pidiéndole información sobre Cabanillas, y transcribiendo un reciente e-mail recibido de Gelman (Ver más abajo el texto completo, debajo del título El investigado).

Aquel e-mail cuya copia sobrevivió a varios accidentes informáticos termina asÍ:

“El escrache (hecho el 24 de noviembre de 1998 por HIJOS) de Cabanillas (…) es un asunto muy importante porque su jefe, el general Balza, se la pasa haciendo profesión de fe democrática, cada vez más seguido a medida que se hunde en las miasmas del tráfico ilegal de armas hacia Bosnia y Croacia.

“Cabanillas, que hace tres años, cuando era jefe de la IX Novena Brigada de Infantería, comandó la persecución de un sargento de apellido Laveglia hasta obligarlo a dejar el ejército porque había cometido el infame pecado de formar pareja con una mujer divorciada de un oficial, es un claro ejemplo de la pervivencia de las posiciones genocidas en el seno del Ejército.

“Hasta el punto de que es miembro de AUNAR (Asociación por la Unidad Argentina, presidida por el “periodista” Carlos Acuña, con sede en Esmeralda 634, 1º D, tel. 4322-6874) que acaba de editar un libro infame “Subversión, la historia olvidada” para justificar la represión.

La cueva de los nostálgicos

Mauricio Maronna y otros compañeros del diario La Capital de Rosario (dónde entonces trabajaba) me informaron que Cabanillas vituperaba sistemáticamente al Nunca más, un informe oficial del Estado, ante todos sus visitantes, a los que seguidamente regalaba ejemplares de Subversión… y de un video homónimo. Por lo que, haciendo de tripas corazón, fui a aquella cueva de nostálgicos de la dictadura y me presenté como uno de los suyos. Me atendió un comodoro retirado que satisfecho por las atrocidades que yo repetía, me confirmó que Cabanillas compraba todos los meses varias decenas de ejemplares de los mencionados libros y videos, y que se los regalaba a sus visitantes.

La publicación de esta noticia volvió obvio que Cabanillas saboteaba la política de Balza de renegación de la “obediencia debida”, contricción por los miles de compatriotas asesinados y reconciliación con las mayorías populares. También volvió evidente que Cabanillas reivindicaba abiertamente el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” . Y consiguió, por fin que ya en junio Balza le enviara un radiograma a Cabanillas exiguiéndole que presentara «voluntariamente» el pedido de pase a retiro.

El relato de Granovsky, en cambio, obvia el lapso que va de comienzos de de la prinmera semana de abril a la primera semana de junio y comenta que el tribunal militar que juzgó el honor de Cabanillas “ni siquiera investigó por qué el entonces general de división sometido a su veredicto regalaba siempre un libro de la agrupación Aunar”.

“Balza consideró que regalar ese panfleto era, en sí misma, una causa suficiente para el pase a disponibilidad de un alto oficial. Fue ese hecho el que utilizó para separar a Cabanillas del Ejército y dejarlo sin protección ante la justicia”, añade. (Ver, abajo La gota que rebalsó el vaso).

Al dar la noticia, al Ejército le interesó destacarlo. Y así fue que Clarín, al informar del despido de Cabanillas el lunes 7 de junio consignó que “Oficialmente se informó que se debió a un episodio ajeno a denuncias por violación de derechos humanos”. Recordó que Cabanillas se había negado a presentar el pase a retiro como le había pedido Balza, negativa ante la cual “el jefe del Ejército actuó directamente sobre un argumento que le permitió ordenar el inmediato relevo del alto oficial: Cabanillas distribuyó entre los oficiales del II Cuerpo una publicación que financió la fundación AUNAR titulada Subversión: la historia olvidada, que contiene durísimas críticas contra la actual conducción del Gobierno, los empresarios, los medios de comunicación y los partidos políticos”.

¿Cómo? ¿No era que había bastado “la presión permanente de Gelman” para que Balza defenestrara a Cabanillas?

En primera persona. No alcanzó y a las pruebas me remito. Perdonen la inmodestia de la primera persona pero entonces vi que hacía falta una acción contundente para destrabar la situación. Y tras avisarle a Gelman, la encaré. Y me salió bien. Y estoy muy pero muy orgulloso de ello.

Tanto que suelo repetir como un mantra, acaso exagerando, “Yo me cargué a Cabanillas” lo que hace que se me encienda una sonrisa mientras escucho tintinear una medalla intangible en mi alma e imagino que José Luis D’Andrea Mohr, el capitán sin tacha, me sonríe desde el cielo.

Nada tengo contra Granovsky (excepto, claro, que no me haya concedido derecho a réplica cuando en Página/12 calumniaron mi libro Ultramar Sur: la última operación secreta del Tercer Reich), ni contra el general Balza (excepto, claro, su complicidad con los turbios negocios de los Menem y Yoma), pero si el primero quiere elogiar al segundo… para ello no hacía falta prometer cosas que no pensaba cumplir. Porque ofrecer narrar “La realidad completa de Cabanillas” y luego se despreocupó por el personaje. Al extremo de no comentar siquiera que era hijo del secuestrador de Evita, y un muy rico accionista de ORPI S.A., ni que en Comodoro Rivadavia le había hecho imposible la vida a un suboficial por haberse atrevido a casarse con la ex de un oficial. No ofreció ni ésta ni ninguna otra información relevante sobre Cabanillas.

Y si llegó la hora de tirarse flores para el derrumbe de un gorila asesino que ríanse de la caída de King-Kong del Empire State, merezco ser al menos mencionado, ya que mi contribución a su despeñamiento fue imprescindible, y por lo tanto insoslayable.

Al ningunearme por enésima vez Página/12 (diario que leo cada día desde su primer número) me obliga a reestablecer la verdad histórica: Hasta tal punto no alcanzaba con la mera presión para desalojar a Cabanillas de la jefatura del Segundo Cuerpo que ante el pedido de Balza de que pidiera el pase a retiro, Cabanillas se negó argumentando que había sido nombrado por un decreto del gobierno firmado por el presidente Menem, y no dimitiría al menos que recibiera una orden suya.

Pero al oponerse por el vértice a la política oficial del Ejército (y por lo tanto y transitivamente, del Gobierno) Cabanillas había ido demasiado lejos, y a instancias de Balza, Menem firmó el correspondiente decreto eyector.

Luego de encontrar a Macarena, Juan vino a festejarlo a casa, y yo le regalé sendos ejemplares en libro y video de Subversión: la historia olvidada. Le expliqué que no los había comprado; que el comodoro nostálgico de la dictadura, creyéndome de los suyos, me los había regalado. De entrada nomás, Subversión… señalaba a Juan como a uno de los jefes máximos de ésta proteica categoría ontológica.

Flor de trofeo.

El investigado

(E-mail enviado a fines de 1998 por el autor a Samuel Blixen e incluye otro, de Juan Gelman).

Estimado Samuel:

Necesito cualquier información que puedas darme acerca de la participación del actual jefe del Segundo Cuerpo de Ejército con sede en Rosario en la cadena de mandos del centro clandestino de detención conocido como “Automotores Orletti”.

De acuerdo al testimonio que ofreció en 1978 el entonces teniente coronel Juan Ramón Nieto ante la justicia militar, Cabanillas fue nada menos que el jefe de Aníbal Gordon en Orletti, con quién se comunicaba a través de “agentes orgánicos” de la SIDE como Eduardo Ruffo y Juan Rodríguez.

El pasado 24 de noviembre, la “Comisión de Escraches” de Rosario informó de la preparación de uno contra Cabanillas, al que acusaron de haber dirigido, con el grado de capitán, “Automotores Orletti”.

El escrache se habría concretado el pasado 10 de diciembre, al cumplirse el cincuentenario de la declaración de los Derechos Humanos.

El artículo de “La Capital” que anunció el escrache de Cabanillas (25 de noviembre, pág. 21) informa que los escrachadores aseguraron que Cabanillas fue denunciado por las Abuelas de Plaza de Mayo ante el juez Garzón.
Interesado en el tema, le envié un e-mail a Juan Gelman, quién me respondió así:

“Tengo datos contradictorios sobre el apellido del investigado por vos: en un documento milico, hablan de Cabanillas (con b larga) con grado de capitán en l976. En otro documento milico, de fines del 79, hablan del mayor Eduardo Rodolfo Cavanillas (con v corta), pero estoy seguro de que es el mismo tipo.

Es seguro además que estuvo en la SIDE. Para ubicarlo, te cuento la cadena de mandos de abajo para arriba. Orletti estaba a cargo de Gordon y su banda y de dos orgánicos de la SIDE (es decir, personal de planilla de la SIDE). Estos eran Eduardo Ruffo y Juan Rodríguez. “El jefe natural de todos era Gordon, pero Ruffo y Rodríguez dependian del vicecomodoro Guillamondegui.

“Este ultimo era el jefe del Departamento de Operaciones Tacticas I de la SIDE, es decir, su personal estaba encargado de los secuestros en base a los datos de inteligencia que le transmitían las Direcciones II y III.

“Guillamondegui, a su vez, dependia de la Direccion III a cargo del coronel Carlos A. Michel (o Mitchel o Mitchell). A partir de una fecha que desconozco (pero a lo mejor la puede averiguar D’Andrea Mohr), Guillamondegui es sustituido por el entonces teniente coronel Ruben Víctor Visuara y Ruffo y Rodríguez pasan a depender de los entonces capitanes Marcos Alberto Calmon y Eduardo Rodolfo “Cavanillas (así está escrito en un documento milico del 79; en esta fecha, ambos eran mayores y es curioso que en el documento, que da los cargos de todos, desde Paladino para abajo, de éstos dos diga el milico firmante que «no se registran antecedentes»).

“Calmón y Cavanillas estaban a órdenes de Visuara. En cuanto a la fecha de sustitución de Guillamondegui, tené en cuenta que Orletti funcionó de mediados de mayo a principios de noviembre del 76”.
………..

El cierre de “Automotores Orletti” fue precipitado por el heroísmo de una pareja de militantes que logró fugarse.

Se trata del argentino José Ramón Morales y de su compañera, de la que no tengo el nombre. Ambos eran militantes de los pequeños «Comandos Populares de Liberación» (CPL) que por entonces se encontraban en proceso de fusión con las Fuerzas Armadas de Liberación 22 de Agosto (FAL-22).

Morales había sido encarcelado durante la dictadura anterior, y aministiado el 25 de marzo de 1973.

A fines de 1976 fue secuestrado junto a su mujer y otros familiares y conducido a «Automotores Orletti», donde fueron bárbaramente torturados.

Pero en un descuido de los verdugos, su compañera, de la que sé que era muy delgada, logró zafarse de sus ataduras y desatarlo a él.

Los dos estaban completamente desnudos y muy débiles, a pesar de lo cual llegaron a apoderarse de una metralleta y, tras abrirse paso a tiros (la mujer recibió un balazo en el pulmón), ganaron la calle y subieron primero a un camión -que no pudieron hacer arrancar- y por fin un automóvil con el que lograron fugarse.

La huída del matrimonio Morales provocó el desmatelamiento de «Automotores Orletti».
En 1979, Morales se integró al Frente Sur sandinista, él mismo al que luego se integraron Enrique Gorriarán Merlo y un puñado de ex miembros del ERP.

En sus cartas póstumas, enviadas desde el frente de batalla a sus amigos de Buenos Aires, Morales criticó ácidamente la «comandatitis» que habría imperado en el Frente Sur.
Morales murió degollado por los guardias nacionales somocistas tras resistir durante varios días (hasta que se quedó sin municiones) en la cima de la colina que sus jefes le habían pedido que conquistara y defendiera.

El escrache de Cabanillas, hijo del general de la SIDE que comandó el secuestro del cadaver de Eva Perón y fundo la agencia de seguridad y vigilancia ORPI SA, la más grande de la Argentina, es un asunto muy importante porque su jefe, el general Balza, se la pasa haciendo profesión de fe democrática, cada vez más seguido a medida que se hunde en las miasmas del tráfico ilegal de armas hacia Bosnia y Croacia.

Cabanillas, que hace tres años, cuando era jefe de la IX Novena Brigada de Infantería, comandó la persecución de un sargento de apellido Laveglia hasta obligarlo a dejar el ejército porque el sargento había cometido el infame pecado de formar pareja con una mujer divorciada de un oficial, es un claro ejemplo de la pervivencia de las posiciones genocidas en el seno del Ejército.

Hasta el punto de que es miembro de AUNAR (Asociación por la Unidad Argentina, presidida por el “periodista” Carlos Acuña, con sede en Esmeralda 634, 1º D, tel. 4322-6874) que acaba de editar un libro infame “Subversión, la historia olvidada” para justificar la represión.

Desde ya, cualquier avance que se logre en el reestablecimiento de la verdad histórica, será automáticamente comunicado a Brecha, que recibe automáticamente las notas que escribo para La Capital.

Un gran abrazo

El Pájaro Salinas

C/copia para Coco Barreiro, el CELS y Juan Gelman.

“La gota que rebalsó el vaso”

Al dar la noticia un día después que Clarín, el martes 7 de junio de 1999, La Nación puntualizó que “fuentes militares” le habían explicado que “el relevo de Cabanillas no estuvo directamente vinculado con las causas en que se investigan violaciones a los derechos humanos”. Pero agregó que “sin embargo, en despachos del Edificio Libertador se admitía ayer que las reuniones de altos mandos, realizadas el jueves y viernes últimos en la sede militar, habían sido ‘la gota que rebasó el vaso’”.

“Allí volvieron a emerger diferencias, esta vez insalvables, entre Balza y su subordinado Cabanillas”, puesto que éste “hizo una nueva demostración de poder y de su aceitado vínculo con la Casa Rosada”.

“(…) Cuestionado por la distribución de un libro del grupo nacionalista Aunar, que defiende la acción contra la subversión durante el Proceso, Cabanillas había pedido un tribunal de honor militar para ser juzgado por su vinculación con la causa del nieto de Gelman.

“El tribunal de honor del Ejército citó ayer a Cabanillas para notificarlo de la resolución respecto de su conducta” y le informó que a su juicio durante su paso por la SIDE no había desarrollado “alguna actividad que lo vinculara de modo directo o indirecto con un centro ilegal de detención” (sic).

El autor lleva el blog Pájaro Rojo, donde se publicó inicialmente esta nota.

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